Caído Yrigoyen, el radicalismo no tuvo, ni antes ni después
de Moisés Lebensohn, un ideólogo que reformulase con claridad y profundidad el
papel de la Unión Cívica Radical en el panorama político argentino. Sin
embargo, la figura de este renovador ha ido borrándose en la memoria. Revisar
las propuestas que, hace cuatro décadas ofrecía Lebensohn, autoriza a suponer
que —de haberlo oído— el radicalismo pudo haber desempeñado un rol
completamente distinto. Prefirió, en cambio, convertirse, primero, en la fuerza
que gritaba desde la vereda de enfrente del peronismo; y luego, en furgón de
cola de liberalismo tradicional, cuando no lo fue de corrientes ideológicas
adscriptas a la tecnocracia desarrollista.
Derrotados en el campo de batalla, los revolucionarios de
1890 lograron empero, la caída del gobierno del presidente Miguel Juárez
Celman. De todos modos, fue un triunfo efímero. Las contradicciones internas
del movimiento cívico hicieron crisis cuando uno de los sectores formalizo un
acuerdo con los núcleos adictos al Gobierno y al roquismo.
En tanto, una nueva tendencia histórica se gestaba en el país.
Los grupos populares acaudillados por Leandro N. Alem e Hipólito Yrigoyen
—opuestos a cualquier acuerdo con el roquismo— definían en esas circunstancias
un programa basado en el respeto de la voluntad popular y la libertad de
sufragio.
El 26 de junio de 1891 —a un año de la sublevación
antijuarista— se reunió el Comité Nacional de la Unión Cívica y decidió
convocar a la Convención partidaria. Los acuerdistas no asistieron a la reunión,
desconociendo la convocatoria y en adelante tomaran el nombre de Unión Cívica
Nacional, por oposición a la tendencia liderada por Alem e Yrigoyen, que comenzó
a llamarse Unión Cívica Radical. En esos días, Alem proclamaba: "Yo no acepto el acuerdo; soy radical
en contra del acuerdo: soy radical intransigente".
Así, el radicalismo adoptaba, desde sus orígenes, una
actitud contraria al oficialismo conservador y a sus distintas variantes,
rechazando sistemáticamente ministerios y acuerdos electorales con esas fuerzas
respecto de las cuales era antagónico, por lo menos formalmente.
Frente al fraude electoral y a la violencia, la naciente UCR
opuso una porfiada resistencia, que culmino con alzamientos armados cívico-militares,
como las revoluciones de 1893 y 1905.
Hipólito Yrigoyen reafirmo en 1897 la intransigencia radical
y desde entonces hasta 1933, ano de su muerte, fue el conductor indiscutido del
partido. En el Manifiesto de la revolución de 1905 denuncio a "los
capitales extranjeros acostumbrados a pasar por alto nuestra soberanía y a
obtener suculentos réditos por los capitales invertidos". Al mismo tiempo,
al contraponer a la causa con el régimen, marcaba la diferencia entre los
sectores populares y la elite gobernante.
Con esos jóvenes rebeldes, herederos de Alem, de los
"orilleros" del partido Autonomista de Adolfo Alsina, del Club de la
Igualdad, del Club 25 de Mayo, del partido Republicano de 1877, de la Unión Cívica
Radical de 1891 —que comenzaban a ser reconocidos como radicales
intransigentes"—, las clases medias irrumpieron en la vida nacional.
En realidad, en el radicalismo siempre convivieron dos
expresiones o tendencias. En el '90, los revolucionarios del Parque nuclearon a
viejos nombres del patriciado argentino, como los Zuberbuhler, Alvear, Beccar
Varela, Torino, Montes de Oca, con los provenientes del ala popular orillera"
del alsinismo, cuya expresión fueron Alem y Aristóbulo del Valle. En el
radicalismo siempre convivieron los hijos de los inmigrantes, los sectores medios
y no pocos terratenientes y oligarcas. Ricardo Rojas, en su obra El radicalismo
de mañana, recordaba: "Fui al radicalismo y me encontré con los hijos de
los inmigrantes y los nietos de los próceres".
Pero nadie puede negar que el radicalismo fue un partido de
masas, con una ideología difusa, pero con amplia aceptación popular. Fue, al
decir de Ernesto Palacio: "El partido histórico de la nacionalidad".
El origen ambiguo de esa fuerza popular, permitiría
distinguir a lo largo de su historia, aquella ambivalencia de los comienzos: lo
popular yrigoyenista y el ala "galerita", o conservadora.
La intransigencia, de la que habían hablado Alem e Yrigoyen,
iba a resurgir pocos años después de la muerte del caudillo radical. Había
tenido algunos antecedentes. En 1909, una fracción se opuso al mantenimiento de
la abstención electoral, pero ese grupo no logro quebrar la actitud principista
de Yrigoyen. Durante el primer gobierno del caudillo de Balvanera (1916-1922),
Marcelo Torcuato de Alvear enfrento a Yrigoyen a raíz de las instrucciones
dadas por este último al canciller argentino Honorio Pueyrredón para ser
presentadas en la Sociedad de las Naciones. El distanciamiento entre ambos líderes
se profundizaría y cuando Alvear asumió la presidencia (1923), el nuevo
gobernante tomo distancia con el Partido llamando a colaborar a ministros de extracción
no radical o antirradicales.
Durante el gobierno de Alvear, varios de sus ministros
"antipersonalistas" buscaron alianzas con sectores conservadores para
oponerse al retorno de Yrigoyen al poder. Alvear no se complico con esos
planes, que fracasaron, e Yrigoyen plebiscitado, volvió a gobernar en 1928,
hasta su derrocamiento dos años después.
LOS INTRANSIGENTES SE REAGRUPAN
Si bien es cierto que la conducción radical de 1930 paso a
los "antipersonalistas", los que mantenían en alto las banderas
renovadoras comenzaron una larga lucha para reconstruir el Partido bajo el
signo de la intransigencia.
Hay algo simbólico en la carta que se encontró entre las
ropas del mayor Regino P. Lascano, muerto durante un levantamiento radical. Era
un manifiesto revolucionario fechado en la ciudad correntina de Curuzú-Cuatia,
el 30 de junio de 1932. El manifiesto decía:
"Frente a la dictadura del general Agustín P. Justo, la dictadura de las compañías
Standard Oil, Bunge y Born, Dreyfus, Asociación de Frigoríficos, Tranvías, Unión
Telefónica. Frente a esta dictadura extranjera disfrazada con los colores de
nuestro pabellón y a la que solo civiles y militares que han caído en la ignominia
de traición a la patria pueden apuntalar, proclamamos la revolución con el fin
de recuperar para el pueblo argentino la suma del derecho y libertades
ultrajadas, aherrojadas por la legión de fascistas de Jockey Club y Circulo de
Armas, que no han trepidado en vender la nacionalidad a cambio de satisfacer
ambiciones personales de origen político y comercial. A los jefes y oficiales
dignos, a los suboficiales, cadetes y conscriptos del Ejercito y de la Marina,
a los obreros y a los chacareros, a la juventud universitaria y de institutos
secundarios, a los pequeños comerciantes, industriales y propietarios,
incitamos a acompañarnos en esta santa cruzada rebelde y renovadora por la
democracia y la in- dependencia política y económica de la Nación y de sus clases
populares. Argentinos: De pie, a las armas. ¡Viva la Unión Cívica
Radical!".
Esos levantamientos populares contribuyeron a reagrupar a
los veteranos yrigoyenistas con la nueva generación, que, después de 6 de
septiembre de 1930, se acerco a los comités radicales para afiliarse. Aquellos
levantamientos marcaron un hito en la conciencia de los radicales y definieron
aun más las dos corrientes: la popular y la "galerita". El general
Severo Toranzo y el teniente coronel Gregorio Pomar, se levantaron en armas, en
Corrientes y el Chaco, en febrero y julio de 1931 respectivamente; los hermanos
Kennedy, en Entre Ríos y el teniente coronel Atilio Cattaneo, en Buenos Aires,
en enero y diciembre de 1932; y el teniente coronel Ernesto
Bosch, en Paso de los Libres, Corrientes, en 1933. Esas
derrotas, sin embargo, no amedrentaron a los radicales.
EL ALVEARISMO
Definiendo la orientación del antipersonalismo, un amigo le escribía
a Alvear el 11 de noviembre de 1930:
"... el peludismo
que en un primer momento se echo a muerto y que pedía humildemente ser admitido
en las filas del verdadero radicalismo, es decir el antipersonalismo, ha
reaccionado en los últimos días, y ya no habla sino de ir a la lucha por sus
cabales. Ha reabierto gran numero de sus comités; han aparecido en la Capital,
y en las provincias, periodiquines que defienden sus intereses; y sus oradores,
como Emir Mercader en una reunión que celebraron en La Plata, hablan y ensalzan
la gloriosa obra de su partido".
El alvearismo cifraba todas sus esperanzas en el camino
electoral, que el régimen le negaba sistemáticamente anulando comicios donde
triunfaban los radicales (Pueyrredón-Guido, el 4 de abril de 1931), vetando sus
candidaturas (la formula presidencial Alvear-Guemes, el 6 de octubre del mismo
año) e imponiendo el fraude patriótico durante mas de una década.
El radicalismo alvearista ocupo la cúpula partidaria y
levanto la abstención el 3 de enero de 1935. Esa fecha es fundamental, porque
desde ese momento la lucha entre intransigentes y alvearistas (unionistas) fue
total.
En 1936 se produjo el escándalo de las concesiones a la
Chade (Compañía Hispano Americana de Electricidad) que iba a marcar a fuego a
los alvearistas. La Chade era subsidiaria del complejo Sofina. En esa oportunidad,
la empresa, a fin de lograr mejoras en las concesiones que habían sido firmadas
en 1907, y obtener una prorroga de 25 años, soborno a varios concejales
radicales. Así, por 16 votos contra 11 (de los socialistas), resulto aprobada
la prorroga de las concesiones. Nunca se pudo determinar si la cúpula
alvearista había dado la orden de votar la concesión, pero las sombras
cubrieron de dudas y sospechas a los concejales unionistas. Votaron a favor de
la concesión los radicales: Rodolfo Arambarri, Abelardo Boullosa, Pascual De
Lorenzo, Enrique Descalzo, Manuel Malvar, José María Moreira, Carlos F.
Rophile, Raúl Savaresse, Camilo F. Stanchina y Francisco Turano. A ellos se les
sumo el bloque de la concordancia (conservadores y socialistas independientes):
Lisiardo Molina Carranza, José Dufour, Juan B. Sussini, Felipe di Telia,
Enrique Vago y Peregrino P. Rial. En contra se pronunciaron los concejales del
Partido Socialista: Bartolomé Fiorini, Alejandro Comolli, Salvador Gómez, Héctor
Hiñigo Carrera, Andrés Justo, José Marota, Miguel Navas, Arturo L. Ravina,
Adolfo Rubinstein, Vicente Russomano y Julio Berra.
LOS JÓVENES "TURCOS"
Toda esta situación engendro en el radicalismo una oleada de
descontento. La juventud radical se alineo rápidamente detrás de los dirigentes
yrigoyenistas, e iniciaron una verdadera batalla contra el alvearismo. Dentro
de las estructuras partidarias, el yrigoyenismo, en sus primeros tiempos, tomo
el nombre de legalistas (se hablaba de una "continuidad legal" de la conducción
yrigoyenista anterior al 6 de septiembre de 1930), y fuera de la UCR, el
antialvearismo formo un pequeño pero dinámico núcleo llamado FORJA (Fuerza de Orientación
Radical de la Joven Argentina).
En Córdoba, Amadeo Sabattini, representante del espíritu
yrigoyenista, había logrado la gobernación de la provincia en 1936.
En la Capital Federal se habían constituido, en 1937, el
Bloque Opositor (ex legalistas), como "movimiento popular yrigoyenista";
el grupo Afirmación radical y el Movimiento Ordenador (este ultimo, edito el periódico
País Libre). En Santa Fe, se había organizado el movimiento Fuerza
Intransigente.
Todos estos movimientos culminarían con la constitución del
Movimiento de Intransigencia y Renovación (MIR).
Entre los años 1938 y 1946 el movimiento de la Juventud
Radical —cuyo animador fue A propio Moisés Lebensohn— realizó cuatro congresos
nacionales en dos de los cuales —el de Córdoba (mayo de 1938) y el de Chivilcoy
(mayo de 1942) — fueron planteadas las bases de la renovación radical y los
principios doctrinarios y políticos que sirvieron de base para la constitución
del MIR, fundado el 4 de abril de 1945, en la ciudad de Avellaneda. No era solo
un grupo de animación yrigoyenista, sino una fuerza que venia a proponer la renovación
y actualización del radicalismo.
El camino había sido preparado por los sectores
yrigoyenistas juveniles. En Buenos Aires, el movimiento Revisionista, Cruzada
Renovadora y Radicalismo Intransigente (1940-1942); en Santa Fe, Radicalismo
Intransigente (1944); en Córdoba el periódico Intransigencia (1944-1945) y en
la Capital Federal, Acción Raíz Argentina, que publico la revista Raíz y los
grupos Cruz del Sur y Crea.
LEBENSOHN INDICA EL CAMINO
Moisés Lebensohn fue un renovador del radicalismo que,
partiendo de las banderas populares yrigoyenistas, trato de darle una ideología.
No solo ataco los intereses conservadores y tradicionales. Su crítica la dirigió
también contra la vieja maquinaria que burocratizaba al partido.
Había nacido en Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires, el
12 de agosto de 1907. Se recibió de abogado a los 20 años. El 17 de octubre de
1931 fundo en la ciudad de Junín —donde residía con su familia— el diario
Democracia. Hoy, su hijo, lo continua publicando en colaboración con Dora Dana
de Lebensohn, esposa del líder radical.
Moisés Lebensohn fue electo concejal en 1936 por la UCR de Junín.
En 1949 presidio al bloque radical de constituyentes y en 1953 fue elegido
presidente de la Convención Nacional de su partido. Murió a los 46 años, el 13
de junio de ese año, cuando el país esperaba mucho de su firmeza en los principios
y de su reconocida solvencia moral.
En 1936, Lebensohn escribió: "La opresión económica se acrecienta y la Republica se acerca a
una factoría colonial " y por eso la lucha se ha entablado "entre el
pueblo y la oligarquía enseñoreada del poder".
Un año después denunciaba a los dos enemigos: “la oligarquía y la política del servicio
personal, que hacia depender la conquista de voluntades para el radicalismo, no
de razones vinculadas con los intereses nacionales y populares, sino de la
sensiblería y de los favores lícitos o ilícitos de tanto de
"doctores" como por caudillejos lugareños, que manejaban la
maquinaria electoral hábilmente pero alejaban a las grandes masas ciudadanas
del partido.
“Quienes dirigen el
plan contra las libertades argentinas —decía Lebensohn— son los restos de la oligarquía terrateniente,
enriquecida por la valorización de la tierra forjada por el esfuerzo de dos
generaciones; los especuladores y financistas impacientes que juegan gigantesca
tómbola con el trabajo nacional; los grandes capitales que monopolizan los
recursos de nuestra economía succionándola
con sangría permanente; la sedicente mayoría ilustrada que coloca el prestigio
de sus apellidos y de su figuración política y social al servicio de los trust
imperialistas internacionales".
No fue menor su inquietud por la reorganización del radicalismo:
"Las fallas y debilidades de la vida
interna —decía Lebensohn— se proyectan sobre la acción exterior del partido.
Sin decisión, sin fervor y sin aptitud para la lucha, se cayó en una política
posibilista. En lugar de asumir con entereza la noble tarea impuesta por las
circunstancias, y de enfrentar los acontecimientos, el partido se coloco a la
zaga. Aguardo la restitución de las instituciones libres por sucesos eventuales
y ajenos a su propio esfuerzo. Confío en la buena voluntad y en el patriotismo
de gobiernos surgidos de la entraña oligárquica. Procuro no irritar a los
intereses del privilegio económico y social, soslayando la guerra contra estos,
para centrar su fuego contra las camarillas políticas oficialistas... Así,
impremeditadamente, facilito la capacidad potencial del pueblo con soluciones
concretas, de temple y sentido radical, ante los problemas que entenebrecen la
nacionalidad. -Se prefirió eludirlos, intentando vanamente ganar la buena
voluntad de los círculos privilegiados, con la absurda demostración de que sus
intereses opresores no serian afectados con el acceso de las masas populares a
la dirección efectiva del Estado”
EL PROGRAMA EMANCIPADOR
Para renovar al radicalismo, Lebensohn propuso echar mano
de: 1) la juventud radical; 2) la organización partidaria, basada en la
democracia interna, el voto directo de los afiliados y la representación de las
minorías, y 3) el "programa emancipador'
"La juventud
radical —decía— aspira a una democracia
económica sobre los fundamentos renovados... Ese ideal será inaccesible si no
se destruye la red de intereses creados que pretenden mantener los actuales
moldes y en todos los ordenes, en lo político, económico y cultural, sofoca la
existencia de la Republica. Sostenemos en los hechos la voluntad de crear una
democracia autentica, con hondo sentimiento humano, un régimen de verdadera
libertad y de verdadera justicia al servicio de la nacionalidad; un régimen que
subordine la economía al hombre y movilice los recursos naturales, no en el
limitado beneficio de sus poseedores, sino del desarrollo nacional y el
bienestar social". Para Lebensohn, los puntos concretos del programa
radical que propuso en 1944, y que debían realizarse en el primer periodo
constitucional, era: "a) Reforma agraria inmediata y
profunda, que abra a todos los trabajadores del campo el acceso a la tierra transformándola
de valor de renta y especulación en instrumento de trabajo; b) reforma educacional, que imponga la
obligatoriedad de la enseñanza media, técnica o agraria e integre un sistema
que asegure a las nuevas generaciones, bajo tutela efectiva del Estado, idénticas
posibilidades de desarrollo físico, cultural y moral, en comunidad de
condiciones e igualdad de oportunidades; c)
régimen de organización y seguridad social que otorgue a todos los habitantes
las perspectivas ciertas de trabajo, de un standard de vida decoroso, de
cultura y de porvenir liberado de las angustias de la desocupación, de la enfermedad,
de la vejez y de la incertidumbre sobre el futuro de los descendientes; d) política de recuperación económica.
Monopolio del Estado —ejercido por si o delegado en su caso a cooperativas— de
servicios públicos, combustibles, energía, seguros; movilización y comercialización
de los sectores esenciales de la producción; e) reforma financiera que ubique el peso de la carga impositiva
sobre las grandes rentas y la valorización ganada por el trabajo colectivo; f) política destinada a lograr la
unidad económica con los países vecinos y progresivamente con el resto de
America, tendiendo a la cooperación económica mundial".
El programa propuesto por la juventud radical de la
provincia de Buenos Aires, redactado por Lebensohn, se concretara en abril de
1945 con la declaración constitutiva del Movimiento de Intransigencia y
Renovación; será ratificado el 1° de noviembre de 1945 en una asamblea
realizada en Rosario y constituirá la base programática de los documentos
votados en el primer Congreso Nacional del movimiento, realizado los días 9 y
10 de agosto de 1947. Un año después, el programa, bajo la directiva
lebensohniana, se convirtió en el programa de la Unión Cívica Radical.
DE AVELLANEDA A CHASCOMUS
De allí en adelante la lucha entre yrigoyenistas y alvearistas
se hizo dramática. El Movimiento de Intransigencia y Renovación (MIR) fue
fundado en 1945, en Avellaneda, donde se hizo publico el ya legendario Programa
de Avellaneda.
Se fue formando una generación de radicales reformistas que convergerían
—los días 9 y 10 de agosto de 1947— en el primer Congreso Nacional del MIR,
realizado en los salones del comité de Avellaneda, calle Belgrano 732 donde
funcionaba el periódico radical Provincias Unidas. Allí se reunieron, entre
otros, Lebensohn, Gabriel del Mazo, Luis Dellepiane, Crisologo Larralde, Oscar
Alende, Arturo Frondizi, Antonio Sobral, Luis Boffi, Oscar López Serrot,
Roberto Parry, Héctor V. Nobiia, Ricardo Balbín, Juan Prat, Ataulfo Pérez
Aznar, Antulio Pozzio. Mario Bernasconi, Bernardino Horne, David Blejer,
Armando Turano, Absalón Rojas e Ismael Amit.
El Congreso fue inaugurado por los secretarios de la Junta
Nacional Organizadora, doctores López Serrot y Julio Correa. Hubo
representantes femeninos y obreros. De la Córdoba sabattinista llego una
nutrida delegación de obreros radicales. Se eligió la mesa directiva; para
presidente, Francisco Ratto (Capital) viejo radical que había formado parte
como soldado junto a Alem en la Revolución del 90; vicepresidente 1° Domingo
Cialzeta (Corrientes); vicepresidente 2°, Ramón Yacante Molina (La Rioja);
secretario, Lebensohn (Buenos Aires), Blejer (Entre Ríos), Miguel D. Apayte
(Mendoza) y Clodomiro Falco (Santiago del Estero). Se leyeron varias
adhesiones, entre otras, de Ricardo Rojas, José Benjamin Abalos y Elpidio González.
En ese congreso fueron aprobados tres documentos, uno
denominado Profesión de Fe Doctrinaria, redactado por Frondizi, Sobral y Del
Mazo; las Bases de Acción Política por Lebensohn, Frondizi y Del Mazo y la Declaración
Política por Lebensohn. En este documento Lebensohn definió: "un
Radicalismo fiel a su origen y a su estructura popular" para
"reinstalar la orientación popular en la fuerza histórica de Alem e
Yrigoyen". Se inspiraban los documentos en la declaración inicial del movimiento,
aprobada dos anos antes.
Por ello los radicales yrigoyenistas reclamaban:
1. La democratización
de la cultura y la defensa del laicismo;
2. Control de la economía
en base a un planeamiento fijado por los órganos representativos de la voluntad
popular que coloque a la riqueza natural, la producción, el crédito, las
industrias, el consumo y el intercambio internacional al servicio del pueblo y
'no de minorías;
3. Nacionalización
de los servicios públicos, energía, transporte, combustible y de las
concentraciones capitalistas monopólicas.
4. Administración
de los sectores nacionalizados por entes autárquicos nacionales, provinciales,
comunales o cooperativos, con participación de usuarios, productores, técnicos
y obreros; Reforma Agrarias inmediata y profunda y 5. Política internacional independiente.
Años después —en 1958— uno de los sectores radicales, que
reivindicaba para si el legado de la intransigencia yrigoyenista llegó al
gobierno. Ya Lebensohn había muerto. Presidía el país Arturo Frondizi. El
programa democrático y popular era abandonado por otro tecnocrático y
desarrollista. En Chascomús, cerca de la laguna, en diciembre de 1960, el
Programa de Avellaneda fue ahogado definitivamente. El radicalismo iniciaba una
crisis profunda que ya no podría superar. Pero esa, es otra historia.
UN APOSTOL LAICO
Quienes recuerdan a Lebensohn a pesar de los años pasados,
destacan sus cualidades humanas, antes que sus dotes intelectuales, que por
cierto abundaban en su recia personalidad. Recuerdan su abnegación, su
militancia activa en las filas radicales, su lucha por la renovación del
partido — en hombres y en métodos— Su pobreza.
Los viejos socialistas de Junín guardan celosamente —en la
Biblioteca Juan Bautista Alberdi local— un libro de actas de las juventudes
socialistas de los años veinte, donde figura Lebensohn, presente en una de las
reuniones. Pero eso fue fugaz, porque desde joven se integro en las filas
radicales, cuando al llamado postrero de Yrigoyen, después del treinta, la flor
y nata del estudiantado universitario porteño y platense —que lo habían
combatido—, se afilio al radicalismo.
Prácticamente Lebensohn no ejerció su profesión de abogado.
Absorbido por la política dedico a ellos los mejores años de su vida. Fue muy
querido por la juventud radical, pero también —como todos los innovadores—, fue
odiado por sus enemigos, fuera y dentro del partido.
Pocos días antes de morir, cuando presidía una asamblea
partidaria en la Casa Radical porteña —Tucumán 1660—, casi al finalizar la
misma fue agraviado desde la barra por una mentalidad intolerante. En la
asamblea se impuso la intransigencia, quebrando al unionismo de raíz alvearista.
Lebensohn era el líder indiscutido de la nueva tendencia, cuyo surgimiento
alentaba desde años atrás. El insulto no se hizo esperar, y se expreso a través
de una mujer —cuyo dogmatismo religioso— fue nefasto para el radicalismo: "Comunista, judío..." a los
que se añadieron otros insultos de grueso calibre. Al finalizar la reunión, Lebensohn
salía del edificio acompañado por un correligionario de Junín, y le dijo:
"...Tengo un dolor aquí" y le señalo el corazón. Lebensohn fallecería
pocos días después.
Era un hombre sensible, de una cultura general que trascendía
lo político. Conocía sobre arte, plástica y pintura. Los amigos y los discípulos
que solían rodearlo en la mesa de café, escuchaban largas charlas del líder
radical sobre los temas mas variados.
Quien escribe estas líneas era redactor del diario La Opinión,
y en tal carácter, cubrid un congreso del Partido Intransigente, realizado en
la ciudad de Córdoba el 13 de diciembre de 1975.
Allí, en la vieja casona radical, cuyo frente estaba en
ruinas a raíz de un atentado, sesiono la Convención del Partido Intransigente,
uno de los núcleos políticos que reivindican las líneas del radicalismo yrigoyenista.
Pero no se trata de recordar ese congreso, que fue como el
de otros partidos, con sus delegados, discursos, debates y declaraciones. El
recuerdo es para referir un hecho, que por anecdótico no dejo de impactar en el
periodista. Al darse lectura de la lista de delegados, para averiguar sobre el quórum,
se comenzó leyendo la nomina de los participantes a la provincia de Buenos
Aires. Y fue cuando, ante el asombro del periodista, el presidente de la convención
leyó el nombre de Moisés Lebensohn —fallecido 22 años antes—, y los delegados, de
pie, y en alta voz, formularon un simbólico: ¡Presente!
Allí el periodista pudo saber que era de práctica, en las
convenciones radicales, recordar simbólicamente a la figura de Lebensohn, alma
y motor del radicalismo intransigente. Un hecho emotivo, por cierto, con algo
de religioso. EJC.
"Ya en 1937, Moisés Lebensohn estigmatizaba como enemigos de la libertad a la oligarquia, los "doctores", los caudillejos y dispensadores de favores interesados" |
Fuente: “Lebensohn, una voz olvidada” por Emilio Jorge
Corbiere en Todo es Historia N° 189, febrero de 1983.
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