Señor Presidente de la comunidad armenia, señor arzobispo,
señores Presidentes de las diversas agrupaciones armenias, señoras y señores:
es muy poco lo que voy a decir esta noche.
Quiero antes que nada simplemente agradecerles; ¡tenemos
tanto que agradecerles! En primer lugar y en lo personal las palabras cálidas
de bienvenida que me ha ofrecido el señor Presidente. A veces son necesarias,
sobre todo cuando en circunstancias como las que vivimos pareciera que no
hubiera nadie que reconociera una cosa buena, por lo menos.
Pero más que eso deseo agradecerles lo que ustedes hacen por
el país, lo que han hecho por la Argentina, la manera en que con su trabajo,
con sus industrias, con su inteligencia han enriquecido a nuestra sociedad. Y
la manera también en que con sus principios han permitido enriquecer nuestro
propio espíritu, el espíritu de la sociedad que en definitiva entre todos conformamos.
Sé muy bien que sus padres, sus abuelos, a lo mejor ustedes
mismos han llegado a nuestra tierra empujados por acontecimientos dolorosos, en
momentos durísimos, quizás de los más duros que ha podido sufrir un pueblo
todo, como fue el genocidio de los años 1915 a 1917.
Ustedes mismos, sus padres y sus abuelos llegaron acá en
búsqueda de paz, de libertad, de trabajo, de seguridad, y pienso que a través
del devenir del tiempo a veces habrán dudado acerca de la decisión que habían
tomado, y a lo mejor en algún momento de pesimismo llegaron a suponer que
debían haber ido a otro país, porque acá no estaba garantizada esa libertad
fundamental que por encima de cualquier otra cosa reclama un armenio.
Por eso es que estos días tienen un sentido especial para
los que somos hijos o nietos de inmigrantes, y en el momento en que procuramos
hacer el esfuerzo de nuestra propia realización no dejamos de pensar en ellos,
como si hubiera un empecinamiento en querer decirles que tuvieron razón, que
hicieron bien en venir a la Argentina, porque a la postre, al fin, está
asegurada la libertad; está asegurada desde luego la libertad de cultos que nos
permitirá sin duda dentro de muy poco lograr entre todos ellos una cooperación
fundamental para encontrar el bien común y para trabajar por el bien común.
Campea en la Argentina esta ética cristiana a la que ustedes
han adherido como una forma de la identidad, y a la que también han sabido defender
permanentemente. Estamos en un país en el que están respetados los derechos
humanos, y es uno de ustedes quien desde la justicia, como corresponde, vela
por el cumplimiento de todas las normas de un estado de derecho.
Estamos en un país que ha hecho cierto los derechos
fundamentales del hombre, consagrados en la Carta de las Naciones Unidas, y que
ha adherido al Pacto de San José de Costa Rica.
Vivimos en una Argentina donde se establece en libertad el
derecho a la educación y también donde se protege la vida desde la misma
concepción.
Es decir, hoy podemos decirles, yo a mi abuelo gallego,
ustedes a sus padres o abuelos
armenios, simplemente que tuvieron razón; agradecerles el
esfuerzo mayúsculo de abandonar paisajes queridos, afectos y familias y que para
venir a desarrollar la nueva familia y enriquecer a la sociedad argentina.
Muchísimas gracias. hayan elegido estas costas.
Fuente: Palabras pronunciadas por el Sr. presidente de la nación, Dr.
Raúl Ricardo Alfonsín, en la cena ofrecida en su honor por la Asociación
Cultural Armenia, el día 1º de septiembre de 1987.
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