Sr. Oyhanarte -
(...) Derivados, señor, a esta Cámara por la voluntad flagelada del pueblo de
Buenos Aires, sería traicionar su mandato, sublevarse contra sus irrevocables
designios, si no llegáramos a este recinto trayendo la clarividencia de algunas
verdades que han de imponerse, como se imponen siempre las verdades, menos por
la agresividad de sus enunciaciones que por la valentía de su propia eficacia.
Llegamos a este recinto trayendo un alegato doloroso y a la vez viril ;
venimos al mismo tiempo que, desde el triunfo, óigase bien, resonante e
inconfundible, desde la adversidad; traemos todavía como la aversión del espectáculo
de que ha sido víctima la provincia -heroica y altiva provincia nuestra- que,
en el momento preciso en que debía ser dueña de su destino, vio nuevamente
exhumarse, como en una resurrección inverosímil, íntegramente, su pasado
sombrío, con su cortejo de perversiones, con sus celadas, con sus trampas, con
sus falsías, con sus mentiras, con sus engaños, con sus martirios y, ¿por qué
no decirlo?
¡Con su sangre! Buenos Aires había conquistado con exceso el
derecho de su liberación política. Cuando la posibilidad del comicio, no la
parodia que le escarnece y le vilipendia, se ofrecía como una solución posible
de sus conflictos cívicos, Buenos Aires cubrió los atrios y afirmó en ellos,
sin dudas y sin vacilaciones, los imperativos de su voluntad, siempre alta,
¡siempre aventurada por causas superiores! Cuando se clausuraron los comicios,
Buenos Aires se vio impelida a la revolución, y supo dar el ejemplo asombroso y
heroico de terminar con una situación de hecho, con un gobierno que había
ascendido hasta el solio sagrado a espaldas de la Constitución, en 24 horas, en
una sola noche memorable y heroica (...).
La abstención ha permitido al pueblo mantenerse en la
integridad soberana de su ideal, lejos de las supercherías de los comicios
fraudulentos, donde los oficialismos culpables fraguaban y fraguan torpemente
la parodia de la soberanía. La abstención ha sido entre nosotros el veto
formidable rubricado por el pueblo consciente y austero a todas las
arbitrariedades y a todos los vicios que pretendían encubrirse con las fórmulas
excluidas de la legalidad, que simulaban la realización del sistema democrático
federativo allí donde un organismo roto, caduco y despiadadamente anquilosado
estaba proclamando el fracaso de nuestro sistema político, ¡la inanidad
absoluta del orden regular! (...).
Sería cerrar los ojos a la evidencia y a la verdad; más:
sería cerrarlos a las solicitaciones altruistas, permanentes y luminosas del
patriotismo sostener que la escena abierta en Buenos Aires no ha sido la
repetición exacta de todos los escenarios que con anterioridad se han abierto
por el fraude en el territorio de toda la República. No; la Unión Cívica
Radical, cuya razón de ser y cuya existencia no ha de encontrarla el
historiador futuro en la concurrencia contingente del comicio, en el anhelo
circunscripto y estrecho de llegar al poder, por el poder mismo; la Unión
Cívica Radical, que ha venido a heredar la tradición histórica e invicta que
hizo y formó nuestra nacionalidad y nos legó nuestras instituciones, las mismas
que hasta ahora no han descendido de las páginas irreprochables de la
Constitución; la Unión Cívica Radical, decía, pensó que la concurrencia al
comicio, después de heroicidades tan repetidas debía verificarse de otra
manera: que debía haberse abierto en Buenos Aires una liza perfectamente imparcial
donde todos pudieran tener la certidumbre inequívoca de que la voluntad popular
depositada en la urna no sería juego de los escamoteos tan comunes a la
menguada politiquería criolla; ¡de esos escamoteos que a veces han enrojecido y
teñido de sangre el atrio y que otras veces han llevado al pueblo descreído a
encerrarse en sus hogares, con la tristeza íntima de sus esfuerzos cívicos
fracasados! (...).
(...) me he de permitir leer una circular pasada por el
gobierno de la provincia de Buenos Aires, por intermedio de su jefatura política,
a todas las comisarías de campaña.
Vio ella la luz pública: aquí la traigo en un recorte. Dice
esa circular:
"Al señor comisario de...
Tengo el agrado de remitirle... planillas prontuariales, las
que personalmente y con la mayor reserva se servirá llenar, de acuerdo con las
siguientes instrucciones:
- Anotará en ellas, con toda precisión, el nombre de las personas que fuera de toda duda, sean radicales intransigentes, que respondan aún al jefe de esa agrupación, doctor Hipólito Yrigoyen, y residan en el partido de su jurisdicción.
- Hará constar, igualmente, el domicilio de los mismos, determinándolo con exactitud, como así también si tuviera otros fuera de la localidad.
- Al llenar esa planilla es indispensable que la filiación sea anotada con toda prolijidad, debiendo establecerse el oficio o empleo que actualmente desempeñare, y si fuera hacendado, el nombre del establecimiento y cuartel en que está situado.
- En la primera línea de los antecedentes políticos y morales anotará: 'radical intransigente' y cinco más abajo el elemento electoral que individualmente podría aportar a su partido. Inútil creo recomendarle que este último dato debe proporcionarlo libre por completo de todo apasionamiento, pues no escapará a Vd. que es de suma importancia la mayor exactitud, desde que necesariamente en él ha de fundarse esta comisaría en las conclusiones a que arribe en el delicado trabajo que le ha sido encomendado por la superioridad". (...).
(...) Como es sabido, no hay en su legislatura, en sus dos
ramas, la Cámara de Diputados y el Senado, otra divisa, otra filiación, otro
conglomerado que los representantes del régimen.
Sin embargo, señor, la Constitución de Buenos Aires
establece para la renovación de sus autoridades el sistema proporcional; es
decir, entonces, que si Buenos Aires se encontrara en una situación de
legalidad, debería ser representada en su legislatura toda la policromía en que
se divide el ambiente político de la provincia; deberían estar allí sentadas
todas las fracciones políticas y todos los partidos orgánicos; debería tener
allí su influencia la Unión Cívica Radical que, según es público y notorio, ha conseguido
después de todas las dificultades, de toda la lucha que ha debido sostener, de
las persecuciones y trampas que le han cerrado el comicio, el voto de cincuenta
y ocho m i l y pico de electores; y sin embargo, en esa legislatura no se
sienta un solo ciudadano que represente una causa, ¡que por lo menos se la sabe
con cien mil electores a la espalda! (...).
Rojas, señor, es el pueblo de mi nacimiento. (...) sepa esta
honorable Cámara, para que pueda medir a qué altura me cierno de las miserias y
de las pequeñeces humanas, que entre la enumeración de nombres del oficialismo
de Rojas he leído el de uno de los asesinos de mi padre.
Allí, señor, en una noche lúgubre, que está presente, no en
mi venganza pero sí en mis sentimientos, en una noche lúgubre, que siempre
clarea en mi imaginación y más me aferra a esta causa como norte y orientación
de mi vida, en una noche lúgubre, decía, me levanté sabiendo que habían
asesinado por la espalda a mi pobre padre.
(Aplausos en las bancas y en las galerías)
Yo imputo, señor, este asesinato villano al régimen, al
mismo régimen que hoy escarneces a la provincia de Buenos Aires. (Aplausos en
las bancas y en las galerías)
Yo me levanté en esa noche trágica de mi vida, sabiendo que
mi padre había sido asesinado, cuando el menor de mis hermanos no había visto
aún la luz del sol.
Quedamos huérfanos, señor, cinco de nosotros, como ha
quedado huérfana esa pobre criatura que yo comprendo en todo el desamparo de su
vida, esa pobre criatura de De Diego , quedamos huérfanos, como decía, y alguna
vez en la noche, en las miserias prolongadas, en los dolores íntimos de mi infancia,
he deseado, lo confieso, llegar a esta tribuna para ocuparla nada más que un
minuto, y poder exteriorizar estas grandes verdades dolorosas (Grandes
aplausos) ... Debo también tributar un homenaje que es un verdadero homenaje de
hijo y de argentino a una santa mujer, a mi gran madre...homenaje argentino
para que las mujeres virtuosas, que anónimamente se hayan debatido entre los
infortunios y los dolores, tengan constancia y firmeza en el cumplimiento del
deber... para que sepan que puede llegar el día en que les haga plena justicia
y que un hijo de la adversidad venga a ocupar una banca, como ésta, para hacer
relampaguear con sus dolores el verbo de la verdad y la justicia.
Yo no quiero, señor, tal vez por la sugestión de noblezas
heredadas, yo no quiero personalizar aquel asesinato en determinados culpables;
pero desde todas mis rebeldías de argentino, desde todas mis rebeldías de
hombre, yo imputo, señor, este asesinato villano al régimen, al mismo régimen
que hoy escarnece a la provincia de Buenos Aires.
(...)
(...) alguna vez, en la noche, en las miserias prolongadas,
en los dolores íntimos de mi infancia, he deseado, señor, lo confieso, llegar a
esta tribuna para ocuparla nada más que un minuto y poder exteriorizar estas
grandes verdades dolorosas.
Y más que para hacer relampaguear aquí el verbo de la
venganza, que no me conmueve porque estoy abroquelado contra ella, más que por
eso, señor, he deseado llegar a ocupar una banca para hacer desde aquí lo que
siendo niño tuve que hacer desde la barra de la legislatura de mi provincia,
donde tuve que ir a enrostrar el crimen a uno de los miembros de esa
legislatura, porque hasta a esto nos ha acostumbrado el régimen de la provincia
de Buenos Aires: ¡a que vayamos a encontrar entre sus miembros a los asesinos
de nuestros padres!
(...) después de terminado este proceso que será uno de los procesos
más completos que se hayan formulado contra una determinada situación ante un
tribunal tan espectable, que es el primer tribunal de la República, o sea esta
honorable Cámara de Diputados; después de este proceso, digo, no me cabe duda
de que la Cámara se honrará anulando las elecciones de la provincia de Buenos
Aires, en términos tales que se puedan repetir esas elecciones en condiciones
de legalidad. (...).
Queremos, señor, que la escena de Buenos Aires se reabra, que
de una vez por todas se sepa cómo somos en Buenos Aires, en qué condición se
encuentra desde hace muchos años la inmensa mayoría de su electorado y cómo el
régimen ha tenido que valerse de todas esas artimañas, de todas estas
ignominias, porque era en verdad la única manera de evitar que deriváramos legítima
y exclusivamente al gobierno de la provincia. (...)
Estamos triunfantes en este momento en la escena total de la
República. Pero no es eso lo que satisface nuestros legítimos anhelos. Vamos
buscando, señor, la reparación de las instituciones, de esas instituciones
fundamentales que han costado tantos y tantos sacrificios, y que representan la
aspiración de los altos pensamientos directivos de la República. Buscamos,
señor, el resurgimiento de esas instituciones que han sido amasadas con sangre,
que han sido exponente de altiveces. Eso vamos buscando a lo largo de esta
reparación histórica que sintetiza el credo de la Unión Cívica Radical,
reparación anterior y superior a las contingencias menguadas de intereses
subalternos,
Eso somos, señor: esa es la Unión Cívica Radical; no un
partido sino una gran idea reivindicativa, de origen nacional. Y esta obra,
señor, se está consumando; se está consumando porque sabemos que el Presidente
de la República, el doctor Sáenz Peña, se ha sentido tocado por ella, y ha
visto que era necesario auspiciarla desde lo alto, para que no la impusiéramos desde
abajo, en términos más dolorosos. El Presidente Sáenz Peña no tiene en este
momento, y por eso es grande y trascendente este debate, otra obra que
realizar, si quiere entregar su nombre al respeto venidero, que atender a esta
reclamación que hace treinta años ha planteado la Unión Cívica Radical. (...)
La civilización argentina, señor, exige que se proclame la
derrota del fraude, enaltecido en la provincia de Buenos Aires al rol de
institución; exige de este alto cuerpo deliberativo la sentencia inapelable que
le restituya parte de su soberanía detentada, la sentencia inapelable que diga,
mejor que todas las disquisiciones, que la política argentina, función básica
del mejoramiento y del progreso generales, repunta camino a la verdad. La Nación
entera escucha estas deliberaciones y el sentimiento público manda que nuestro
fallo sea el de la conciencia nacional, que ya no admite unanimidades mansas y
silenciosas, que repudia el pasado con sus procedimientos delictuosos y anhela
para la República el voto libre que ha de realizar en la práctica la última etapa
de la organización nacional. (...).
Fuente: Honorable Cámara de Diputados de la Nación
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