Hace 23 años fue
derrocado por un golpe militar. Hace 21 años los contratos petroleros firmados
en 1958 como base primordial de su plan de gobierno fueron anulados por un
gobierno radical. Hace apenas unos días, otro gobierno radical vuelve sobre el
tema y anuncia la formulación de una política petrolera cuyo parecido con la
frondizista es —¿o no?— pura
coincidencia.
Esta suerte de revival
petrolífero, aplaudido en principio y no sin asombro por la mayor parte de las
personalidades políticas del país y del exterior, llevó a SOMOS a hablar con el
responsable de la nostalgia: Arturo Frondizi, 76 años, ex presidente de la
Nación.
-Tras los anuncios
que Raúl Alfonsín hizo en Houston, fue el asombro. Usted mismo se sorprendió
gratamente, aunque aclaró que el petróleo ya no es solución exclusiva para la
crisis. ¿Entonces?
—Vea: en una política de desarrollo nacional el petróleo y
también el gas (porque somos una potencia gasífera, ¿no?) deben jugar un papel
proporcionado a la importancia de sus volúmenes y valores. Estamos parados
sobre una riqueza comprobada que, a valores en boca de pozo, cuadruplica el
monto de nuestra deuda externa. Entonces, no poner esa potencia en acción
agravia a los vastos sectores populares que sufren el diario y creciente acoso
de la pobreza y la marginalidad. Pero como cualquiera puede inferir, frente a
la profundidad de la crisis del subdesarrollo, es imposible pretender
conjurarla con medidas parciales y aisladas, aunque sean de resonancia y estén
básicamente bien orientadas. Una política de hidrocarburos encaminada al
interés nacional no debe ser, separada de un plan general, con prioridades
claramente definidas y asentadas en las industrias de base, comenzando por el
acero, y con un ritmo de ejecución acorde con la urgencia de revertir la
decadencia del país.
-En resumidas
cuentas, el petróleo puede servirnos para despegar, pero no nos garantiza que
nos mantengamos en vuelo...
—Mire... El petróleo es fundamental como palanca de un plan
de transformación estructural. Si ese plan no existe, el petróleo podrá
constituir un recurso para zafar momentáneamente de la crisis de balance de
pagos. Pero eso equivaldría a echar manos a una riqueza útil con el limitado
propósito de emparchar el sistema en crisis. Atenuaría apenas uno de sus efectos,
sin modificar las causas del problema global. Los recursos naturales del país
deben motorizar el desarrollo y no deben ser exclusivamente considerados como
medios para cumplimentar nuestras necesidades y obligaciones externas.
-Conrado Storani
señaló que hay diferencias de fondo entre la política instrumentada durante el
'58 y el '62 y la anunciada por el actual presidente. Textualmente dijo:
"Aquellas fueron concesiones, ahora se han anunciado contratos de
exploración." ¿Usted firmó concesiones, doctor Frondizi?
—Seré absolutamente claro: durante nuestro gobierno no se
otorgaron concesiones. Por el contrario, se prohibieron legalmente. Suscribimos
contratos de explotación para el desarrollo de áreas con reservas comprobadas y
contratos de exploración. En ellos, las compañías contratistas corrían con los
riesgos mineros y cobraban y ganaban en función del petróleo que extraían.
-Perdone, pero no
alcanzo a comprender por qué YPF no explotó directamente en las zonas donde
tenía hecha la evaluación de reservas...
—La cuestión era la urgencia y la falta de inversiones para
la tecnología imprescindible. Yo no voy a prestarme a discusiones sobre
cuestiones semánticas, pero sí voy a aclararle que los contratos ajustados a
nuestra política energética garantizaban estrictamente que el petróleo era
propiedad inalienable del Estado nacional. Así lo estableció la Ley 14.775 de
Nacionalización de Hidrocarburos cuya sanción promovimos. Entonces, cada
contratista entregaba a YPF el petróleo que extraía y YPF le pagaba al
contratista una retribución por la extracción. Esa retribución fue en todos los
casos menos que el costo del petróleo producido por YPF por administración y
también fue inferior al precio del petróleo importado.
-¿Puede darme algunas
cifras?
—En los 35 años anteriores a 1958, YPF no había pasado de
producir entre el 30 y el 40 por ciento del petróleo que consumíamos. El resto
lo importábamos. Esa situación la rompimos con la política de los contratos y
con la racionalización de YPF. El consiguiente ahorro de divisas que esto trajo
para el país fue del orden de los 300 millones de dólares por año. Y lo
invertimos en equipamiento industrial. ¿Quiere más cifras? Anote: durante mi
gobierno triplicamos la producción a un ritmo del 30 por ciento acumulativo anual.
Pasamos, en números redondos, de 5
a 15 millones de metros cúbicos por año. Y lo hicimos
sin detrimento de las reservas. Por el contrario, éstas aumentaron en un 50 por
ciento. Y también sin menoscabo de YPF: racionalizada y reequipada, duplicó la
cantidad de pozos perforados y la cantidad de petróleo producido por
administración. Esto fue una revolución en la historia del organismo. Pero no
nos debemos confundir: YPF debería reducir al mínimo su operatoria. Transferir
el grueso de su actual actividad práctica a manos privadas, reservándose su
condición de instrumento para la aplicación de la política que el Estado
nacional fije en la materia. Ya le he dicho que nosotros desechamos las figuras
de las concesiones y creamos nuevas y eficaces formas contractuales que
posteriormente fueron aplicadas en otros países. Básicamente establecimos que
los contratistas no pudieran disponer del petróleo de otra forma que no fuera
entregándolo en su totalidad a YPF. Aseguramos la soberanía nacional, no sólo
por haber mantenido la propiedad del petróleo y de las áreas, sino porque
fundamentalmente eliminamos la dependencia del exterior en el abastecimiento y
lo hicimos pagando salarios a obreros y a técnicos argentinos, fletes y seguros
a empresas nacionales, regalías a las provincias y poblando regiones
virtualmente desiertas.
-El gobierno ha
tardado más de un año en anunciar lo que hará en materia de explotación
petrolífera. Y aún no se sabe muy bien en qué consistirán los contratos ni
cuándo se firmarán. ¿Usted qué piensa?
—Creo que cada política se juzga por sus resultados, los de
mi gobierno están a la vista. En solo 5 meses a partir de la victoria electoral
y en 87 días de gobierno, actuamos con decisión. Lo hicimos dentro de la
legalidad, pero al margen de la burocracia. Negociamos, firmamos y pusimos en
ejecución los 5 primeros contratos que determinaron una aceleración de las
actividades exploratorias y extractivas como no existían antecedentes en la
Argentina y como lamentablemente tampoco los hubo después de la anulación
dispuesta por el gobierno radical del doctor Illia.
-Usted, Rogelio
Frigerio y el MID en general señalaron su beneplácito por el viraje de Alfonsín
en Houston. ¿Significa esto, de alguna manera, que se está acortando la brecha
abierta entre Balbín y Frondizi en los años '50?
—Vea señora: que el gobierno se disponga a revisar 50 años
de prédica tenazmente refractaria, que se disponga a recorrer el camino del
autoabastecimiento que nosotros transitamos hace un cuarto de siglo, configura
un giro político altamente elogiable. Con Frigerio lo hemos celebrado como un
paso que puede contribuir para emerger de la crisis. Pero le advierto que esta
conciencia está ya instalada en amplios sectores de la comunidad y por ello no
podrán ser instrumentados por consignas retóricas e inconducentes, orientadas a
distorsionar la propuesta desarrollista en materia de hidrocarburos. El actual
gobierno ha dado un paso significativo. Pero ahora deberá vencer la inercia e
implementar concretamente los anuncios, para que los resultados puedan
observarse en los próximos meses y no dentro de 7 o 9 años, como ha declarado a
la prensa algún funcionario del área energética.
-¿Qué requisitos debe
reunir un contrato petrolero para que, al tiempo de servir a los intereses
nacionales en forma efectiva, posea suficiente atractivo para las inversiones
extranjeras?
—La clave está en la rentabilidad. Fíjese que si la
rentabilidad no es adecuadamente preservada dentro de los márgenes de riesgos
que son normalmente asumidos en este tipo de operaciones, no habrá posibilidad
de atraer inversiones. Los contratos deben respetar la regla que indica que el
volumen y el ritmo de producción están en directa relación con el precio que se
esté dispuesto a pagar. Porque en este sentido resulta contraindicado al
interés nacional la pretensión de "exprimir" al contratista
recortando sus márgenes de rentabilidad. Este concepto es también válido para
el caso de las reservas a descubrir. El precio no sólo debe ser justo (no más
de lo debido, pero tampoco menos) sino además debe ser variable, para adecuarse
a las condiciones y riesgos de cada operación.
-Si el petróleo es un
pilar del desarrollo, ¿cómo se explica que Estados Unidos importe petróleo y
conserve el suyo (al revés de nosotros), en especial cuando se pretende que por
la vía sintética el natural va a dejar de ser un bien de interés en el futuro?
—La situación de la Argentina y de los Estados Unidos es
sustancialmente diferente. Estados Unidos es una gran potencia a la cabeza del
mundo industrial. Nosotros, en cambio, pertenecemos al conjunto de naciones
subdesarrolladas. Por ello difícilmente pueda compararse lo que uno y otro está
en condiciones de permitirse. Los norteamericanos pueden descargar en el
exterior buena parte de las consecuencias de su déficit de balance de pagos,
que está en el orden de los 200 millones de dólares. El gobierno argentino, que
carece de plan global de desarrollo, está obligado a forzar la generación de
excedentes en el balance de pagos, para cumplir con los compromisos de la deuda
externa en el marco de lo acordado con el FMI. Por otra parte la actividad
petrolífera en los Estados Unidos se ha incrementado en los últimos tiempos
sobre la base del aumento operado en el valor internacional del petróleo
excedente. De paso, esto es un ejemplo de cómo funciona la regla que rige la
expansión de la producción en base a los aumentos de precios, que es de
cumplimiento universal. Nosotros tenemos que establecer nuestras prioridades y
contratar con las empresas que nos permitan cumplir esos objetivos.
-En tren de comparar
la situación actual con la que debió enfrentar usted cuando era presidente,
¿aplicaría hoy la misma receta de 1958 y respetaría el mismo orden de
prioridades que marcó durante su campaña: petróleo, petroquímica, siderurgia,
comunicaciones, energía y tecnificación agraria?
—Usted me ha ahorrado la enumeración de prioridades. Por
supuesto reivindicamos hoy el mismo camino. Eso le permitió al país conseguir
inversiones genuinas de capital nacional y extranjero. Además del
autoabastecimiento de petróleo, logramos así triplicar la producción de acero,
quintuplicar la de caucho sintético, fundar prácticamente la industria
automotriz y la petroquímica, por no señalar sino algunas de las batallas
ganadas en el camino por capitalizar la Nación. Esos resultados, ese impulso,
es lo que le permitió vivir de rentas a los gobiernos posteriores que
renunciaron a continuar ese proceso dinámico. Pero digamos, además, que las
circunstancias actuales resultan, en cierto sentido, más propicias que las que
debimos afrontar en nuestra experiencia de gobierno.
— ¡¿Cómo?! Eso no se
lo puedo creer...
—Créalo porque es así. Fíjese que al consenso ya alcanzado
por la idea del desarrollo y la integración nacional, agréguele que la
participación del capital privado, nacional y extranjero en esos grandes
objetivos ya no es materia de discusión, salvo por parte de recalcitrantes y
minoritarios grupos de opinión ligados a la retórica antiimperialista y al
nacionalismo de medios. Además, el país hoy puede beneficiarse enormemente de
dos circunstancias que entre el '58 y el '62 no se daban: el encarecimiento
mundial de los precios del petróleo.
-Sinceramente no veo
cómo se puede erigir nada con la inflación que hoy se padece. A propósito:
¿cómo hizo usted para controlarla?
—Nosotros hicimos, simplemente, lo contrario de las
prácticas rutinarias del monetarismo, que se ocupa de los efectos y no de las
causas. Atacamos frontalmente el fenómeno en sus orígenes, es decir, en el
déficit fiscal y en la paralización y desintegración del aparato productivo. En
un primer momento, porque liberamos una inflación encubierta preexistente y,
sinceramos las variables precios-cambios-tarifas-salarios, el índice de precios
subió hasta ubicarse en el 113 por ciento en 1959, aun cuando empezó a bajar
mes a mes. Pero como simultáneamente aplicamos la política de fondo destinada a
restablecer el proceso de inversión y la acompañamos con una drástica
racionalización estatal, en 1960 la inflación se redujo al 27,1 por ciento y en
1961cayó al 13,7 por ciento anual. El plantel de agentes estatales se redujo en
más de 250.000 empleados sin incrementar los índices de desocupación, ya que
hubo pleno empleo. El dólar se mantuvo estable y el déficit presupuestario cayó
en menos del 1 por ciento del PBI. Las causas de la inflación son ahora las
mismas que entonces y en consecuencia, el remedio no puede ser otro que aquél
cuya efectividad demostramos.
-Usted firmó un
stand-by con el FMI, pero durante los cuatro años de su gobierno no se aplicaron
los condicionamientos del Fondo. Verbigracia: no se paralizó el plan de obras,
las tarifas no crecieron por encima de la inflación, las tasas de interés eran
negativas y por ende el crédito era barato. ¿Le trajo problemas no cumplir con
el FMI?
—La enumeración es acertada pero su aseveración es
incorrecta. Le explico: nosotros negociamos con el Fondo siguiendo una
estrategia que básicamente consistió en llevar en una mano el acuerdo para el
saneamiento y en la otra el plan de desarrollo, de manera que compatibilizamos
el control de la inflación y la racionalización del gasto público con la
creación de posibilidades para el desarrollo integral del país. Cumplimos con
un plan que satisfacía al Fondo sin por eso impedir el desarrollo y menos aún
caer en el receso y en la pauperización de los trabajadores y de los
productores argentinos.
-Usted debió soportar
más de una treintena de planteos militares durante sus cuatro años de gestión
¿Cuál es su opinión sobre la relación gobierno-Fuerzas Armadas en la
actualidad?
—Mire: las Fuerzas Armadas son una parte importante del
movimiento nacional. No se las puede aislar y no se las puede agraviar. Y eso
es lo que lamentablemente se ha hecho. En lugar de aplicar la Justicia, se ha
permitido y hasta se ha auspiciado un juicio condenatorio global de carácter
político. Nosotros creemos que el aislamiento de las instituciones armadas
respecto de la sociedad civil sólo sirve al enemigo de nuestro desarrollo como
Nación.
-¿Usted es partidario
de una amplia amnistía militar?
—Yo soy partidario de sentar las bases de una reconciliación
y de una pacificación definitiva en el país y esto no puede empezar sin
establecer una política global sustancialmente diferente de la que se está
aplicando, que en realidad agudiza los enfrentamientos y las divisiones de la
sociedad. En esas condiciones se podrán estudiar los instrumentos jurídicos
para dejar cerrada una etapa del pasado y que todos nos dediquemos a resolver
los problemas del presente con los ojos y el corazón puestos en el futuro.
-¿Cree al menos que
una ejemplar sanción a las cúpulas del Proceso ayudaría a terminar con la
pesadilla de los golpes y planteos militares?
—Vea: la inestabilidad institucional es el resultado de las
graves tensiones que engendra el subdesarrollo. Es superficial, en
consecuencia, creer que porque es juzgada una conducción desaparecerán los
factores objetivos que llevan al deterioro de las instituciones. Por otra
parte, lo que nadie dice hoy es que las Fuerzas Armadas asumieron la represión
de la subversión como corresponde a su papel institucional, puesto que el
monopolio de la fuerza en manos del Estado era disputado por grupos armados.
Esa acción es legítima y corresponde a la defensa del Estado de derecho. Lo que
debió ser puesto en manos de la Justicia son las acciones realizadas fuera de
la ley.
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