¿Que hizo de extraordinario en su vida ese señor Crisologo
Larralde para merecer el excelso homenaje de sustituir el apelativo de una
importante calle de la ciudad de Buenos Aires y lo recuerden sus
correligionarios radicales mediante el mecanismo de arrojar al olvido un nombre
glorioso ofendiendo así a los pobladores de la America del Sur?
Partamos de una base sincera, he conocido personalmente a
Don Crisologo, y se que ha sido un buen hombre. Con respecto a su vida pública
solo ocupo cargos partidarios y candidaturas. La única función para la cual
resulto electo no fue precisamente en la más democrática de las elecciones ni
para un cargo que merezca recordarse; presidente de una Convención Constituyente
convocada ilegítimamente en 1957 por un gobierno militar. La reunión fracaso
por una diáspora de sus miembros impugnando el acto y sus convocatorios de
facto.
En el año 1954, el Presidente Juan Domingo Perón atravesaba
su segundo periodo de gobierno, había asumido en 1952 con el Dr. Hortensio J.
Quijano como Vicepresidente de la Nación. La historia de Quijano provenía del
antiguo radicalismo de Corrientes.
Como dirigente radical resultaba curiosa su aparición en el
gobierno de facto de 1943 integrando el gabinete con el alto rango de Ministro
del Interior.
El ascendente Perón lo convoco para integrar- su formula en
las elecciones de febrero de 1946. Ya en ese entonces la imagen del Dr. Quijano
se acercaba a la de un abuelo campechano que podría arrimarle al novel caudillo
popular algunos contingentes de votos radicales.
Tras el poder político que le otorgaban sus importantes
funciones en el gobierno militar, el Dr. Quijano se las arreglaba -en medio de
su estudiada sencillez provinciana para otorgar un nombre pomposo a su
improvisada organización política. La denominaba "Unión Cívica Radical -
Junta Renovadora". Observemos un vicio de nuestra política vernácula. Como
utilizaban ciertos sectores políticos minoritarios los gobiernos militares para
sus manejos partidarios.
Para las elecciones de 1952 Perón debía elegir un candidato
que lo acompañara en su reelección en los comicios, donde competían contra un
radicalismo remozado integrado por Ricardo Balbín y Arturo Frondizi, dos ex
diputados nacionales que se destacaron en el cuerpo parlamentario del primer
periodo peronista. Fue sorpresiva la actitud de este líder repitiendo la
experiencia con el mismo Quijano, hombre gastado por los años, presumiblemente
enfermo y notoriamente anciano.
Como era de esperar, el Dr. Quijano falleció al poco tiempo
de asumir por segunda vez la Vicepresidencia. En 1954 Perón convoco nuevamente
a votar para la elección de su reemplazante. El Partido Peronista llevo como
candidato al Contraalmirante Alberto Teissaire, quien revistaba en el cargo de
presidente del partido oficialista elegido por Perón en esas funciones con un
criterio estrictamente burocrático más que político.
El Partido Radical, con sus cuerpos orgánicos en pie y
dedicado de lleno a una heroica política de oposición, tomaba sus decisiones tras
el elaborado proceso de sus distintos estamentos partidarios. Las reuniones del
Plenario de la Convención Nacional, en su carácter de cuerpo máximo del
partido, consistían en una asamblea convocada rigurosamente por telegrama a los
miembros que asistirán desde todos los rincones del país. Se los citaba para un
determinado día a las 16 horas.
Las deliberaciones de los bloque internos del radicalismo
duraban entre diez v quince horas, por lo tanto el órgano máximo del Partido
comenzaba a sesionar invariablemente entre las tres y las cinco de la madrugada.
El torneo oratorio no permitía dormir ni aburrirse a pesar de las horas que transcurrían.
Las barras y los propios convencionales cada tantas horas se trenzaban en
luchas, gritos, insultos, sillazos y escándalos hasta que volvía una extraña
calma por agotamiento y se retomaba la senda de los discursos interminables
pero apasionantes. Se podían escuchar piezas retóricas magnificas.
Otro proceso similar pero más atenuado en presencias y
fervor era la reunión del Plenario del Comité Nacional, que reunía a cuatro
delegados por cada distrito de la Nación. Poco menos de un centenar de
asistentes y por ultimo el proceso que mas apasionaba a los radicales, las
elecciones internas. Verdaderos ejemplos de democracia realmente escasos en esa
época -un tanto autoritaria— del régimen del general Perón.
Las estrategias políticas de aquel radicalismo crudamente
opositor se aferraban a un método simplísimo, era cuestión de hacer o proponer
lo contrario del rumbo que tomara el oficialismo peronista. De esa manera el
astuto Perón no necesitaba mayor esfuerzo para conducir también esta desorientada
oposición. Jugo los diez años del régimen "como el gato maúlla con el misero
ratón...".
En consecuencia, si para la candidatura del Partido
Peronista se había elegido un Contraalmirante de la Marina de Guerra —vale
decir “un oligarca" para la
maniquea jerga del partido de los descamisados- la lógica determinaba así para
la UCR la necesidad de elegir un candidato "obrero".
El problema consistía en la enorme escasez de este perfil de
políticos en los cuadros radicales. Los pocos "obreros" con que
contaban se los reservaba para que brindaran discursos de los actos públicos y
para que ocupasen alguna que otra banca de diputados cuando les alcanzaba por
el orden de la lista sabana.
Las tribunas radicales en las esquinas de los pueblos se
integraban por no menos de siete oradores y el orden jerárquico consistía en
comenzar los actos con un orador de la juventud, el siguiente un obrero, después
una mujer, el presidente del comité municipal, el presidente del comité de la
provincia, y por ultimo las estrellas: dos o tres dirigentes que viajaban
especialmente desde otras provincias.
Esta maratón en las tribunas se justificaba. Los
correligionarios brotaban como hongos para asistir a esos actos que parecían misas
vibrantes de las multitudes. La emoción y la pasión política de vastas
generaciones experimentaron en carne propia el misticismo de un heroísmo
idealizado. Sentían la presencia ominosa de Perón a quien odiaban y temían.
Los certámenes oratorios semejaban una competencia de
gladiadores: el personaje que ascendía a la tribuna triunfaba o no. Necesitaba
conmover, emocionar, hacer reír o llorar al gentío que lo aplaudiría a rabiar
si encontraba la frase látigo que atravesara el rostro sonriente de un Perón
que aparecía en las paredes que rodeaban ciertas tribunas improvisadas en
ochavas sencillas de barrio o alguna plaza central.
Esas muchedumbres radicales nunca olvidaron el clima místico
de conspiración que les creaba la oratoria inflamada de Balbín o las
disertaciones doctrinarias del intelectual Frondizi que los hacia soñar con un país
desarrollado y moderno.
En ese clima, en una tercera o cuarta fila, emergió la
figura simpática de Don Crisologo Larralde. Se trataba de un político de Avellaneda
que había integrado una formula para la gobernación de la Provincia de Buenos
Aires contra los candidatos del peronismo. En aquella elección, la UCR había
salido segunda con el binomio Prat-Larralde.
Al llamado eleccionario siguiente para la gobernación de Buenos
Aires la formula había sido Larralde-Rudy. Esa vez perdió contra un inefable e
inolvidable candidato peronista, el "mayor" Carlos Aloé, elegido como
el gobernador que mas hizo reír a los argentinos de todos los pelajes. Sin
malicia alguna de su parte ni de sus detractores. El humor fue sano y
divertido. Tanto como los eternos cuentos de gallegos.
Con esas escaladas ascendentes en la Provincia de Buenos
Aires el señor Larralde merezca ser elegido candidato a la vicepresidencia de
la Nación contra el almirante oligarca y de apellido francés difícil de
pronunciar para los descamisados.
Algo más indicaba la conveniencia de catapultar a la fama
nacional a este político del Conurbano. Dentro de la elite dirigencial del
radicalismo Larralde no era "doctor", circunstancia extraña en
aquellos tiempos. Siendo niño -se decía- había sido vendedor de diarios.
Suficiente en aquel radicalismo para diplomar de obrero a un dirigente político.
Si fue o no fue vendedor de diarios era un problema de inversión de la prueba.
Sin embargo, aunque en los actos políticos se sobreactuaba
la condición de obrero de Larralde, el resultado de los comicios favoreció por
abrumadora mayoría al peronismo.
En 1957 gobernaba el país un sector de las fuerzas armadas
aliado con la parte férreamente antiperonista del radicalismo y otros sectores conservadores
y de izquierda.
El régimen se caracterizaba por un odio exacerbado al
peronismo, y se extendía a cualquier sector que se acercara o pactara con las
huestes del exiliado ex presidente.
La desconfianza de este sector militar contra Frondizi,
presidente de la UCR, se hizo sentir al reunir en su gabinete a políticos
afines al Dr. Balbín. La cartera del Interior fue confiada al Dr. Alconada
Aramburu y la de Educación al Dr. Acdeel Ernesto Salas, quienes tenían como
objetivo impedir la llegada de Frondizi a la presidencia.
En el ínterin, con los cargos en el gabinete y contactos en Ejército
y Marina de los equipos contrarios a Frondizi, lograron dividir a la UCR cuya
presidencia ejercía Frondizi y con el apoyo desembozado de los militares
organizaron la facción divisionista del radicalismo con el nombre de Unión Cívica
Radical del Pueblo.
De esta forma, Frondizi se vio obligado a dividir su partido
y a adoptar forzosamente un aditamento. Su lista paso a llamarse Unión Cívica
Radical Intransigente (UCRI) sigla con la cual Frondizi gano las elecciones del
23 de febrero de 1958 por enorme mayoría sobre el doctor Ricardo Balbín, que respondía
al oficialismo militar.
Mientras Frondizi ejercía la presidencia del Comité Nacional
de la UCR, Larralde desempeñaba la presidencia del Comité de la Provincia de
Buenos Aires. Desde ese cargo -después de haber bendecido la candidatura
presidencial de Arturo Frondizi- encabezo un símil de golpe de estado
partidario.
Desde su sitial en la provincia de Buenos Aires desconoció
el mandato del Presidente del Comité Nacional y se plegó a la acción
separatista de los demás dirigentes radicales que querían obstruir la carrera
de Frondizi para apoyar al virulento antiperonismo que conducía el Dr. Balbín.
Apoyado por las fuerzas militares que controlaban el país,
los radicales antiperonistas lograron su objetivo de perturbar el llamado a
elecciones con una maniobra escandalosa y fraudulenta. Utilizando los contactos
con los militares lograron por decreto de facto una convocatoria a
convencionales constituyentes para reformar la Constitución de Alberdi. El
pueblo la llamo "la Constituyente Trampa…” y efectivamente se trataba de
impedir la vuelta al Estado de Derecho. Se sabía que la candidatura de Frondizi
seria imparable. Un sólido y serio estadista era lo que le hacia falta al país.
Balbín más se parecía a un poeta aunque no del todo malo. A pesar del anacrónico
acercamiento con los militares la probidad de este infatigable luchador fue siempre
impecable.
Larralde resulto premiado con la Presidencia de la "Constituyente
Trampa". Pero la UCRI se retiro y de inmediato lo fueron haciendo los demás
sectores políticos hasta quedar esta reunión sin el quórum necesario. Solo
alcanzaron a sancionar el “articulo 14 bis" que resumía el derecho laboral
vigente, por lo cual no era necesario otorgarle jerarquía constitucional. Lo
criticable de esta norma es que consagra el derecho de huelga con lo cual se otorga
un poder excesivo a las fuerzas sindicales. Ni Perón se animo a tal extremo.
El artículo 14 bis difícilmente haya sido sancionado en un
estado de derecho y por una convención constituyente convocada por los
procedimientos naturales que dispone la Constitución de 1853. El derecho laboral
se había instalado gradualmente en la legislación argentina desde principios
del siglo XX y tuvo un vital impulso en la era peronista. No ha sido feliz su consagración
como norma constitucional por el natural envejecimiento de ciertos principios con
respecto a la evolución de los pueblos. Los contenidos del articulo 14 bis en
su mayoría no son normas jurídicas, si no meros enunciados verbales de buenos propósitos.
El señor Larralde ha sido un hombre de diáfana honestidad y
sentido común. Si en un dialogo imaginario se le planteara que en su posteridad
un grupo de concejales propendían y sancionaran una Ordenanza Municipal
sustituyendo el nombre "Republiquetas" a la famosa calle de la
barriada de Núñez por el de "Crisologo Larralde", se sonrojaría al
principio y después estallaría de fastidio. Conocía la historia y se hubiera
sentido como el instrumento de un escarnio.
Larralde, el candidato "obrero", el leal amigo de
sus amigos, murió hablando en una tribuna en una de sus presentaciones como candidato
a gobernador de la provincia de Buenos Aires. Sus queridos correligionarios Lo hicieron
para que no lo olvidemos y —por torpe ignorancia nos olvidemos mas rápido de Juana
Azurduy, Manuel Asensio Padilla, Ildefonso Muñecas, Vicente Camargo, Ignacio
Warnes y las proezas de los legendarios próceres que nos salvaron de las ocupaciones
del territorio argentino por los españoles veteranos de las guerras napoleónicas.
La dificultad la tienen aquellos a quienes se les pregunta por que esa calle
lleva el nombre de Crisologo Larralde.
Fuente: "Crisólogo Larralde y la calle Republiquetas" por el Dr. Ernesto Poblet en Desencuentros en América: un paseo con figuras notables de
la historia del Dr. Ernesto Poblet con prólogo del Dr. Nestor Grancelli Cha,
Olmos Ediciones, 2009.
¿Habrá conocido el Dr. Poblet la impresionante biblioteca del Crisólogo Larralde en su casa de Quilmes? La recuerdo con ojos de pibe en ese chalet de la Av. Mitre, cerca de la vieja cancha del Quilmes Atlético Club. Dr. Poblet, un peronista anti K al extremo de rodearse, al menos en su muro, de antiperonistas y periodistas afines. Creo que a Larralde también le hubiera sorprendido. Poblet, un apellido con historia en el peronismo que no bien conocida y, obviamente, también en la versión K del peronismo siglo XXI.
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