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lunes, 11 de agosto de 2014

Ismael Viñas: "Carta Abierta al Presidente Frondizi" (1 de septiembre de 1961)

Decir que su gobierno se ha convertido en el más eficaz instrumento de la entrega, comparable al de Justo o al de Juárez Celman, ya no es decir ninguna novedad, ni en la Argentina, ni en el mundo. La Argentina ha adquirido, por cierto, una triste gloria gracias a Ud. Doctor.

Hasta ahora, sin embargo, algo nos quedaba. Si la entrega se iba realizando casi impunemente, debido en cierta parte a la ineficacia general de la oposición, cuando no a su complicidad ---tal es el caso de los partidos tradicionales---, el pueblo podía seguir manifestándose en alguna medida. Eso resulta sobre todo imprescindible para apresurar la crisis de esos partidos, para que el pueblo vaya encontrando nuevos modos de actuar orgánicamente en el terreno político. Y es porque los factores económicos que se mueven detrás de su poder aparente saben eso, que se ha enviado al Congreso la llamada “ley de defensa de la democracia”. Se pretende mejorar los instrumentos que acallen la voz popular y su creciente conciencia de su propia fuerza y de sus propias posibilidades.

Por eso mismo, es necesario evitar que esa ley se apruebe, y lograr una movilización tal de las fuerzas populares que se logre la derogación de todo el sistema represivo.

Voy a recordar algunos hechos, para aclarar lo que digo.

El grupo joven que hacia 1954 decidimos trabajar políticamente con Ud., pensábamos que a través de esa acción era posible constituir un movimiento que expresara la progresiva radicalización nacionalista de izquierda que era ya visible en parte de la oposición al peronismo, particularmente en las clases medias, lo que podía conjugarse con un proceso similar que se estaba dando en las clases populares peronistas. Eso podía facilitar una salida oligárquica continuista que se estaba gestando en los grupos empresarios del peronismo. No es que confiáramos en Ud. personalmente, ni en los conjuntos de los cuadros políticos que lo rodeaban ---no era necesario--- pero esperábamos que la conjunción de los elementos más populares de la población pudiera evitar que la salida del peronismo significara un paso atrás.

Nos bastaba con que se mantuvieran las conquistas logradas durante el peronismo, a fin de evitar el acostumbrado arrasamiento imperialista que se ha dado en nuestro país después de todas  las crisis mundiales. De Ud. solo esperábamos un cierto grado de honestidad personal y el deseo (producto más o menos previsible de su no ocultable ambición) de pasar a la historia como un presidente popular, de corte nacionalista. Esperábamos que los cuadros políticos que lo rodeaban cumplieran más o menos semejante papel.

Es decir, que no confiábamos en Ud. sino en la medida en que se ejerciera la presión de los acontecimientos, de las masas populares, de los cuadros políticos y sindicales organizados. Desde un principio intentamos colaborar, desde adentro, en esa presión.

Nuestros primeros intentos orgánicos en escala relativamente vasta se dieron después de la división del radicalismo (antes era imposible por el carácter profundamente reaccionario del balbinismo y del unionismo). Los primeros planteos tuvieron relativo éxito. Cada visita en grupo a su casa, lograba arrancarle algunas concesiones, porque Ud. sso era evidente, necesitaba de nosotros. Ya candidato presidencial, sin embargo ese relativo control fue desapareciendo; muchos otros grupos, la mayoría con gran poder financiero, comenzaron a acercarse a Ud. y a influir, incluso, en algunos de nosotros mismos.

Luego de varios hechos que nos iban dando la pauta de lo que ocurría, el primer hecho grave y público fueron las declaraciones de Alsogaray (recientemente ex ministro de Aramburu), quien afirmo que Ud. le había manifestado una coincidencia total con sus planteos económicos libre-cambistas, solo que le había aclarado que eso no se podía reconocer públicamente. Eso no dio la ocasión para hacerle un nuevo planteo concreto y total, con un arma eficaz en las manos. Ud. (era en las oficinas de Schmukler en la Diagonal Sur), nos aseguró que Alsogaray era un vulgar calumniador exhibicionista, que buscaba prestigiarse atacándolo.

Nos pregunto en tono patético si podíamos dudar de treinta años de vida política dedicados a la defensa del patrimonio nacional, y nos dio algunas pruebas concretas de lo que decía, incluso apoyándosenos en contra del grupo de la Revista “Qué”. Hasta aquí llegaba nuestra confianza y hasta ese límite se la seguimos otorgando.

Poco después, sin embargo, hizo Ud. sus famosas declaraciones a la revista “Qué” sobre educación privada. Le planteamos una nueva cuestión, esta más áspera y pública, no por razones religiosas (coincidíamos con Ud. en que la cuestión religiosa había que dejarla de lado o posponerla, en los países coloniales), sino porque veíamos en sus declaraciones señales de un peligroso acercamiento a grupos ideológicos que a su vez representan al capital financiero internacional, y a la Iglesia Católica, en cuanto a organización, es una de ellos. Ud. entonces nos pidió una entrevista a realizarse en mi estudio, a fin de revisar la situación. En esa entrevista no estuvimos presentes más que seis personas, más Ud. y su hija Elena. Allí explicó Ud. que la decisión tomada la había resuelto absolutamente solo, sin responder a presión de ninguna especie, y que no lo comprometía absolutamente con nada ni con nadie. Los demás asistentes (Balbín, Jitrik, Luna, Zavala, Zanoni) admitieron sus explicaciones. 

Yo le contesté que el paso que había Ud. dado significaba la ratificación para mi, de que Ud. había elegido socios que iban a terminar siendo sus patrones, y que desde ese momento adoptaba respecto de su candidatura una posición de apoyo critico, ya que era la única opción que a esa altura de los hechos quedaba, frente a opciones peores. Quédese desde ese momento prácticamente desvinculado de su persona, y dedicado a tratar de ayudar a fortalecer, dentro y fuera de la UCRI, situaciones que pudieran contrabalancear en el futuro su personal acción. Pero, yo no lo sabía todavía, la corrupción, aun en nuestras filas, ya había penetrado profundamente. El proceso iba de arriba abajo. Así como Ud. había sido, hasta el momento de su precandidatura, solo un típico abogado de nuestra clase media, vacilante, tal vez no muy decidido, con débiles relaciones con algunos círculos de negocios, oscilando continuamente entre acercarse a las clases populares y participar en sus luchas hasta sus ultimas consecuencias y ascender individualmente por medio de pactos y compromisos; después de ser candidato, Ud. comenzó a relacionarse poco a poco con la gran burguesía nacional (¿recuerda el caso de “La Bernalesa”, doctor?), y sus expositores teóricos; Frigerio, Mario Amadeo, que lo deslumbraban con su “eficacia” y la seguridad de sus juicios. Esa relación, primera política, fue luego llevándose al terreno concreto; al principio, se trataba de “prestamos” para la campaña, luego, de ofrecimientos de negocios para sus amigos, finalmente, de negocios también para Ud. algo de eso, en menor escala, ya le había ocurrido antes; eran las pequeñas debilidades del profesional de clase media. Ya había participado Ud en el negocio de la playa “Alfar”, con los Marchinandiarena y Frigerio, y en los negocios de construcciones y útiles de los Mazar Bernett y Giralt. Ellos lo introdujeron al mundo financiero, especulando a la vez con su prestigio político.

En nuestros grupos, a través directamente de su acción, ese mismo proceder se repetía.

Así fue como alrededor del 15 de mayo recién asumido el poder, el doctor Ricardo Rojo nos solicitó una reunión en nuestra casa particular, para escuchar “una propuesta” que deseaba hacernos Ramón Prieto, a quien calificó de “ideólogo del peronismo”. Nos reunimos unas veinte personas; entre ellas su secretario Jorge García Domínguez, Susana Fiorito, María Liceaga, David Jalife, el mismo Rojo.

Invocando extraños representaciones. Ramón Prieto nos dijo que en breve plazo se iban a firmar diversos contratos con las grandes compañías petroleras, sobre el modelo de la Standard Oil. Y afirmo que su presencia esa noche se debía a que apoyáramos esos contratos, necesarios para el desarrollo nacional, según expresó. Comenzó una larga y áspera discusión, en la que varios de los presentes ---y debe destacar que entre ellos estaba Jorge García Domínguez--- manifestamos nuestra intransigencia en esa materia. Lo que viene aquí al caso es que la señora de Liceaga manifestó que en los viajes a los países vecinos que acababa de hacer con Ud. Ud personalmente la había convencido de la necesidad de pasos como el que en ese momento se nos anunciaba. Y afirmó dos cosas sintomáticas. Que Ud había llegado a acuerdos con los empresarios norteamericanos, y que la participación en empresas que permitieran grandes ganancias iba a coincidir con el desarrollo nacional en los próximos años. Ante el silencio de algunos, otros le manifestamos que si lo que decía era cierto, nosotros estábamos ya en la oposición, aun cuando participáramos en cargos del gobierno, y que nos sentíamos con derecho a realizar la oposición publica desde nuestros cargos, cualesquiera ellos fueran, hasta que nos echaran o nos obligaran a renunciar.

Allí comenzó nuestra lucha abierta, que culminó efectivamente en renuncia al tiempo más o menos breve. No es hoy el momento de relatar como se dio esa lucha contra la opinión de todo el mundo, incluso amigos e incluso partidos de izquierda.

Desde entonces, su gobierno se ha venido transformando poco a poco en una singular pero no inusitada “rosca”; los políticos se han ido transformando en nuevos ricos, a través de negocios de todo tipo y clase; los militares ligados a su grupo han ido ingresando a los directorios de las compañías filiales de los grandes monopolios internacionales; y los gerentes de esas compañías han ido ocupando poco a poco lugares claves en su gobierno.

No se trata de afirmaciones generales, basadas en una teoría de la historia, sino de hechos concretos y particulares que vienen a confirmar esa teoría de la historia en su anécdota argentina actual.

Algunos ejemplos: El ministro Acevedo, es el personero de la Republic Steel Co. Y de la Thyssen en Acindar, Acindar domina a su vez a Misipa (concesionaria favorita de Frigerio) en la que es Director del general Leguizamon Martines, Misipa forma parte del mismo grupo Minera Aluminé (concesionaria favorita tambien), que a su vez domina la Editorial Haynes (Presidente del Directorio, el general Leguizamon Martinez). Y no solo Acevedo es ministro de su gobierno, sino que el general Leguizamon Martinez es primo de la señora de Belcha Rosso Leguizamon, conocida en la vida civil como esposa del doctor Juan Ovidio Zavala, pieza clave en su ministerio.

Doctor podría seguir este hilo, por ejemplo a través de la señora de Zavala, alto funcionario ella también ¿no es cierto? Podría seguir refiriéndome a su contorno inmediato. Por ejemplo a su hombre de confianza, Grancelli Cha, hoy poderoso representante de empresas extranjeras, o a su sobrino Román Frondizi, hoy instalado con un piso que le costó un millón de pesos, como “gestor” de empresas extranjeras.

Podría hablar de los negocios papeleros de la ex diputada Liceaga, y de su pobre marido y rico empresario.

Podría hablar de los cientos de hombres jóvenes que Ud y sus amigos han corrompido. Pero todo esto no sería sino presentarlo a Ud como lo que pretender ser; una especie de Maquiavelo cínico y astuto, que a los mejor está usando métodos retorcidos en lo que cree el bien de su patria, y vive austeramente, como lo proponía y lo practicaba el Maquiavelo real. Pero eso seria disfrazar la verdad, poniéndolo en un plano que no es el que Ud merece ocupar siquiera. Por eso, prefiero ir al otro extremo de la línea y volver a Ud.

¿No es cierto, doctor que el señor Giralt es socio de los Mazar Barnett, y Ud socio de ellos? ¿No es cierto que esas sociedad, dedicada antaños a las construcciones (el señor Giralt es maestro de obra, o algo así), en escala relativamente pequeña, ahora se dedica a los grandes negocios del cemento, en ligazón con el señor Fortabat (“Loma Negra”) y en relación con el actual ministro Acevedo? ¿No tiene toda esta gente algunos intereses en la construcción de caminos? ¿Y Ud doctor? ¿No es cierto, doctor, que los Mazart Barnett son dueños virtuales de las Universidades Populares hayan recibido un jugoso subsidio del Estado? ¿Y no es singular que el señor Mazar Barnett apararezca testarudamente en los directorios de los grandes bancos nacionales, a pesar de su declarado desconocimiento en materia financiera? Es que, como denuncio el Movimiento político al que pertenezco, nos encontramos ahora ante una perfecta “rosca”, si mi doctor, cuyos tornillos también se ajustan en el mentado sillón de Rivadavia. ¿O son estos los beneficios de la libre empresa, en concurrencia con el “desarrollo” de que nos hablaba la señora Liceaga?

Como Ud ve, doctor Frondizi no ando tan descaminado cuando digo que la “Ley de defensa de la democracia” esta redactada para defender tanto los intereses del imperialismo como los suyos y los de sus amigos, ligados al imperialismo por algo mas concreto que las simples ideologías. ¿No condena ese proyecto de ley, acaso, como delito subversivo, toda critica contra la enseñanza privada, tan bien representada en las Universidades Populares?

¿No condena toda discrepancia con la libre empresa? Como en los bloque de senadores y diputados también hay buenos negociantes de esta hora, no dudo que esta Ley, u otra parecida (una variante dulcificada por el benemérito libreempresista doctor Soler, por ejemplo, a quien los senadores han llamado en consulta) será aprobada.

Sus intereses y los de sus socios amigos, co gobernantes y representantes de los amos norteamericanos, estarán bien protegidos doctor. Pero dejémoslos entonces de grandes frases sobre la democracia, occidente y todo lo demás, y hablemos finalmente de los negocios, en el candido lenguaje que tan bien empleaba mister Foster Dulles!

Entonces estaremos hablando cada cual su propio lenguaje, y el paraíso de la libre empresa no tendrá que recurrir a la mala literatura. Al menos, como lo reclaman algunos de sus propios amigos, no estará Ud haciendo el ridículo.





























Fuente: Ismael Viñas: "Carta Abierta al Presidente Frondizi" (1 de septiembre de 1961) en Marchar N° 1073, Año XXIII, Montevideo Uruguay.

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