Sr. Presidente
(Guardo). Tiene la palabra el señor diputado por la Capital.
Sr. Rojas (Nerio).
En nombre de los diputados de la Unión Cívica Radical deseo plantear, ante esta
Cámara, nuestra disconformidad en forma de cuestión de privilegio, respecto de
la decisión de la Presidencia, ubicándonos a la derecha en este recinto.
No habríamos quizá abordado en forma de debate público esta
cuestión y habríamos limitado nuestra disidencia a dejarla como constancia de
ese desacuerdo; pero la resolución de la Presidencia de este cuerpo en sus
fundamentos ha adjetivado a los sectores de esta Cámara, y ello implica una
opinión doctrinaria que no compartimos ni podemos aceptar. En virtud de ello
planteamos este debate. No es, como podría creerse, una simple cuestión de
palabras; no es siquiera una cuestión política exclusivamente. La planteamos
porque entendemos que ella implica una definición doctrinaria que es necesario
esclarecer.
En estos últimos años la vida argentina padece de
confusiones, y una de las mayores es la del uso indebido de las palabras. Mucha
moneda falsa corre en este asunto de nuestro vocabulario político en los
últimos años y no hay manera de esclarecer las conciencias, si las palabras
implican equívocos. Por eso hablamos esta tarde.
Nuestra disconformidad comienza por afirmar, rotundamente,
que no somos un partido de derecha. La Unión Cívica Radical no lo fue nunca; no
queremos que lo sea, ni queremos que nadie crea que lo somos. Por eso no nos
agrada que en nombre de una interpretación de doctrina política se nos ubique a
la derecha.
Existen parlamentos como el inglés, donde la distribución de
las bancas no tiene significación ideológica; en cambio, hay otros, como el
francés, donde ello implica una definición.
La tradición argentina, a partir del año 1912, tiene en esto
una significación doctrinaria como la tiene en el Parlamento francés. Es por
eso que no estamos dispuestos a aceptar en silencio que el sector oficialista
se proclame de izquierda y que nosotros seamos la derecha.
En concreto, y antes de dar otras razones, objetamos que en
el Diario de Sesiones se hable, como ha sucedido en los últimos números, de
«sector de la derecha», y reclamamos que cuando se aluda a nosotros, la
Presidencia imponga que en el Diario de Sesiones se diga «sector de la Unión
Cívica Radical», y cuando se refiera a todo el sector de este lado, se exprese
«sector de la oposición» o «sector opositor», si es que no se quiere hacer
discriminación de partidos.
Nosotros, como diputados de la Unión Cívica Radical, sabemos
lo que significamos en la vida política argentina y tenemos una noción ideológica
de lo que es un partido político. Un partido político es una existencia
histórica; es un órgano político de una nación; no tiene la acepción que
nosotros le asignamos a partidos de emergencia, surgidos al calor de los
recursos oficiales, partidos que pueden ser conglomerados de hombres dispuestos
a marcar el paso y a marchar obedeciendo ordenes de un jefe.
Nosotros no entendemos la política así. No entendemos el
sentido de la palabra partido de ese modo. Por eso somos miembros de este
partido que se llama gloriosamente Unión Cívica Radical y que se llama Unión
Cívica Radical sin necesidad de adjetivos complementarios.
Nosotros somos un partido que tiene raíces en la historia
argentina, que representa esa corriente que viene desde los años lejanos de la
nacionalidad, nosotros hemos encauzado las tendencias, las aspiraciones
tradicionales de la democracia renovadora argentina, que siempre marchó con
nosotros hacia la izquierda, que tiene su raíz mas distante en esa especie de
izquierdismo político que en su tiempo significó Mariano Moreno y que maduró
para la historia cívica en la gran figura de Hipólito Yrigoyen.
Eso es lo que nosotros representamos, hemos estado siempre y
seguiremos estando contra todo lo que significa derechismo, reacción, oligarquía,
contra todo eso oscuro de las fuerzas del país que triunfaba el 6 de septiembre
con el general Uriburu, que siguió beneficiando de la Nación y del gobierno
bajo Justo y bajo Castillo, que tuvo como principal base de fuerza las mismas
energías y hombres que hicieron la revolución del 4 de junio.
No aceptamos, entonces, que este movimiento de junio sea un
movimiento de izquierda. Por eso planteamos nuestra disidencia.
No he de insistir en todo lo que hay de renovación, de
justicia obrera, de equidad en la política del trabajo, de renovación social en
el programa de nuestro partido. En la obra realizada por los gobiernos
radicales y por los legisladores radicales que no esperaron este descubrimiento
que parece o pretende hacer el movimiento de junio en favor de la justicia
obrera, porque nosotros la conocíamos y la practicábamos desde muchos años
atrás.
Nosotros, con Yrigoyen al frente, hicimos esa obra de
renovación. La realizamos con este gran merito que la historia ha de reconocer,
que la hicimos sin caer en los excesos de la demagogia v sin abolir las
libertades del pueblo. Por eso estamos acá para defender esos ideales; por eso
hemos de tener la convicción, la energía, el espíritu de sacrificio para
defenderlo, desde estas bancas y fuera de ellas, porque obedecemos a un mandato
histórico. Tendremos para ello una consigna que hemos ido a buscar -y aquí la
evoco- en aquella magnífica frase de Monteagudo, que repito dirigida a la
conciencia de los señores del oficialismo. Dijo en su oración de la Sociedad
Patriótica:
«No habría tiranos si no hubiera esclavos; y si todos
sostuvieran sus derechos, la usurpación seria imposible».
Quiero dirigirme ahora al sector oficialista; y digo
«oficialista» porque el decoro de diputado me impide llamar «peronistas» a los
colegas, ya que eso no estaría de acuerdo con el sentimiento que los argentinos
deseamos ver imperando en la política del país.
La doctrina de izquierda, o que se debe llamar de izquierda,
tiene en realidad dos aspectos el puramente político y el social. El primero
significa la defensa y el afianzamiento de las libertades civiles y políticas
del ciudadano; el otro es el de la justicia obrera, de la equidad en las
reivindicaciones del trabajo. Todo izquierdismo autentico ha de ser integral,
ha de comprender el aspecto de las libertades y el aspecto de la justicia
obrera: el que se reduzca a uno solo de ellos es un izquierdismo falso, es el
izquierdismo incompleto, no es izquierdismo sincero. El izquierdismo debe saber
-y la masa trabajadora no debe olvidarlo nunca- que no hay justicia obrera
perdurable si no hay libertad.
Precisamente por haber olvidado esta dualidad del izquierdismo,
algunos pueblos se dejaron engañar por el movimiento fascista. La política
totalitaria ha explotado las ansias de justicia social que hay en el pueblo, y
le ha otorgado mejoras de salario y organizaciones que lo favorecían, mientras
le escamoteaba esa cosa sagrada que es la libertad del hombre. Nosotros, los
diputados de este sector, entendernos el izquierdismo en su forma integral; y
lo hemos practicado sin necesidad de llegar al extremismo con que suele
confundírsele.
Después de esta premisa, señores diputados, he intentado
-para poder interpretar a mi sector- hacer una exegesis de este movimiento que
se dice de izquierda y que yo llamo oficialista... y no la he encontrado. La
filosofía política de esta revolución de junio es una charada, que no tiene
solución doctrinaria, aun cuando puede tenerla desde otros puntos de vista.
Pero a mí como diputado me alarman muchas cosas, y una de ellas es la serie de
interrogantes que están agitando la conciencia de los hombres que en la
Argentina no hemos perdido el juicio. Hay diversas maneras de interpretar la
historia. A mi me place, por habito y por convicción, interpretarla
psicológicamente, o sea, viendo lo que hay de explicación psicológica en el
temperamento o en los antecedentes de los hombres que dirigen los
acontecimientos. Y por eso estoy inquieto, llena de interrogantes mi
conciencia, porque yo se que hay un fatalismo psicológico y ese fatalismo
psicológico hace que un hombre educado para mandar, cuando llega al gobierno,
confunde mandar con gobernar. Y se también, por una razón histérica y
psicológica, que cuando un hombre ha gobernado por la fuerza le cuesta y es muy
difícil que se adapte a las limitaciones que la ley le impone. Y la historia lo
enseña. No he de hacer historia: me bastara recordar el caso de Napoleón III
que surgió...
(Interrupción de un diputado)
Recordaba el caso de Napoleón III que surgió también elevado
por una ilusión republicana y que, por un fatalismo psicológico, termino poco
después por ser el dictador de Francia, instaurando nuevamente el Imperio. La
historia ha de servir para algo, señor Presidente.
Le ruego al señor diputado por la Capital que me deje decir
estas últimas palabras. Yo quiero que las cuestiones que voy a plantear, si no
hoy, porque tal vez no haya debate sobre ellas, en otro momento, alguna vez en
esta Cámara, quiero que los señores colegas de la mayoría nos respondan a las
preguntas que voy a formular.
Son cuestiones que desconciertan. Parece que en el gobierno
hay izquierdismo cuando se restablece las relaciones con Rusia, pero al mismo
tiempo yo no veo como se puede conciliar eso con el maridaje que se ve en la
calle y en el ambiente argentino de esas mismas fuerzas con las fuerzas
nazifascistas del país, que recorren la ciudad vivando a Rosas. Tampoco veo claro
como ha de ser izquierdismo integral uno que va tendiendo en el aspecto
económico del Régimen totalitario, puesto que lleva hasta el extremo de
controlar el crédito y los intereses de los individuos. Como puede ser
izquierdista una tendencia oficial que tiene amenazada la libertad de prensa
mediante un decreto de confiscación del papel para diarios.
Fuente: Cuestión de Privilegio con motivo de la ubicación de
los Diputados de la UCR (Comité Nacional), H. Cámara de Diputados, Tomo I, p.
294, 28 de junio de 1946.
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