Sr. Presidente. —
Tiene la palabra el señor senador por el Chaco.
Sr. León. — Señor
presidente: estoy convencido de que muchos de los señores parlamentarios
—algunos jóvenes, otros un poco más maduros— estamos viviendo los interrogantes
para las respuestas más difíciles de nuestra propia militancia.
Tengo la sensación de que con nuestro voto estaremos
definiendo la vida y el porvenir de millones de argentinos.
El otro día, decía el presidente de la Nación que el orgullo
de ser militar debiera estar indisolublemente unido al de ser argentino. Creo
que este seria un formidable programa para todos los argentinos. Lo es para mí
que creo en nuestra Nación por encima de cualquier otra cosa. Por eso voy a
expresar en este debate mis palabras con amor a la Republica y en esta votación
tan difícil apostare a la unidad de los argentinos; a ser leal con la histórica
definición del radicalismo en el sentido de nuestra nativa solidaridad
nacional.
Acepto participar en este debate como una oportunidad que
nos brindan nuestra militancia y nuestro destino. Puedo equivocarme, pero se
que la calificación del error en nuestro voto depende del grado de patriotismo
de la sociedad.
También quiero ser leal con mis ideales que, estoy
convencido, se insertan en los de las grandes mayorías nacionales. Quiero
combatir contra los fantasmas de nuestros desencuentros, contra todos los
duendes que sembraron violencia, odio y rencor en el camino de sucesivas generaciones
claudicantes e infecundas, constituyendo una historia que siempre deseamos brillante,
pero que a veces apareció definitivamente opaca.
Quiero defender a los argentinos de la coacción de otros
compatriotas. Yo siempre sostuve que la democracia era una resultante cultural.
Y en nombre de dicha cultura y de mi concepción nacional yrigoyenista debo
seguir luchando para que se sigan multiplicando esas hierbas esenciales que
forjaron el criterio con que el país intenta desarrollarse y no se produzcan
nuevamente los más cruciales desencuentros y las más lamentables enfermedades.
En nuestra sociedad aparece como un problema insoluble el hecho
de que durante largos periodos la ley dejo de existir y el derecho se perdió en
una selva donde anido una concepción prepotente e infecunda. Y, en algunas
oportunidades, la democracia constituyo un tiro en la nuca para nuestro propio
drama.
Por eso este debate adquiere jerarquía, porque se encuentran
en juego los intereses de quienes han forjado una historia que tiene a mi generación
como protagonista de largos anos de frustraciones.
Adhiero a las palabras pronunciadas por el señor senador por
Entre Ríos en el sentido de que más que insistir en los resabios del ayer,
debemos de ser capaces de generar una nueva disposición para el funcionamiento
futuro de la Argentina.
Nosotros vivimos muchas frustraciones, y este es el momento
de salir de la decadencia en la que estamos inmersos. Pero para hacerlo debemos
imponer en nuestros corazones, almas y espíritus las definiciones y el
convencimiento de que por sobre las angustias de la libertad del pueblo y las
tristezas de la deformación o del tedio debe imperar la idea de forjar una
nueva republica.
En nuestra sociedad, algunos nos mostraron la historia con
sus almanaques más tristes.
Estimo que muchos valores han muerto por el propio egoísmo
de la gente. Hay quienes creen que todo tiene un precio y puede comprarse. Yo
pienso que hay valores sin precio.
En nombre de los valores sin precio, el radicalismo esta tratando
de aportar en esta circunstancia nuestra humilde contribución para que la Nación
tenga un destino mejor.
De esta axiología deben surgir conceptos que nos permitan
descubrir un mundo mejor.
A mi la ley no me parece nada ideal, pero es nuestra realidad.
Estamos por votar un proyecto de ley respecto del cual, según
se ha publicado en los diarios, dicen los jefes del Estado Mayor que es insuficiente.
Y cada uno de nosotros, desde su laberinto de dudas, se formula la pregunta de
si lo que estamos haciendo con altísima generosidad servirá para descubrir
aquel mundo que brinde paz a los oficiales y fundamentalmente de paz a nuestros
propios hijos. Este es el camino de síntesis que nosotros tenemos que
descubrir.
Todas las respuestas que debemos dar dependen de las propias
conductas nacionales. El pueblo, nuestro pueblo, el objeto fundamental o, para
decirlo mejor, el sujeto fundamental de nuestra preocupación, traicionado
muchas veces, volvió a creer en el dialogo, y piensa que la confianza es mejor
que seguir viviendo enmarcados en la propia sospecha.
Se habla de reconciliación. ¿Quien seria capaz de negar la reconciliación?
Ciertamente, ella tiene que alejarse para siempre de la farsa, por- que en la
Argentina se usaron muchas de esas formidables palabras para la paz mientras se
seguían cultivando los rumbos de la violencia. Por momentos se la ve en la
bomba; por otros largos ratos no se la ve pero esta metida en el alma de los
que no tienen trabajo, techo ni libertad.
En atención a lo dicho, el radicalismo ha traído con
humildad pero con convencimiento este proyecto a nuestro Honorable Senado,
Estamos tratando de ver si las esencias morales, si nuestras reservas
espirituales pueden reemplazar a los ideólogos de la violencia, a la tentación
totalitaria, a ese materialismo infecundo que casi siempre se junto a la
autocracia para abrazarse así a la extranjería que vendió por un plato de
lentejas los mejores vigores de nuestra nacionalidad.
Juárez, aquel indo americano que en México peleo por una
causa que todos podemos aplaudir, decía que la paz se lograba con la custodia
del propio derecho, consiguiendo que este derecho sea respetado; y sintetizando
que la paz es respetar el derecho ajeno.
Pienso que la paz es también la igualdad y que nunca habrá
igualdad en una Nación si algunas minorías se quedan con todos los derechos y
las mayorías exclusivamente con las obligaciones. Esto vale para civiles y también
para militares.
Debemos servir exclusivamente un nuevo con- vencimiento
constitucional.
Las vicisitudes de este último medio siglo han confundido
las creencias comunes de nuestra propia sociedad. Creo que este proyecto de ley
que estamos debatiendo es una resultante de esta confusión de los argentinos.
La despolitización del pueblo y la politización militar incubo nuestra tragedia
de funcionamiento y de estabilidad,
Se lo digo con el corazón en la mano a nuestros compatriotas
militares porque todavía hay algunos que no han hecho su autocrítica. En la
Argentina todos tenemos que ser humildes, porque es la esencia de la
democracia, si queremos ser realmente leales a esta concepción.
El gobierno constitucional esta viviendo en medio de aguas
encrespadas. Nuestro drama es global. Si bien es cierto que hay avance de la democracia,
también hay dificultades económicas y algunos quieren usarlas para afectar la
credibilidad en el sistema; esto es lo que hay que desterrar para siempre de
nuestro país.
Se que son inútiles los agravios recíprocos y que el camino
de la reconciliación es una obligación, pero ¿quien no aspira a la reconciliación?
¿Que argentino no ama la paz? Lo que ocurre es que debemos reconciliarnos en el
marco de realidades morales y no vivir columpiados, por los 'tironeos'
circunstanciales.
Si hubiera un compatriota militar allí sentado le preguntaría:
¿esta de acuerdo con que la Republica deba ser manejada por las mayorías
nacionales o no? ¿Esta de acuerdo con que las minorías deban ser respetadas o
no? Esto ya seria un principio. Esta ley debe tener una corresponsabilidad.
Nunca mas en la Argentina alguien puede decir, sin agraviar a todos sus
conciudadanos —los que pertenecen a generaciones pasadas, los contemporáneos y
los que van a nacer—, que la junta militar es el órgano supremo de la Nación.
Esto dijo el gobierno del general Videla y compañía. Este tipo de deformaciones
debe terminar, quedar al borde del camino. De lo contrario aquí, con la mejor intención,
estaríamos tirando nuestras ideas, humildes, pobres, pero nacionales, al saco
roto de las nuevas prepotencias, de los islotes feudales, de las aspiraciones todavía
autocráticas- Nuestro drama es que hay minorías que aun quieren el poder y que
para conseguirlo han inferido grandes agravios a la Republica.
En una palabra, ¿quien de nosotros no esta con la reconciliación?
Pero, ¿quien de nosotros podría reconciliarse con el que, se puso o se pone al
margen de la ley?
Hoy mismo nuestro país esta sacudido por exceso de palabras.
Un ex presidente constitucional prácticamente hizo hace unos días la apología
del golpe de Estado.
Hemos descubierto algunas situaciones psicológicas. Cuando parecía
que el país había absorbido todos los dolores, que íbamos a borrar todas las
cicatrices, ahora nomás, a tres años y algunos meses de esfuerzos, de madurez
del pueblo aparecen otra vez los que quieren ponerse delante del prestigio de
la Republica.
Tengo amigos militares y respeto a las fuerzas armadas como institución.
Formulo mi discurso en nombre de una actitud nacional que estoy sintetizando.
Quiero que esto que aporta mi partido, que a veces es doloroso para algunos de
nosotros porque estamos colocando algunos principios al borde del camino, nos
permita avanzar hacia una historia diferente para toda la Nación.
Comprendemos que nuestra personalidad se achica frente a la
responsabilidad histórica de un partido y fundamentalmente ante la responsabilidad
histórica marcada por el pueblo para gobernar la Argentina.
El otro día leía una declaración de un profesor de la
Escuela Superior de Guerra de nuestro país. Se llama Isidoro J. Ruiz Moreno y
es profesor de historia. Se refería a la aspiración militar de este momento y
seguramente interpretaba bien a sus alumnos, lo que nosotros respetamos.
Integra la Comisión de Defensa Nacional y hace poco nos
pasamos un día en el Colegio Militar donde conversamos, dialogamos, y
comprendimos que había algunas actitudes para marchar un poco hacia adelante.
Pero adviértase lo que expresa el mencionado profesor en "El
Observador" que sale con la revista "La Semana".
Dice:
"Los militares no están conformes con el momento que se
vive… Internacionalmente no lo están con la situación política actual de un
volcarse a la orbita comunista (los casos de la Unión Soviética, Nicaragua y
Cuba son notorios), con las agresiones de algunos políticos radicales hacia las
fuerzas armadas... Ellos conocen —se
refiere a las fuerzas armadas— planes de enseñanza en la universidad, —a través
de sus parientes o amigos—, dirigidos a instaurar un espíritu colectivista..."
en la Nación.
¿Como pueden ser profesores? ¿Como pueden nuestras fuerzas
armadas tener profesores tan irresponsables y tan imprudentes? ¿Que ha hecho
este gobierno para que alguien lo califique de colectivista o arrimado esa
orbita? Digo esto porque no tengo nada que ver con el marxismo.
Creo en el pluralismo. Marx era un hombre inteligente; la aplicación
política de la teoría de Marx ha fracasado porque no ha salido del campo
totalitario. Pero tengo que decirle a mi compatriota militar que el único
gobierno que condecoro a un general ruso fue el del general Videla.
¿Que hubiera pasado con Raúl Alfonsín si hubiera condecorado
a un general ruso? Le hubieran dicho que estábamos vendiendo el alma a una de
las potencias, que significa en muchos aspectos tirarle de la cola a la aspiración
de nuestra inserción histórica nacional.
Pero eso lo hicieron los militares, lo mismo que los
convenios con Cuba. El canciller Costa Mendez fue a abrazarse con Fidel Castro
casi sobre el filo de la guerra de las Malvinas y nadie dijo nada. Esta tal vez
sea una diferencia de densidad en valorar el país entre nosotros y algunos
militares. Cuando invadieron Malvinas pidieron colaboración al país y nosotros
burlados, partidos proscriptos, disueltos, fuimos solidarios con la causa de
las Malvinas y aunque nunca se nos ocurrió disolverlos, ellos nos disuelven y actúan
en una forma que lesiona el andamiaje de funcionamiento del país.
Por eso este debate debe ser hecho con una gran lealtad
entre nosotros La Argentina no es una tribu y tiene aspectos importantes y también
una buena historia. Además tiene plantea- da esta dura cuestión: el pueblo
quiere unirse definitivamente y salir de la selva, pero hay que comprender que
para salir de la selva no hay que salir de los cuarteles.
El radicalismo es nacional. Cree en el pueblo, el de la
plaza, el de la fábrica, el de la universidad, el de la investigación, el que
se cruza con nosotros a diario por todo el territorio de la Republica,
El radicalismo respeta a las fuerzas armadas., distinguido
amigo senador Vidal. Aquí se nos ha dicho que hacíamos política de agresión. ¿Que
ha hecho históricamente el radicalismo para que nos digan que agredimos a las
fuerzas armadas? Yrigoyen tenía buena relación con ellas. ¿Que hizo Illia para
que lo echaran? Durante su gobierno achicamos el 50 por ciento de la deuda
externa, tuvimos un 26 por ciento de inflación y nadie pudo levantar el dedo
para marcarle un ápice de inmoralidad, pero lo echaron.
Somos nosotros los que tendríamos que sentirnos agredidos. Y
le pido, compatriota militar, que todos ustedes en los casinos de oficiales
con- versen y recapaciten porque hay una historia que nosotros queremos
cambiar, pero no podemos hacerlo si ustedes no comprenden que sus hijos
necesitan también una oxigenación de democracia.
Como partido político histórico el radicalismo no tiene
rencores ni agravios, pero si asume la responsabilidad de ser gobierno y
pretende echar las bases de nuestra propia estabilidad. El radicalismo aspira a
cumplir la responsabilidad de gobernar y esto no implica lesionar el derecho a
la disidencia y al pluralismo. Pero yo, como legislador, miro a la Nación y
descubro una decisión de convivencia, aunque no estoy convencido de que todos los
sectores del país hayan abandonado el campo de batalla contra la Constitución. Y
esta es mi duda, este es nuestro interrogante.
Las fuerzas armadas han disuelto los partidos políticos. ¿Alguna
vez se le ocurrió a un partido político disolver a las fuerzas armadas? No, porque
ellas son instituciones, pero entonces, ¿por que ellas, que son instituciones,
disuelven a los partidos políticos, que también lo son? Si no nos entendemos en
el campo mutuo es posible que sigamos fracasando, y esta me parece que es la
clave de nuestra posición.
Yo quiero votar esta ley absorbiendo todos los dolores
nacionales. Me incluyo humildemente en todo acto de contrición, pero las
fuerzas armadas nos deben convencer de que las soluciones para las cicatrices
que queremos cerrar deben ser integrales, globales. Nadie debe quedar afuera
del compromiso, hacia el futuro; nadie. Debemos remacharlo creando entre todos
una nueva fe para elaborar una nueva sociedad.
Hoy existe tal vez una acción psicológica de sectores de las
fuerzas armadas contra el campo civil, o democrático; es una miliaria. Pero también
hay una acción psicológica de algunos sectores civiles contra las fuerzas
armadas. Lo reconozco, Ninguna de esas dos actitudes serviría; ninguna de esas
dos estrategias nos prestigia.
Yo daré mi voto afirmativo en esta iniciativa, en busca de
paz y de unidad nacional. Pero deseo pedir a las generaciones militares que no
se dejen tentar nunca mas por los intereses creados ni por las minorías que extrañan
el poder que algunas veces los propios militares les dieron.
Todos sabemos que esta es una larga historia que comenzó en
1930, cuando lo echaron a Yrigoyen. Ese mismo profesor decía que uno de los
actos importantes de las fuerzas armadas fue derrocar al gobierno en aquel ano.
Y yo preguntaría a los alumnos de ese profesor si saben que los que echaron a
Yrigoyen en 1930 también pusieron preso al general Mosconi. ¿Les enseñará este
profesor a los alumnos que los propios militares metieron preso a un general
como Mosconi?
Debemos zambullirnos de cabeza en el campo de la verdad
porque, si no tenemos el coraje de hacerlo, es posible que sigamos desencontrados.
En 1930 nació la "década infame", surgieron los fraudes, avanzo el
esquema de la politización de las fuerzas armadas, así como también prosperó el
colonialismo intelectual. Un vicepresidente de la Nación dijo en Londres que
nosotros éramos una colonia inglesa. En esa época se pasaban insinuaciones
sobre quien podía ser el presidente de la Nación, en la Cámara de Comercio
Argentino-Británica. Y eso se hacia frente al silencio de los sectores
militares que aparecían como tutores del gobierno fraudulento.
No quiero hacer una historia que ustedes conocen; solo diré
que yo era joven —por lo menos, mas que ahora—; he visto tanques de nuestras fuerzas
armadas sostenidas por el pueblo sin la bandera azul y blanca, en nombre de los
azules y colorados. Con que lealtad me van a hablar a mí de Nación si un día el
general López Aufranc levantó puentes, bombardeó una base naval argentina en
nombre de una pelea menor y sacrílega por ser entre argentinos.
No se puede jugar con la Nación. Y esto es lo que reclamamos
¿Qué diferencias hay entre el terrorismo de unos y la irracionalidad de los
otros? No queremos ninguno de los dos. No queremos bomba alguna, pero también
pensamos que no es posible que en función de lo interno se destruyan las
propias estrategias de nuestra defensa nacional.
En el debate planteado acerca de la ley de defensa nacional,
dije que debíamos perfeccionar la subpolitica militar porque, en el marco de la
defensa nacional, la política militar es una subpolitica.
Alguien de nuestro partido dijo que el dilema era
"democracia o dictadura"; pero no lo hacíamos, mis distinguidos y
queridos amigos, señores senadores Feris y Vidal, para decir que los militares
eran la expresión de la dictadura y nosotros los únicos demócratas; no somos
pavos reales. Lo que queríamos decir era que la democracia es la horizontalidad
que permite la participación y una mejor distribución; que la dictadura termina
enredada en sus propias llamas pagando los platos rotos de la deformación
institucional. Esta es la historia; no estoy in- ventando nada.
Las fuerzas armadas han llegado al gobierno, en algunas circunstancias
muy bien pivoteadas, incluso —por qué no decirlo, con todo respeto—, por alguna
prensa del país y por estructuras de acumulación del dinero que controlan la sociedad
de consumo y algunos medios de comunicación para crear la psicosis de la
actitud golpista. Esto es lo que tiene que terminar.
Nosotros no queremos ofender a nadie cuando decimos
"democracia o dictadura", pero las dictaduras nunca reciclan
actitudes de desarrollo y hasta ahora han sido amigas de las minorías oligárquicas,
con excepción de Perón, quien sirvió a una mejor distribución en un momento
especial del país. Pero generalmente, fueron fuerzas para la tutoría de la
libertad más que para la custodia de procesos de transformación.
Queremos la democracia, porque es el único camino para la transformación.
Quiero pedir que interpreten esta parte de mi discurso que
es como un brazo tendido a las fuerzas armadas. Soy nacionalista porque soy
yrigoyenista. Las fuerzas armadas tienen que ser nacionalistas, pero no con
"zeta" ni abrazadas al fascismo; tienen que tener amor por el país,
custodiar el valor de nuestra cultura y afirmar nuestra concepción de vida. Sin
embargo, Ongania se decía nacionalista, pero por su primer decreto anulo la ley
de medicamentos del radicalismo que tenia un claro sentido anticolonial y luego
anulo el decreto referido a las concesiones petroleras.
No se por que echaron a Illia, quien, incluso, le dio
veinticuatro horas de plazo al presidente del Banco Mundial para que se fuese
del país cuando quiso "meter la mano" en la distribución y el manejo
de la política energética argentina.
Voy a pasar por alto, algunas de las cosas que tenia pensado
decir. Tenía por aquí la primera definición del último proceso militar.
Generalmente los golpes militares empezaron nombrando interventores federales,
pero el último fue el más grosero, porque directamente nombro gobernadores.
Pero este aspecto lo ha conocido el pueblo de cerca.
Aquí tengo un mensaje del año 1983 de la Junta Militar,
mediante el cual se formulaba una propuesta de pacificación nacional. ¿Quien no
quiere la pacificación? En su propuesta —digo esto porque al radicalismo
algunos sectores lo acusan de haber votado la amnistía de 1973, aunque nadie
dice que votamos el proyecto propio, como bien lo ha explicado el señor senador
de la Rua— las fuerzas armadas dicen:
"La prudencia aconseja, pues, el ordenamiento que se
propone como un acto de gobierno que mira al bien general del país, el que
exige dejar atrás los enfrentamientos, perdonar los agravios mutuos y procurar
la pacificación nacional con un gesto de reconciliación..."
Asimismo expresa:
"La pacificación de los espíritus debe apoyarse en la
efectiva extinción de todas las causas abiertas y por abrir, vinculadas con los
hechos ocurridos durante estos últimos años..."
De lo que expresan a continuación surge un interrogante,
porque parecerla que se quiere justificar todo lo que se ha hecho en nombre del
combate a la antipatria, ya que la propia pacificación propuesta por los
militares en septiembre de 1983 dice: "La ley proyectada otorgara sus
beneficios a quienes agredieron a la Nación por motivaciones subversivas o
terroristas o sea que se busca desde el propio campo de las fuerzas armadas
—cuando ya se estaban yendo en 1983— la propia amnistía a las organizaciones
subversivas y terroristas. Entonces, algunos sectores tienen que dejar de
descalificarnos a nosotros al manifestar que votamos nuestro propio proyecto de
amnistía en 1973.
Nunca el radicalismo tuvo nada que ver con la violencia, y
mucho menos con la violencia irracional en el país. Ya hemos dicho aquí que hay
gente que habla de la amnistía. Es posible que alguna vez el país este en
condiciones de aceptar una amnistía. Me voy a referir a una de las muchas que
se votaron desde 1810, Me refiero a la primera que sanciono el Congreso el 22
de junio de 1875. Esta introdujo una curiosidad histórica y era que los
amnistiados debían jurar respeto a la Constitución, a las leyes del Congreso y
a las autoridades de la Republica. Esta fue la primera amnistía del Congreso en
1875, después de nuestros duros enfrentamientos nacionales.
Señor presidente:
tendría más material para hablar de esta ley que busca la pacificación, pero
que necesita una corresponsabilidad. A veces se quiere cargar de
responsabilidades al campo civil en el problema del terrorismo y de la
guerrilla. Yo formulo una pregunta a mi imaginario compatriota militar con
respecto al operativo Dorrego, en 1974. Las fuerzas armadas transportaban en
sus camiones a los montoneros; hicieron fogones con ellos. Incluso tengo una
foto de los diarios en la que esta el general Harguindeguy —entonces coronel—
con los lideres montoneros. No se si esa noche, lo convencieron al soldado
Invernizzi para que abriera la puerta del Instituto de Sanidad del Ejercito. Es
decir que creo que este problema de dar la imagen de que de un lado esta todo
lo que pelea contra la violencia, merece una forma de conciencia. Yo ya dije
que hacia mi acto de contrición, pero todos tenemos que hacerlo.
Las fuerzas armadas tienen que defender nuestro sentido nacional.
Fíjense que durante el último gobierno de la junta militar se transmitió, a las
seis de la mañana, por la cadena oficial, el casamiento del príncipe de Gales.
Es decir que más deformación de nuestra moralidad como Nación es imposible.
A pedido de Reagan votamos en el exterior los argentinos un pedido
de elecciones en El Salvador. Es decir, el gobierno pedía para los de afuera lo
que no daba a los de adentro.
El general Videla dijo que era un hombre feliz, que miraba
con simpatía la dictadura de García Meza, expulsado del poder por sus propios
compatriotas bolivianos por narcotraficante, Prestamos doscientos millones de dólares
para participar del golpe de Estado en Bolivia. Estas son las cosas que a
nosotros nos duelen porque lesionaron, fundamentalmente, al país. Los dólares
sacudieron a nuestras familias.
En 1977 el radicalismo hizo una declaración reclamando la Constitución,
y fuimos todos a la justicia. Recuerdo que yo le dije al- juez Giletta que si
reclamar la Constitución era un delito, era porque la Republica estaba muerta
y, lógicamente, seria bastante doloroso aceptar que en nuestro país la
Republica, si no muerta, aparezca moribunda. En algunas circunstancias así lo parecía.
El radicalismo y los partidos políticos, en la
Multipartidaria, dialogaban con el gobierno para buscar la salida democrática.
Les trataban de negar el dialogo pero le daban explicaciones a Rockefeller en
el Colon. Esto que marco a grandes rasgos son las cosas que a mi mas me duelen,
que me dolieron porque en esto no se agrietaba solo el formidable amor de una
familia si no el espíritu de nuestra nacionalidad.
Por eso,- señor presidente, voy a votar favorablemente este
proyecto de ley. Nosotros no estamos en ninguna revancha. Dijeron que somos
antimilitaristas; si que lo somos, pero no somos antimilitares. Creemos en todo
lo nuestro pero pensamos que el militarismo ha hecho mucho mal a la Argentina y
a America latina.
El militarismo es como el clericalismo a las instituciones
de la fe, como la demagogia a la política, trastorna el sentido ético y moral
del funcionamiento de las propias instituciones.
Voy a mencionar algunas de las cosas que dijo el radicalismo
en la época cuando en la Argentina todos los días teníamos muertos de los dos
lados, que a todos nos dolían, a algunos mas que a otros,
En esta Cámara yo rendí homenaje, en nombre del bloque de
senadores radicales, al coronel Larrabure, el que pueden encontrar en el Diario
de Sesiones. Entre otras cosas dije que matándonos entre argentinos no íbamos a
salvar a la Republica,
Por eso creo que esto que estamos buscando tiene un rumbo de
pacificación, de búsqueda de una política militar que este en el sendero del
dialogo. Seria bueno, compatriotas militares, que cuando haya que presentar
alguna queja no saquen las armas; porque hay una ventaja, nosotros votamos presupuestos
para las fuerzas armadas, queremos oficiales para custodiar nuestra
independencia y la soberanía del pueblo; pero si las armas se usan para meter
miedo dentro de la propia vida del país, no resulta buena política solidaria.
Nosotros hemos rendido homenaje a los héroes de Malvinas. Aquí
hay testigos de cuando yo decía en mis discursos que lamentaba que el general Menéndez,
al firmar el acta de rendición, no se hubiera pegado un tiro para salvar un
poco la dignidad de los argentinos.
El campo civil esta haciendo lo que puede, ha hecho lo que
pudo, Este gobierno ha recibido a la Nación en peores circunstancias. Ha cometido
errores, lo acepto, señor presidente. Pero también ha tenido aciertos, El
pueblo se ha unido en una nueva marcha madura, limpia, generosa y solidaria.
Esto merece que en lugar de la prepotencia, entremos en una etapa de
convivencia. Ni la represión exagerada, ni, el crimen político, ni la tortura o
el secuestro pueden constituir una respuesta a nuestra responsabilidad como Nación.
En cierta oportunidad el comité nacional, presidido por Balbín,
señalaba que parece que un juego de violencia —de esa época— usurpa y destruye, confunde las trincheras y
amenaza la paz de los argentinos. Y agregaba:
"No se trata de matar por rebeldía, no se trata de
matar por represión, se trata de no matar".
¡Que buen programa para los argentinos seria dejarnos de
matar entre nosotros y abrazarnos definitivamente a una solidaridad en la que
no existiera lugar para la sospecha!
Por eso, señor presidente: adhiero a un homenaje realizado
el 31 de julio de 1946 por el entonces diputado Ricardo Balbín a las fuerzas
armadas. Aclaro que no tenemos ningún tipo de agravios contra ellas, pero
queremos que se correspondan con la nueva historia para que la sociedad argentina
este conforme con su desempeño, Balbín expreso en dicha ocasión:
"Homenaje de libertad americana que inspiro el Ejercito
Argentino; ejercito, que dentro de la civilización política argentina debe
estar al servicio de la democracia, ¡puramente al servicio de la democracia!
... Si el Parlamento se ha de levantar, con sentida emoción, en homenaje a
estas instituciones, que vuele alto, que supere a todo, que pase por sobre el
Congreso y sobre el Poder Ejecutivo; que se ponga por encima de todas las miserias,
y de todas las glorias. Entonces, quedara estampado en las paginas del Diario
de Sesiones, que nos pusimos de pie, no extemporáneamente, sino porque, en un
minuto cualquiera de la historia, los hombres que representan el pueblo
sintieron la necesidad de levantarse al servicio de la democracia, haciendo
honor a las armas de la Nación, que la deben asegurar y defender".
Señor presidente:
tenga la seguridad de que he dicho estas palabras para apoyar favorablemente el
despacho del proyecto que ya obtuvo sanción de la Honorable Cámara de
Diputados, con el mayor fervor nacional. ¡Que Dios ayude a nuestra paz!
(Aplausos.)
Fuente: Honorable Cámara de Senadores de la Nación Argentina.
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