Para mí, la más sugestivas y curiosa de todas las anécdotas
que se pueden narrar sobre Sánchez Sorondo es esta:
Siendo Presidente Provisional de la Nación, en 1931, en los días
en que el General Uriburu se ausentó al norte del país, tuvo que recibir a un
ministro extranjero acreditado ante nuestro gobierno, y la ceremonia protocolar
debía realizarse con las formalidades de costumbre. La primera de ellas es la
de que el presidente, vestido de gala y con la banda oficial, lo reciba en el
Salón Blanco de la Casa Rosada.
Frac tenía el Ministro del Interior, encargado interinamente de la presidencia, pero, banda, no. ¿Qué hacer? No había tiempo de mandar a bordar el sol sobre una cinta argentina y dotarla de sus borlas características.
-Excelencia: la situación esta salvada. El Presidente
Yrigoyen, al abandonar su despacho, dejó aquí su banda- es la información de un
empleado del ceremonial.
En política, lo inesperado, lo que uno menos piensa, está
permanentemente acecho de los acontecimientos. Esta vez es, en Sánchez Sorondo,
la banda de Hipólito Yrigoyen. ¿Quién iba a decir, en 1919 cuando el
irreconciliable opositor proponía el juicio político contra el presidente
radical por ser su gobierno –según dijo- “una dictadura en marcha”, que once
años después tendría su corazón palpitando bajo esa misma seda “dictatorial”,
puesta sobre su pecho en carácter de jefe suplente de una revolución que desde
el gobierno ejercía.
El Sr. Ministro del Interior Dr. Matías Sanchez Sorondo en frac con la banda presidencial del ex Presidente de la Nacion Dr. Hipólito Yrigoyen. |
Fuente: El Congreso que yo he visto Tomo II (1914-1933) de
Ramón Columba, Editorial Columba, 1949.
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