En todo orden, la experiencia formidable de Rusia nos ofrece
estas lecciones que son, en mi concepto, las mejores que de ella puedan
sacarse: establecer lo que hay de eterno y de universal, distinguiendo o
separando lo que hay de particular, local y objetivo. Con una idea de copia
servil, de imitación incondicional, mirando al detalle, tropezándose con lo
artificial, no haremos nada. Seremos tan tontos como los que sonaron un día que
las ideas de Kropotkin podrían aplicarse al mundo, igual que el "Falansterio"
de Fourier o la "Utopia" de Tomas Moro. Yo reconozco y cada día estoy
más convencido, que America, nuestra America, ofrece al mundo una nueva
realidad, una realidad extraordinaria, excepcional. Entre la America yanqui y
Europa, no hay, a pesar de su progreso, una diferenciación tan notable. Y es
que la America yanqui no es sino un refinamiento, un avance, un nuevo
experimento formidable de la maquina capitalista europea, llevada a sus mas
altas y vastas calidades técnicas. Nosotros no solo hemos superado a esa España
feudal, perezosa y desgraciada, sino que nos hemos como salido del radio o de
la escuadra del mundo viejo. En America, bajo nuestro sol y sobre nuestras
pampas y montanas, se han purificado muchas supersticiones europeas y se ha
creado una serie de fuerzas nuevas. de tendencias mejores, de atisbos
verdaderamente dignos de toda atención. Nuestra America es única, justamente
porque por sus condiciones económicas peculiares ha resistido a Europa, ha
conservado mucho de su vieja vida, la ha fundido a medias con las corrientes
nuevas y ofrece al mundo un panorama, un tanto indefinido, quizá hasta confuso,
en el que la vida primitiva y la moderna, las etapas todas del progreso
económico del mundo, salvajismo, barbarie y civilización, feudalismo y capitalismo,
coexisten.
Hay cuestiones en America definitivamente terminadas y que,
sin embargo, palpitan fuertemente en Europa y aun en la America yanqui. La
cuestión de los judíos, por ejemplo, la lucha antisemita o contra los negros.
Aquí, como en los Estados Unidos, el judío y el negro pertenecen a un mundo
aparte, a un mundo rencoroso y hostil. Últimamente, el Dean de la Catedral de
San Pablo ha publicado sus impresiones de viaje a Norte America y dice en ellas
que el judío es tratado allá con mas severidad y desden que en Inglaterra. Como
será eso aquí el judío es un ser despreciable. Y aunque haya un lord Rotschild
y un sir Alfred Maund, aunque Rossebery y Disraeli fueran ministros de la reina
Victoria, el judío, en Inglaterra, como en Alemania, como en toda Europa, es un
ser desdeñado. Y los judíos forman hoy una de las razas más numerosas, mas
activas, más trabajadoras y más inquietas del mundo. Me detengo en esto porque
es el problema grave en Europa. En America, apenas distinguimos un judío de
otro hombre. En el Perú hay muchos y nadie repara en su raza o en su religión.
Igual en México, igual en Chile, casi igual en la Argentina.
En otros muchos casos, America ofrece ya la liberación, la solución de
problemas seculares de Europa.
Y en otros muchos aspectos. En el mismo movimiento
estudiantil, por ejemplo, nuestra America ofrece manifestaciones de
singularidad extraordinaria. Romain Rolland se sorprendió inmensamente cuando
yo le explique el sentido de la revolución universitaria. Me dijo que eso en Europa
era apenas concebible, pero que indicaba perfección o avance. Y así es.
¿Como explicar estas manifestaciones de singularidad
americana? Creo que nuestra idiosincrasia, sobre todo nuestro "modus
vivendi" actual, esta definido en gran parte por razones económicas, por
la realidad relativamente fácil de la vida americana, ajena todavía a las
absorbencias mecanizantes de la gran industria. Todos los ímpetus de una raza
fogosa se conservan casi puros y como acicateados por las proximidades
tropicales. La lucha por la vida, la rueda, el motor, las grandes miserias no
han domado o domesticado esos ímpetus que se conservan primitivos en los
pueblos y un tanto refinados, exaltados y enardecidos en ciertas clases o
grupos. Ya esta dicho que no es nuestra America un país industrial. Quizá tarde
mucho para serlo. La industrialización de nuestros países, dentro del actual
sistema social, significa el afianzamiento del imperialismo, ya sea yanqui o
ingles, pero imperialismo al fin. El más peligroso y el más seguro en su avance
es el yanqui, lo sabemos. La maquina, pues, no vendría nuestros pueblos sin dos
peligros; el de la conquista extranjera y de la esclavización de una gran parte
de nuestro pueblo. Esto va ocurriendo con más o menos fuerza en nuestra
America, pero va ocurriendo lentamente, con relación a la inmensidad de su
territorio.
Nosotros no somos, pues, en puridad, países capitalistas
como son, por ejemplo, los países europeos. Al hablar así, me refiero
especialmente a otros que no son la Argentina y el Brasil, en cuyos litorales
hay tanto de Europa. Somos países coloniales o semicoloniales económicamente:
porque movemos nuestra vida con dinero en su mayor parte extranjero y porque no
damos al mundo sino materias primas, que recibimos transformadas, por un alto
precio. Somos, pues, fundamentalmente, países agrícolas, pueblos de
"land". Goldschmidt, en un mapa económico que hace del mundo en su
curso de economía, divide la tierra en países-maquina y países-campo. Para el,
nuestra America pertenece a la segunda categoría. Nuestro problema social esta,
pues, en el problema de la tierra. Nuestra economía tiene su base ahí. El
problema de la tierra es, especialmente en el Perú, en Bolivia, en Ecuador,
Colombia y México, el problema social. En esos países, la industria beneficia a
un grupo limitado, y digo beneficia, no solo hablando del usufructuario
capitalista, que constituya una minoría ridícula, sino usando del vocablo
"beneficia" en el sentido burgués de la palabra, que se refiere también
al obrero que trabaja para aquella. Nuestros proletariados forman minorías, y
en muchas de nuestras industrias tropicales (azúcar, tabaco, algodón) a medida
que la maquina perfecciona y refina su técnica, demanda un número mayor de
trabajadores en el campo. Insisto, pues, en que nuestro problema fundamental es
agrario. ¿Cómo resolverlo?
He ahí el tema primordial de una política revolucionaria.
Creo que en México encontraremos una experiencia como en Rusia. Pero en México
encontraremos un error de individualismo; la pequeña propiedad. Error por esta razón;
la pequeña propiedad individualiza el poseedor y trabajador de la tierra y, al
mismo tiempo, le limita su capacidad de intensificar la producción. Obligado el
pequeño propietario a tener un terreno de área reducida, se ve imposibilitado
de modernizar en el su técnica de trabajo.
Un tractor, por ejemplo, maquinas modernas de labor, le
resultaran carísimos. Será para el mas costosa la maquina y los elementos de producción
de la tierra que la tierra misma. En consecuencia, recurrirá a los viejos métodos
baratos, al arado primitivo que apenas rompe la tierra y que no permite a la
semilla enriquecerse con nuevas substancias. Si se generaliza esta observación,
se encontrara al fin que la producción general del país decrecerá. Este probado
que arar con tractor, utilizar la maquina moderna en la agricultura, no solo
significa trabajo mejor y más rápido, sino mejor producto. La tierra cansada en
la superficie rinde mejor con el arado profundo. Pero este perfeccionamiento técnico
de la producción agrícola, que elevaría la producción total de un país o de una
región, no puede cumplirse por un pequeño propietario cuya capacidad económica
esta limitada al valor de su tierra, necesariamente pequeña. En México, este
problema se ha presentado en seguida de la revolución. La producción agrícola
del país no ha subido con la pequeña propiedad antes bien, se nota en ella un
decrecimiento. De otro lado, la gran propiedad no solo representa una
injusticia humana, sino un problema de economía social. El gran terrateniente
no trabaja gran parte de sus tierras o las trabaja mal. Esto ocurría en México
y ocurre en el Perú, como ocurrió también en Rusia.
El feudal se contenta con un producto parcial o incompleto de sus tierra, porque siempre será enorme para el, dada su extensión. Pero la economía, la nación, la región, necesita elevar constantemente su índice de producción agrícola intensificando la producción. Y esto es uno de los grandes beneficios de la división de la tierra: hacerla trabajar toda.
El feudal se contenta con un producto parcial o incompleto de sus tierra, porque siempre será enorme para el, dada su extensión. Pero la economía, la nación, la región, necesita elevar constantemente su índice de producción agrícola intensificando la producción. Y esto es uno de los grandes beneficios de la división de la tierra: hacerla trabajar toda.
Pero esto no se consigue simplemente con la pequeña
propiedad, así como en un principio fue enunciada por el gran Zapata en México.
La división de la tierra crea nuevos problemas, y, entre otros, este que acabo
de enunciar.
Hay dos formas de solucionarlo; crear la comunidad de
elementos de trabajo; tractores, arados, carros útiles, etcétera, o crear la
comunidad agrícola, como se trata de hacer ahora en Rusia. Colectivismo o socialismo.
En el caso especial del Perú, y aun de Bolivia y Ecuador, nosotros tenemos una tradición
comunista de la tierra. A través de cuatro siglos de lucha entre las
comunidades indefensas y los grandes feudales todopoderosos, entre el socialismo
incaico y el latifundismo español, las comunidades perviven: Su espíritu es tan
fuerte, su correspondencia con las condiciones de vida y de trabajo del indígena
tan lógicas, tan realistas, que a pesar de la absorbencia de los gamonales y de
que en manos de ellos esta el poder del Estado como instrumento de opresión,
perviven como un símbolo las comunidades indígenas. Ahí se trabaja en común, se
vive en común, el sentido de la propiedad no engendra el afán de aumentarla y
cada comunidad constituye la célula de lo que podría ser una vasta
socialización de la tierra, aboliendo hasta en su origen la propiedad.
La nueva comuna rusa — ya lo ha dicho Montandon, en
"Clarte"—es la vieja comunidad incaica modernizada. Si el Estado o el
gobierno fortalece la comunidad, le da elemento de trabajo, la proteja, organiza
su producción y reparte sus beneficios entre el Estado y la comunidad.
Obligando a esta a emplear siempre un porcentaje en su mejoramiento integral,
el problema de la tierra será resuelto. Ahora contra esto esta la educación
propietarista, digamos así el subinstinto egoísta, el afán posesivo individual.
Pero justamente en pueblos como el indígena, estos sentimientos individualistas
no existan casi; pervive no solo la organización comunista, sino el
sentimiento, el instinto; la fuerza poderosa de la "costumbre" de la tradición,
de que hablaba Lenin, no es, en este caso, favorable.
En México, nosotros encontramos una revolución espontánea,
sin programa apenas, una revolución de instinto, sin ciencia. México habría
llegado a cumplir una misión para America latina quizá tan grande que la de
Rusia para el mundo, si hubiera obedecido a un programa. Pero la revolución
mexicana no ha tenido teóricos, ni lideres. Nada hay organizado científicamente.
Es una sucesión maravillosa de improvisaciones, de tanteos, de tropezones,
salvada por la fuerza popular, por el instinto enérgico y casi indómito del
campesino revolucionario. Por eso es admirable la revolución mexicana, porque ha
sido hecha por hombres ignorantes.
Pero México no ha resuelto aun muchos de sus graves problemas,
y corre el riesgo de caer o en la estagnación o en el retroceso. Todas las
fuerzas espontáneas de la revolución mexicana necesitan de orientación. México
tiene ante los ojos el problema industrial también, que no ha acometido. El
imperialismo cs ahora un riesgo terrible para México, y solo se salvara de él o
por golpes de instinto y de rebeldía o por un estudio científico y una dirección
más segura y sabia de su política, que en esta lucha no puede estar desligada
del concurso revolucionario de los demás pueblos latinoamericanos.
En estos tanteos no podemos caer nosotros. La importancia de
la historia como experiencia y como referencia debe valernos. Creo que el
problema fundamental en el Perú, por ejemplo, reside en la
"humanización", digamos así, de cuatro millones de hombres
aproximadamente, bestializados por un sistema económico criminal. Yo no creo
que el indio pueda redimirse sin resolverle el problema de su tierra, que es el
problema de su vida. Vasconcelos me decía en cierta ocasión en que yo expresaba
mi entusiasmo por la gallardía viril y la dignidad serena y segura del indio
mexicano, que antes de la revolución, cuando era esclavo del gran feudal y carecía
de esa conciencia de lucha y de triunfo que le dio la reconquista de su tierra,
el indio mexicano era como el indio peruano, un ser humillado, decaído e infeliz.
Yo estoy seguro de que en el Perú no podrá hacerse obra de redención de renovación
y de justicia sin encarar fundamental- mente el problema económico de nuestro
indio, que es el trabajador, que es el soldado, que es el productor y el sostén
del país, la gran base de nuestra clase explotada. Por eso considero sustantivo
el problema indígena del Perú y creo que nuestra acción revolucionaria debe
orientarse hacia el con seriedad y con energía.
Como el indio no podrá salir de su situación actual por un
movimiento evolutivo, porque la violencia que impera sobre el y la esclavitud
en que vive no le permitiría jamás ejercer normalmente ningún derecho, creo en
la revolución.
No se puede imaginar todo el horror de la situación actual del
indio peruano o boliviano. Es admirable como hay sectores numerosos de
indígenas que resisten y luchan todavía contra el feudalismo y pueden mantenerse
altivos. El indio peruano se a envilecido por una esclavitud humillante, por
una alcoholización premeditada, por una brutalidad sistemática. A pesar de eso,
a pesar de que el poder, el Estado, en una palabra, pertenece por entero a los
feudales que tienen en sus manos todos los instrumentos de opresión, desde el
fusil hasta el analfabetismo organizado, si cabe la frase, a pesar de todo, el
indio se defiende. Puede en el mas la fuerza de la tradición y el instinto de
la lucha económica por defender su tierra, y aunque la lucha sea desigual, esta
viva en el la rebeldía. Esto prueba no solo el valor de la raza, sino la
gravedad, la intensidad, la desesperante violencia de la lucha. Contra eso no
cabe más que la violencia.
¿Como organizar nuestra acción? Estoy de acuerdo en formar
un partido. Más aun: nuestra Alianza debe llegar a ser ese partido. Creo que el
problema peruano abarca varios pueblos, quizá si llegue hasta los confines
septentrionales de la Argentina en sus aspectos agrícolas y aun raciales. En
las cercanías de Jujuy oí muchas palabras quechuas y las quenas y las danzas me
denunciaron la continuidad del problema indígena que por el Norte llega hasta
Colombia. Ligado a el, esta nuestro problema industrial, agravado por el
imperialismo. Esta unidad u homogeneidad de problemas impone la unidad en la acción,
y como crear un partido nacional seria errar, hay que intentar el frente único
internacional americano de trabajadores, que tome en sus lemas de lucha común
las grandes síntesis que defina para cada país o región los programas con de
nuestra cuestiones característicamente americanas y credos y realistas particulares.
Ese es el ideal de la Alianza Popular Revolucionaria. Naturalmente que ella
necesita el poder en alguna parte: "La cuestión esencial de la revolución
es la cuestión del poder", decía llich, que fue grande como técnico
revolucionario y como conocedor genial de la realidad. ¿Donde es muy fácil
tomar el poder? Tomarlo ahí. La acción será doble: revolver el problema
interior y agitar el exterior tendiendo a la realización de un gran plan
internacional. El error de la revolución mexicana en cuanto a su acción
internacional fue grave. En México, por falta de ciencia revolucionaria no se comprendió
el significado de la propagación revolucionaria. Un gran partido internacional
sostenido y alentado por México, habría significado un gran movimiento en
America. Vasconcelos tuvo como un atisbo de esto, pero muy platónicamente, muy
sin sistema y sin política. Romain Rolland cree que esto fue error en Vasconcelos.
Yo se lo dije a el, en México, pero conociéndola tan indisciplinado y tan místico,
no es posible creer que nuestro admirable y muy querido amigo hiciera eso.
Además, necesitamos un partido internacional de trabajadores, de acción, de energía,
de sistema, de disciplina y de continuidad, un partido revolucionario; vale decir,
un partido de gente joven, encendida, resuelta. En México, donde el
nacionalismo se ha exaltado mucho por su aislamiento y por la conciencia exacta
del peligro que significa la proximidad a los Estados Unidos, no se ha hecho ni
se piensa hacer una organización política clasista de extensión. Y eso es otro
error de México, que debemos aprovechar nosotros como experiencia.
Los puntos internacionales expuesto en el breve programa de
la Alianza Popular Revolucionaria Americana concretan los puntos fundamentales
de una acción política en America. Mi afán en cuanto a esto es que precisemos
clara y lacónicamente principios definidos. No necesitamos hacer programas
inmensos. Necesitamos palabras de orden, apotegmas, lemas de lucha. Y. luego,
lo fundamental esta en la organización de la fuerza, en su disciplina, en su
unidad, en su espíritu revolucionario. Hay que crear la fuerza, hay que encender
las conciencias por la comprensión que engendran los únicos entusiasmos
duraderos. Creo que debemos procurar no dispersar la energía, no perderla, no desbordarla.
Hay que canalizar, orientar, dirigir todos los impulsos hacia una dirección
conocida. Y esto es, por ahora, nuestro gran propósito. Claro esta que no seria
posible en America latina creer en una acción evolutiva, porque todos los
gobiernos son de violencia y formados o por gamonales o por capitalistas. En
Venezuela de hoy en el México de Díaz, la acción legal y evolutiva es y fue imposible
sin la revolución. En el Perú ocurre igual cosa porque hay una razón económica
que ampara la tiranía. El tirano es Leguía, pero Leguía defiende un sistema,
una clase, ampara toda una forma extrema de explotación y de oligarquía: el
latifundio, el capitalismo y el imperialismo yanqui. Cualquiera de las otras
fracciones políticas, hoy en acecho del poder, en el Perú o Venezuela, haría lo
propio. Se trata de la conservación de una clase de grandes propietarios e
industriales que desean sacar el ciento por uno.
Vemos ahora, por ejemplo, que los llamados "enemigos"
de Leguía, Pardo, Riva Aguero, Aspillaga. Barreda, Prado, etcétera, continúan
aprovechando de sus latifundios como antes. No tienen en las manos poder y dinero
fiscal para aumentar sus capitales y enriquecer a sus amigos y familiares
pobres, pero están indirectamente defendidos por la tiranía de Leguía. Más aun:
en el destierro, convertidas sus rentas de libras peruanas a francos o liras
(porque ninguno vive en Inglaterra), economizan. Viven aquí sin gastos de
representación y acumulan el doble de lo que acumularon en el Perú. Leguía solo
ha amenazado los intereses de esa gente en cuanto podían perturbarle el
usufructo del poder político inmediato. Hoy los apoya. Odio personal hay entre
todos ellos, pero una perfecta armonía económica. Todos pertenecen a una misma
clase, a la clase dominante, y todos se hallan directa o indirectamente
defendidos en sus intereses por un gobierno reaccionario y tiránico, gamonalista
y capitalista al fin. Por eso puede explicarse la apatía y la cobardía de esa
gente. Los que dentro de ellos se mueven o han movido, son los que vivieron del
gobierno o han mermado sus haciendas. Los demás permanecen tranquilos, llevando
en Europa una vida placida. No tienen ningún programa, porque su programa es el
que Leguía desarrolla con violencia. Ellos no harían cosa distinta sino en
cuanto a formas. Pero en el fondo hay una unión de intereses de clase que se haría
inmediatamente ostensible en cuanto nuestras fuerzas tomaran cuerpo y
amenazaran triunfar.
Por la tiranía, por la segura coalición de nuestros
enemigos, por la absoluta imposibilidad de desarrollar en el Perú una acción evolutiva
y de comicios, tendremos que organizar una fuerza revolucionaria activa. Contra
la violencia habrá que organizar la violencia. Nunca la violencia anárquica,
loca y demagógica, sino la violencia preparada, orientada, quirúrgica. Para librar
a un hombre aprisionado entre garfios, no hay mas que romperlos. El cuento esta
en dar los golpes al hierro y no a las carnes de la victima. Y para eso se
necesita ser buen herrero.
Tenemos que organizar las fuerzas que harán la revolución y
las que la sostendrán después. Para eso necesitamos un grupo de trabajadores
capaces, disciplinados, estudiosos, conscientes y dispuestos a todo sacrificio
por la causa común. Nuestro deber es enriquecer todas las capacidades espontáneas
con una conciencia clara del deber y una mirada precisa del camino a seguir.
En esta preparación es urgente la división del trabajo, la preparación
de grupos técnicos, especializados, expertos. Tenemos que dividir el trabajo dándonos
cada uno una misión, una labor y un camino. Sin desunirnos nunca y manteniendo
siempre la mas firme cohesión, bajo la inspiración de un gran programa común único,
cuyos lemas generales con la concreción de nuestro gran plan de acción; es
necesario que, divididos por grupos pequeños, nos hagamos especialistas de
algo, de una rama cualquiera de la acción revolucionaria, no solo en su aspecto
de preparación por el conocimiento y por la critica de formas actuales, sino
por el "descubrimiento" — y aquí recordaremos a Engels, — por el descubrimiento
de los medios que nos lleven a la organización de un nuevo sistema social.
Tanto en la acción presente como en la acción futura,
necesitamos técnicos, especialistas. La revolución no se hace solo en las barricadas,
hay que hacerla desde todos los sectores y hay que tener para cada uno de ellos
hombres expertos, capacitados de las condiciones del piano en que deben actuar.
Para esto es preciso no solo un estudio general del presente, un análisis
atento de lo malo y lo bueno de cada sector de la vida colectica, sino un plan
preparado todos los días, modificado por la observación, estudiado con talento
y con sistema, para su aplicación futura.
Anhelaría que nuestra Alianza organizara bien claramente sus
trabajos y dividiera su acción, primero, en dos grandes pianos: el de la crítica,
organización y preparación revolucionaria actuales, y el de la acción futura,
cuando el pueblo llegue al poder y sea preciso organizar, transformar y
revolucionar los sistemas desde el gobierno. En cada uno de nosotros debe,
pues, existir claramente definida esta doble actividad: la actual y la futura.
Ni entregarse absolutamente a esta, ni caer pasionalmente en aquella. El grupo
director de una obra grande y seria tiene dos reales responsabilidades:
conducir y, luego, dirigir. Son dos cosas muy distintas: la una necesita a la
otra cuando se hace labor de responsabilidad, de transformación social.
Fuente: Carta a un Universitario Argentino publicado en "Por la Emancipación de América" de una carta de Haya de la Torre a Gabriel del Mazo a propósito de una carta de este, junio de 1925.
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