Buenos Aires,
septiembre de 1909.
SEÑOR DR. PEDRO C. MOLINA
Distinguido Doctor:
Recién restablecido de mi salud, acabo de enterarme bien de
su resolución con todas sus incidencias, abandonando el único sendero para la
salvación de la República.
No me ha sorprendido, dada su actuación y teniendo presente
que sobre la adversidad del 4 de febrero propuso Ud., la disolución del
Partido, pero sí los motivos en que la excusa y la forma en que lo ha hecho.
Se fue Ud., por una futilidad, sin dejar ni un acento de
cordialidad ni un eco de cortesía, y en seguida, cayendo en el desatino de
todas- las apostasías, incurre en apreciaciones tan extrañas a su modelación
caballeresca, que difícil me ha sido convencerme de que sean suyas.
Podía yo haber guardado el deliberado silencio que he tenido
siempre para todas las conversiones, porque demasiado sé que la fragilidad y la
inconsistencia, son debilidades que, cuando aparecen, no se detienen ya, y se
explica que también busquen sus justificaciones, por más que nunca las
encontrarán ; pero apartándome de ese juicio, el recuerdo de que es mía la
culpa. de haberlo traído a las filas de la opinión, desde el republicanismo, me
induce a expresarle mi sentida protesta por todo.
Según sus publicaciones, se dice que la Unión Cívica
Radical, sostendrá al candidato del Gobierno; pero no cree Ud., por algunas
circunstancias, cuando todo el deber de verdad y de respeto la marcaba, tanto
más que Ud., mismo exteriorizaba esa insidia, rechazarla, no por suposiciones,
sino por los fundamentos que constituyen la razón de ser y los procedimientos
invariables y absolutos de ese movimiento.
Ante la inusitada actitud, que no me imaginé de su parte, y
sólo porque viene de Ud., pues bien sabe todo el desdén con que miramos cuanto
no se encuadra en nuestras reglas de conducta, permítame que me haga cargo de
ella, para replicarle como surge de todo mi ser, pero sin agravio alguno. Sí,
Doctor, ponga ante nosotros todos los honores acumulados, y más pronto de lo
que lo haya hecho, de un puntapié se lo arrojaremos.
En la extremada degeneración por que pasa el país, muchas
aberraciones se verán todavía, entre las que se ha confundido usted; pero lo
que no se verá jamás es que en nuestros frentes, llegue a rendirse o abatirse
siquiera en lo mínimo, la enseña más sagrada que pueblo alguno en la tierra, se
haya dado para redimir la afrenta que lo ha difamado ante el mundo, le ha
cerrado sus horizontes y le tiene expuesto a todos sus desastres, enseña a la
que hemos consagrado la plenitud de la vida y la integridad de nuestra
existencia.
El día que aquello pudiera suceder, que Dios nos fulmine y
la Patria nos execre.
Sí, porque los que subyugan Y detentan a las sociedades en
su marcha progresiva, llevan el sello del eterno delito; y los que abjuran de su
fe redentora, son los Judas malogradores de las más santas y justas
inspiraciones.
Era usted el correligionario que más obligado estaba a todos
los merecimientos hacia el Partido y sus hombres, porque ha tenido
incongruencias de todo orden y disparidades de todo género, que aun me
complazco en no consignarlas, y no sólo se le han tolerado, sino que hasta se
ha cohonestado aparentemente con ellas, guardándoles siempre los mejores
comedimientos, las más grandes distinciones y las más amplias generosidades.
Se aleja cuando por todas partes repercuten las vibraciones
del sentimiento nacional, que por medio de sus delegaciones llegara hasta el
altar de la Patria, a renovar sus votos de honor y de austeridad ciudadana en
aras de su redención.
Deja su puesto cuando la conjuración oficial tramada desde
el primer día, acometiendo y arrasando desaforadamente con todo lo que ha
creído y cree necesario a su plan, se descubre reproduciéndose con procederes
tan indignos y temerarios que me quedo absorto de que los consienta, y no
estalle todo el pueblo argentino arrojando para siempre de su seno tamañas
felonías contra la majestad soberana de la Nación.
Procede usted así porque un diario escrito por radicales ha
dado cabida a una tesis económica distinta de la que sostiene el suyo.
Si fuera posible admitir que ese giro tomara la vital
preocupación que desde hace treinta años viene conmoviendo a la República,
absorbiendo en su defensa todas las fuerzas morales, intelectuales y reales, en
la expresión de sus más puras y vigorosas energías, entonces sí que habría
llegado la hora de desesperar de su suerte, porque la Unión Cívica Radical, que
es la genuina encarnación, se descalificaría por sí misma. Sería una derogación
de principios, de su pensamiento- puramente genérico o institucional y una
desviación de la línea recta que tanta autoridad le ha dado en la República.
Pero no es, ni será así: el problema está planteado e
impreso en el alma nacional, tal como surgió, y nada ni nadie lo modificará en
su concepto ni lo detendrá en su solución radical.
Nunca una Nación soportó más duros golpes, pero tampoco el
esfuerzo humano hizo más grandes sacrificios para resistirlos; ni hubo mayores
transgresiones a las leyes que rigen las sociedades, pero tampoco mejores
comprensiones de deberes para combatirlas; ni causas más graves determinaron la
acción general, ni oposición alguna estuvo a más altura para repararlas, que
las de ese movimiento.
¿No sabe usted que del principio democrático del sistema
republicano y del régimen federal, de ese vasto movimiento científico ideado
por el saber humano, bajo cuyos auspicios y enseñanzas tienden a llenar su
cometido todas las sociedades libres, no queda ya en la nuestra más que la
tradición y su leyenda ?
Adoptado desde la aurora de la independencia por la
nacionalidad argentina y cimentado después de cincuenta años de vicisitudes,
dolorosas alternativas y de inquietudes, todo ha sido derribado y se posa sobre
sus ruinas el más disoluto predominio de que haya que consumir, dilapidar y
usurpar... no tiene más miraje que el peculado y la logrería, sea lo que fuere,
pase lo que pase y suceda lo que suceda, con tal que haya que consumir,
dilapidar y usurpar... (!). Sumido y abyecto hasta la vileza dentro de su
imperio, como procaz y agresivo con la opinión pública, y vandálico en todas
las formas, gravita sobre la Nación, en vorágine devastadora de la más nefasta
fatalidad!
Todo se ha concusado y subvertido, respirando relajación y
desconcierto; todo sentimiento de respeto, de bien y de justicia ha sido profanado.
Tan hondos trastornos políticos y morales no sólo producen
múltiples males y dejan irreparables lesiones, sino que amenazan mayores
peligros, sobre los que detengo la pluma; pero que evidenciaría en tribunal de
fuero interno patentizando su magnitud y sus consecuencias.
Los sucesos dirán o el porvenir decidirá, pero al menos no
debo ocultar que los signos de la época y las señales del tiempo, me hacen
prever siniestras sonoridades de catástrofe.
Los pueblos que así sufren, padecen en toda su estructura, y
no hay legalidad para nada ni principios ni reglas, sino los que imponen a su
albedrío, la denominación que subordina todo a sus conveniencias.
Cuando tan audaz y persistentemente se avasallan las
facultades sobre que reposan las funciones políticas, ese inicuo proceder de
gobiernos que cifran su estabilidad en la conculcación de todo lo constituido,
en la violación de las leyes, y en la defraudación de los intereses públicos,
ese poderío lleva en sí el germen de todas las descomposiciones, quienes quiera
que sean los que lo dirijan, y. el incentivo de las espurias ambiciones lo
arrastrará a todos los extremos.
La situación irredimible por sí mismo y las esperanzas al
respecto, quedarán siempre desvanecidas. Por el contrario, cada tregua que se
haga y cada hipótesis en que se confíe, distanciará la hora de la reparación,
dejando tras de sí mayores perturbaciones. Los perversores de los pueblos nunca
transformaron su acción en regeneradora; millares de veces lo prometieron, y
tantas otras fueron conversos al bien general. Es natural que así suceda,
porque no puede sinceramente sostenerse la posibilidad de transiciones tan
acentuadas, ni el cambio de condiciones tan distintas.
Las acciones humanas se manifiestan según los factores
psicológicos que las determinan y no germinan, sino aquéllas que les dieron
vida. La escuela que se aprende, o el ejemplo que se recibe, es el mismo que se
propaga.
Y los actos y los hechos que se dejan consumar, es de
rigurosa exactitud que se produzcan, y el ambiente en que se vive, es el que
satura la existencia. El delito no repara ni condena, sino en su provecho e
infiriendo mayores lesiones y, por lo tanto, cuantas ilusiones se forjen sobre
la probabilidad de mejora por los gobiernos actuales, serán vanas y fomentarán
las reincidencias. Basta recordar la enorme conglomeración de atentados,
renovados siempre con más impudicia, para comprender cuán insensato es suponer
que los causantes así empedernidos sean reaccionarios. Ellos podrán modificar,
pero en un ambiente totalmente distinto, porque como sucede en las decadencias
inverteradas, están inconscientes y enervadas para toda purificación de hábitos
y más para remontarse a las esferas inmanentes del bien público.
Con la tendencia a olvidar el pasado, porque a todos
conviene, desde que contados son los que no tienen participación en el punto de
partida o en los sucesivos, con el dominio del poder y sus atracciones, en
recursos y elementos y medios de todo orden y con la impunidad por delante,
nadie puede dudar de lo que seguirá siendo y de la posteridad que nos depara.
Por nuestra parte seremos siempre severos con el crimen
venturoso, y jamás acordaremos sanción legal a lo que originariamente no lo
tuviere, ni en nuestras manos se romperá la unidad de la historia en todos sus
juicios. No porque tengamos prevenciones contra nadie, que nunca hemos podido
sentir, pero sí increpaciones para todos y absoluta rebelión con cuanto daña a
la República y la detiene en el camino de regeneración y vida nueva.
Sólo los mentecatos o los malvados pueden ignorar o hacerse
los desentendidos para comprender hasta dónde hayan penetrado las raíces de la
depravación de esta progresiva «crisis del progreso».
La corrupción continuará avanzando y todo irá precipitándose
mientras haya pendiente, porque los discípulos aventajarán consecutivamente a
sus maestros y los verdaderamente portentosos anuncian sin ambigüedad cuál sea
el fin de esa batahola infernal.
Hace treinta años que recíprocamente se imputan las
responsabilidades en que igualmente han incurrido y cometen la sarcástica
ironía de referirse a ellas en las asonadas que alternativamente se hacen,
concluyendo por convertirse en juez el que tiene la fuerza, al cual los que
ayer le desdeñaban se le rinden hoy y le repudiarán mañana, para posternarse
ante el nuevo omnipotente.
Es un proceso que lleva entre sus entrañas el germen
productor de todas las perversiones. Un hacinamiento en que se confunden
gobiernos, grupos y hombres, con denominaciones de Acuerdos, Paralelas, Uniones
Provinciales, Republicanos; Partidos Unidos, Liberales, Autonomistas,
Coalicionistas, Conservadores, Unión Nacional y tantas otras buscando en
figuraciones y desfiguraciones encubrir sus delincuencias y hacer prevalecer
sus móviles utilitarios, variando por momentos, según las mejores ventajas y
oportunidades para la posesión o, participación en el gobierno.
Una algazara de aplausos y reproches, de elogios y censuras,
de acometimientos como el de las más incoherentes alianzas; pero que en
realidad son fenómenos naturales, porque persiguiendo los mismos propósitos
están dispuestos a todas las cambiantes para conseguirlos.
Todo, todo eso causa un estado morboso incurable por sí
mismo, tan infeccioso que cada vez se esparcirá más ocasionando a la República
los perjuicios consiguientes, y por fin, quedará sepultado en la fosa común de
esta época con la lápida del oprobio.
Pero a su frente con el lema de la Unión Cívica Radical,
perdurará una pirámide de proyecciones tan luminosas y de perspectivas tan
vastas, como su propia idealización levantada por las más caras consagraciones del
espíritu y del alma, de la frente y el pecho de la personificación humana y
sobre su cúspide la razón, la justicia y el derecho, como antorcha permanente
de la civilización argentina.
Tal es la síntesis de esta crisis moral y política, a la que seguirán crisis económicas, porque esa es una de sus fatales consecutivas. Para honor y bien de la Nación, se caracteriza en el más opuesto antagonismo contra las fuerzas destructoras por las creaciones reparadoras. Así debía ser, porque si la resistencia no tuviese ese carácter habría demostrado que los gobiernos eran apropiados y lógicos a la Nación, y ambas entidades, situación y posición, hubieran merecido igual juicio y caído en el mismo nivel de depresión y de desdoro.
Y bien, derrumbadas todas las instituciones, como deshechas
las organizaciones accesorias y sobre ellas las más profundas e invasoras
prostituciones, ¿cuál es el valor y el significado que ese caos tiene ante los
principios y leyes que rigen a la humanidad?
No deje usted deslizar su pensamiento en impresiones
movedizas y pasajeras, acuda a las fuentes de los conocimientos, a la historia,
a la filosofía, a las ciencias que son el alma máter de las sociedades, y todas
ellas le dirán de la manera más concluyente, que en ese estado no puede haber otro
sentimiento y otra aspiración que el de la salvación de la República.
Si así lo comprendió el deber argentino a los diez años, a
los treinta de progresión infamante, ¡cuán imperioso y sagrado no será!
Ahí tiene usted el programa de la Unión Cívica Radical; y
debe ser el de todo ciudadano que tenga sangre en las venas, patriotismo en el
pecho y pundonor en la frente.
Apenas necesito decir que lo ha mantenido tan incólume, con
tan virtual capacidad y elevación, con integridades tales, como no hay otro
caso en la vida.
Lo cumple y lo realizará, fiel, serena y valerosamente, no
por los reprobados medios de compartir con el delito, a pretexto de extinguirlo
o de penarlo, simulando actuaciones políticas para determinar soluciones
regresivas, porque eso sería agregar a la estigma de unos la de todos, y a la
ignominia de los gobiernos la de los pueblos.
Pero sí por los decorosos medios concordantes con los fines,
por desprendimiento de todos los ideales y beneficios propios en holocausto al
bien público y con el tributo de todas las abnegaciones ante el sagrario de la
Patria, para restaurarla en toda la soberanía de su ser, al concierto del mundo
por la reasunción de su autoridad moral, por el restablecimiento de todo su
organismo y por la generalización del trabajo, fuente de todos los bienes y
símbolo de todas las dignidades!
Esa es la posición que imponen la ciencia y la experiencia,
la razón y la conciencia, y todo cuanto ilumina al espíritu humano. La Unión
Cívica Radical la asume impertérritamente, afrontándola en todas las
consecuencias; porque en tan honorable actitud no sólo son Sus enemigos los
gobiernos, sino también todas las profanaciones colectivas o individuales que
quisieran verla abdicar o claudicar para sin control y sin justicia pública,
sin reparo alguno, lanzarse a todos los aprovechamientos con el
convencionalismo y Ja tolerancia conjunta.
Sí, eso es lo que corresponde a los solemnes deberes de la
República, y el único camino para libertarla, arrancándola de las garras de
todos los malhechores y tránsfugas; lo demás, toda lo demás es mentira, es
deshonra y es especulación, entregándola indefensa a todas las traficaciones y
sin resguardo a las suspicacias y tentativas de toda especie que crecientemente
la circundan, amparadas y estimuladas por su desmedro y desgobierno.
En tal situación, tampoco se conciben ni se justifican las
tendencias partidarias ni las propensiones singulares; porque deben callar esos
intereses, volviendo todos sobre los de la Nación, antes de que sea demasiado
tarde para evitar el peso de alguna mayor calamidad y lamentarla recién cuando
no hay remedio; ni pueden desenvolverse sino sometiéndose para participar de la
concupiscencia o gastándose estérilmente en las acciones aisladas y
substrayéndose a las que obran en sentido general.
Son tan ciertas esas proposiciones que los ciudadanos que no
profesan el credo de la Unión Cívica Radical, contribuyen, directa o
indirectamente, en una forma o en otra, a afianzar el régimen imperante y se
hacen causantes como los mismos autores.
Habiéndose congregado ese movimiento para fines generales y
comunes y siendo cada vez más definido en sus objetivos, no sólo son
compatibles en su seno todas las creencias en que se diversifican y sintetizan
las acciones sociales, sino que le dan y le imprimen su verdadera
significación. La denominación de «Unión Cívica» expresa su origen y el
agregado «Radical», es el vivo anatema a las atroces felonías de que ha sido
víctima dentro de su propia entidad haciéndole malograr acciones ya decididas
en su favor y obligándola a prolongar su azarosa vida, multiplicándole sus
crucificaciones e infiriendo a la Patria muchos más sensibles y grandes males
que aquéllos que motivaron su convocatoria.
Su causa es la de la Nación misma y su representación la del
poder público. Así será juzgado y así pasará a la historia como fundamento
cardinal y resumen entero de la heroica resistencia que el pueblo argentino
hiciera a la más odiosa de las inspiraciones; porque no tiene ni una sola
atenuante y sí todas las agravantes.
Es sublime la majestad de su misión, a ella entrega sus
fervores infinitos! Por eso perdura su obra y son poderosos sus esfuerzos, se
robustece y vivifica constantemente en las puras corrientes de la opinión; es
la escuela y el punto de mira de las sucesivas generaciones y hasta el ensueño
de los niños y el santuario cívico de los hogares!
Precisamente, uno de los inmensos bienes que ha hecho, y que
bastaría para su eterna culminación, es haber consolidado la unión nacional y
su identificación orgánica, de tal modo que ya nadie podrá explotar la criminal
perfidia que tanta sangre argentina ha hecho verter; porque la solidaridad está
definitivamente consumada, no por las bacanales victoriosas contra ella misma,
sí por los infortunios y las desventuras, por los esfuerzos y los sacrificios
en unísono pensar y sentir, en una sola alma: la de la Patria y en un solo
espíritu: el de Dios!
Las convicciones partidarias, cualesquiera que hubieran
sido, no habrían llegado a tan esforzadas pruebas y hubiesen sucumbido a los fuertes
y repetidos contraste que parecen aleccionar a los pueblos, imponiéndoles
penosas tribulaciones antes de reconquistar lo que por culpable negligencia
perdieron.
Hemos sufrido dolorosos desgarramientos, que han lacerado
nuestros pechos y nos han dejado imborrables impresiones; pero sin un instante
de vacilación e incertidumbre, erguidos siempre por el deber, estamos en su
senda cada vez más fuertes, y templados hasta por la misma adversidad que se
cierne sobre nosotros y que al fin será la precursora de todas las
prosperidades.
Es un espectáculo interesante entre propios y extraños y
digno de la mayor admiración, el de esa fuerza que, desprovista de toda función
de gobierno y alentada tan sólo por el espíritu público, persiste desde hace
veinte años con absoluta abnegación. Sostiene la más cruenta posición que se
conozca y apartando de sí todas las compensaciones, y aceptando todos los
sinsabores, hace de esto su sólido punto de apoyo.
Inaccesible a todas las seducciones, prefiere antes las
inexorables persecuciones, agresiones, abusos y desamparos.
Jamás un movimiento de opinión ha ocupado la escena con más
suma de calidades ni mayores desprendimientos ni más intensos sacrificios. Será
unas figuras históricas de imperecederas irradiaciones tantas más fulgurantes
cuanto que su obra es eminentemente nacional, proseguida con el más acendrado
desinterés, y a impulsos de los más generosos afanes y de los más nobles
sentimientos.
Hemos luchado imperturbables y perseverantes con el emblema
del honor, de la justicia y de las instituciones, y guiados por su credo y
abrazados a la bandera de la Patria, hemos consagrado nuestra vida, reposo,
bienestar y patrimonio mil veces y siempre, a todos los halagos, a trueque de
las más crueles proscripciones e inmolaciones!
Esa lucha no sólo es con los adueñados de los poderes que
tienen subyugados y sometidos a su servicio todos los resortes oficiales, sino
también a despecho de sus aliados, las malevolencias, diatribas, infidencias,
perfidias, defecciones, deslealtades y traiciones, que son exponentes de la
degradación reinante; más los indiferentes, apáticos, parasitarios y
decrépitos, y aun esa masa de gente rendida siempre a los éxitos y egoístas a
las contiendas que no sean mercenarias, con aplausos a todos los triunfadores y
fustigaciones a todos los infortunados, álbumes para los que suben y censura
para los que bajan. Contra toda esa parte, en fin, de la humanidad que nace
muerta a la vida moral y del espíritu, a la que tiene que sobrellevar a cuestas
la que llenando su cometido, conforme con los designios de la Providencia,
forma y reforma las sociedades, reconstituyendo el mundo y perfeccionando el
universo sobre la base inmutable de la libertad y de la justicia.
Hemos ido sucesivas veces a la acción armada y muchas otras
a los comicios, 1 difundiendo en la próspera, como en la adversa suerte,
enseñanzas benéficas en todo sentido, y después de veinte años de continuo
batallar no tenemos la más leve sombra en la trayectoria tan luminosa que viene
siempre a nuestra mente a manera ele brisa fortificante en tan ruda y profunda
labor.
En todos los momentos desde los primordiales hasta los más
trascendentales, así como en las prisiones, confinamientos, expatriaciones,
tropelías y crueldades que se nos han hecho sufrir, hemos dejado también la
estela indeleble de la elevada conducta y correcta cultura.
Nunca hemos deseado mal a nadie, porque no está en nuestra
índole, ni tenemos un solo latido que nos mueva a ello; nuestros actos llevan
solamente los ardores del firme cumplimiento de deberes y del recto ejercicio
de derechos, fuera de cuya órbita no se puede legalmente pretender que vivamos,
y si la fuerza ciega, torpe y criminosa nos oprime, no por eso nos hará
desistir.
No dañamos intereses ni pretensiones legítimas ni buscamos
posiciones, a todas las que hemos declinado siempre, porque lejos, muy lejos de
ser legionarios de nadie, ni de bandería alguna, somos legionarios de la
sacrosanta causa porque nos debatimos en bien de todos, desde que es por y para
la Patria.
Relevantes inspiraciones y justísimos anhelos de reparación,
es lo que anima e induce a ese movimiento; y potente en sus fuerzas y en el
principio que las ha producido, permanece invulnerable en ellas siendo la
imagen fiel de todo cuanto de altivo ha palpado la Nación en estos últimos
treinta años.
La clarísima visión con que ha seguido y previsto los
acontecimientos, teniendo en ellos las notas más altas, serenas y dignas, así
como su probidad y alejamiento de todas las menguas y supercherías, la
presentan como la expresión más ideal de la ansiada regeneración. Se levanta y
se mantiene arriba de todas las brumas y estrechas miras, en la más pura
atmósfera del patriotismo, simbolizando la grandeza moral de la Nación, sus
verdaderas energías y el juicio que presidirá sus destinos.
Que los espíritus que estudian las acciones humanas a través de los arcanos de la existencia para grabar sus caracteres esenciales, digan cuánto hay de genio, de virtud y de fortaleza, en-esa obra guiada por las más augustas concepciones, coronadas por las mayores austeridades y santificada por todas las consagraciones.
Ha dado un ejemplo tan notable en las lides por las
libertades y derechos humanos, que difícilmente será superado, y no hay en sus
anales otro cometido encuadrado en principios y reglas tan uniformes, y con
gentilezas, hidalguías y nobilidades llevadas a tal grado.
Sobre esa cumbre de gloriosas rutas, hacia todas las
ascensiones es que usted ha blasfemado; y de los artífices, sus compatricios y
correligionarios, es que usted ha renegado. Maldiga entonces a la Patria misma;
porque no es posible concebir mayor identidad.
Si las demostraciones infalibles de los espíritus selectos y
las almas selectas, son la inteligencia, el carácter, la lealtad, la integridad
y la abnegación, busque usted en todo el orbe y no encontrará mayor perfección
ni obra más acabada.
Ha sido y será fecunda su acción atacando el mal en todas
sus proporciones.
¡Cuánto bien ha hecho a la República y qué hubiera sido de
ella sin esa colosal resistencia que ha sobrepuesto a todo!
El día en que por cualquier circunstancia desapareciese
antes de alcanzar la solución, la fatalidad habría llegado a su último término,
y la República, degenerada, rodaría al descrédito y a la ruina, en el
torbellino del desquicio y la rapacería, perdiendo su tradicional filiación
para tomar la que le deparasen los accidentes y los eventos de la vida.
Pero no creo que haya poder humano, que consiga esa
declinación, porque su credo no viene de la sugestión de nadie, ni de
influencia alguna, sino del profundo convencimiento de la Nación, que en
contraste en todo con la ineptitud de los gobiernos, ha revelado en la
contienda preparaciones y capacidades para resolver los más vitales problemas,
y parece haber jurado ante Dios y ante sí misma, su reivindicación radical y su
redención suprema!
Así lo ha probado en toda su marcha y desenvolvimiento, y
así lo ha comprobado, guardando la más glacial indiferencia a los ciudadanos,
aun los más representativos y de mayor figuración pública que defeccionaron o
se apartaron de sus principios y de sus programas. Sin embargo, si aquella
suposición llegara a ser una realidad, óigalo bien y téngalo por Seguro, que no
volverá usted a ver otra Unión Cívica, Radical.
Ella constituye una de esas exteriorizaciones públicas de
aspiraciones morales que distingue a los movimientos bienhechores de la
humanidad, y que, como mandatos providenciales, sé condensa sólo de tiempo en
tiempo y en torrentes de luz y armonía, difunden grandes bienes, sean
creadores, reconstituyentes o restauradores.
Nunca emergen de la acción militante ni de la trillada vida,
y menos de las contaminaciones, sino de los acentuados recogimientos, en los
que se forma el justo y levantado criterio libre de todo prejuicio, y se
acumulan las fuerzas morales y reales, que venciendo todos los obstáculos,
concluyen por implantar transiciones superiores bajo el calor de los rayos de
un sol más puro y confortante, despertando a las sociedades mayores energías y
entusiasmos abriéndoles nuevas vías en la continuación de sus progresos.
La Nación tiene que salir de la situación que atraviesa sin
más dilación ni omisión, ni otra consideración que la que le incumbe en el
concierto general, y si así no lo hiciera, no se justificaría en el presente ni
en el porvenir.
Los problemas de la vida no adquieren legitimidad por el
punto donde se dilucidan, sino por la justicia que les asiste, y equivalen aquí
como en el centro más importante del mundo, y la experiencia enseña que las
naciones son juzgadas ante todo con arreglo a la conducta que observan y al
respeto que a sí mismas se guardan.
Demasiado conocemos las armonías: universales, y bien
sabemos que cuando unos pueblos se detienen o retroceden, los demás reciben los
reflejos de su sombra, así como cuando avanzan imperturbables, también les
llega los resplandores de su luz.
De hombres y sociedades sobrias y virtuosas se hacen pueblos
libres y focos de civilización; pero de hombres y sociedades a quienes dominan
el libertinaje y el desenfreno de goces materiales, no se harán sino
conglomerados expuestos a. todas las contingencias y descomposiciones.
Los estados que se corrompen, dicen los pensadores del
mundo, se purifican únicamente recurriendo a los principios que los hicieron
originariamente grandes.
Así es como se han salvado en todos los tiempos, volviendo a
la aplicación de esos principios o entrando al régimen de las instituciones; y
los que no lo han hecho, han concluido por perder su personalidad, quedar
atrofiados o vivir devorados por la anarquía y el desorden, teniendo que
soportar las más amargas lecciones externas.
Así también los estadistas que dieron tranquilidad y sosiego
a los pueblos, por el ejercicio de sus libertades, están perennemente
bendecidos en la memoria de las sucesiones de la vida, mientras aquellos que lo
contrarrestaron, viven también, pero en la eterna maldición!
La reivindicación se hace cada vez más sentida, porque la
demolición y la destrucción avanzan, agotando en su provecho y salvaguardia las
fuentes y las riquezas de la Nación.
La situación es la misma en su origen y punto de vista,
.pero sorprendentemente reagravada de renovación en renovación y de día en día,
porque no hay nada tan funesto y pernicioso como la impunidad en el abuso y la
irresponsabilidad en definitiva!
No obstante y a pesar de tener a su servicio todos los
gobiernos y sus extensas ramificaciones, más las facciones aventureras que
merodean en torno de ellos, la prensa asalariada, mercantil y desleal a la fe y
la gratitud pública, y las oposiciones que siendo sólo por exclusión, apenas se
las llama, concluyen siempre por tomar asiento en los banquetes de los triunfos
contra la Patria; con todo eso, no tienen nada sino lo que detentan y depredan y
sintiendo la trepidación constante de su caída, contenida hasta ahora por la
traición y la fatalidad, que son las pruebas más grandes porque tienen que
pasar los movimientos regeneradores de la humanidad, viven poniendo en juego
todos los medios que creen apropiados para conservarse, por infamantes y
criminales que sean.
Pero la ley de la historia se cumplirá por las inspiraciones
supremas y por las concepciones levantadas y austeras de las que la interpretan
sin la menor desorientación en la ruta verdadera de su destino.
Podrán retardar esa caída, imponiendo cada vez más sacrificios,
pero al fin se precipitarán obedeciendo a la lógica ineludible, desde que su
base es absolutamente falsa y atentatoria: así se estremecieron y desplomaron
en el transcurso de la vida todas las congéneres.
Habrían cesado ante las causas o no hubieran existido nunca
si el Ejército de mar y de tierra, leal a su misión y a su investidura, no
siendo obediente a cualquier reo y profano mandón, inconsciente a las
responsabilidades por la impunidad que amparan aquellas- gloriosas insignias,
fuera custodia de la soberanía nacional, respetando la constitución y las leyes
que fundamentan su tradición, su progreso y su civilización.
El día que eso suceda, se acabarán los atentados y delitos
políticos, y la República remontará su vuelo hacia sus incomensurables
horizontes.
Más que siempre, debemos abrazar la bandera redentora,
cualesquiera que sean los jalones que aun nos resten colocar.
No lo hacemos contra nadie personalmente, sino contra todos
y para todos, animados tan sólo del culto fervoroso por el bien imperecedero de
la Patria, cada vez más comprometida en los inevitables problemas que la
variedad de relaciones en que se desenvuelve la vida va creando, y de cuya
solución depende la prosecución de sus destinos, efectuada en el presente con
todos los daños y los riesgos según la moralidad y la capacidad de los que la
tienen aprisionada.
Sabemos bien la condensación de esfuerzos que la obra
demanda, y lo venimos experimentando; pero por magna que sea su realización,
debemos sobrellevarla con desdén, por todas las mortificaciones; porque tenemos
el deber de ser hombres de bien y ciudadanos probos, y si todo se doblega a las
eficiencias del poder, más imperioso es aún el de permanecer inquebrantables
desdeñando los halagos y sobreponiéndonos a todos los embates, para cuidar el
honor nacional y formar y acentuar su carácter.
Permanezcamos serenos y magnánimos en medio de los
desastres, probando siempre tanta entereza y convicción en la adversidad, como
generosidad y templanza en la victoria, y así habremos asistido y contribuido
decisivamente a la gloria y engrandecimiento de la República, fijando la más
luminosa memoria para la posteridad.
Los acontecimientos humanos enseñan en su constante
sucesión, que lo que triunfa después de todo es la virtud, la integridad y el
patriotismo.
Cuando podamos asistir a un orden de cosas enteramente
nuevo, respecto del que acabamos de pasar, se podrá entonces apreciar bien, la
importancia de esa transición, y los mismos que la resisten la aplaudirán ante
la realidad de los inmensos y saludables beneficios para todos.
Es indispensable luchar en todas partes, pero no
parcialmente, sino con completa unidad de acción y en la forma conducente para
llegar hasta el origen y el fondo de donde el mal procede. Las mejores
intenciones, siendo inadecuadas e insuficientes, no harán más que preparar
mayores inconvenientes, y así lo comprueban los años corridos.
Hay que reconocer las causas con plena lealtad ciudadana y
con toda decisión y eficacia buscar la reparación de tan deplorable, alarmante
y vergonzoso estado, porque las tentativas para orillar las dificultades,
servirán nada más que para alimentar los odios del elemento opuesto.
No es el caso de mejorar los efectos de las causas, sino de
extirpar las causas para que no se produzcan los efectos.
La manera de alcanzar los bienes como de conjurar los males,
es siempre igual, y debe ser conforme a la naturaleza de ellos.
Nunca ningún esfuerzo bien dirigido y encaminado, ha dejado
de ser fructífero, y siempre ha dado al hombre y a las sociedades mayor
conciencia de sí mismos.
No debemos esperar que nos impelan apremiantes necesidades,
ni tener que ir detrás de los sucesos, sino delante de ellos, para llevarlos
por los cauces correspondientes, como han hecho todas las sociedades sabias y
previsoras.
El absolutismo se opondrá siempre a las medidas que tienden
a anularles los factores con que opera y usufructúa, y será contraproducente
toda aspiración a infundir un sentido vital y orgánico, sin el advenimiento de
la vida moral e institucional.
Lo esencial es reconquistar ese carácter constitucional,
fundamento de legitimidad de todos los poderes y que ha sido a tal punto
desnaturalizado, que los gobernantes proceden nada más que por su exclusiva
cuenta y propio interés.
Es indispensable entonces recuperar el mecanismo electoral,
legalmente ejercido, bajo los principios democráticos, con lo cual la paz y él
orden público serán perdurables, extinguiéndose desde luego los vicios
actuales.
La República dejará de ser el gobierno de un hombre, de
círculos o de fracciones, que no son sino despojos y absorciones contra la
igualdad política, y hacen ilusorias todas las libertades y derechos; será el
gobierno de la voluntad popular por medio de partidos o de corporaciones con el
confortante y vivificante prestigio de llevar simultáneamente a su seno a todas
las representaciones de la opinión.
A conseguir ese resultado, a preparar esa escena y abrir ese certamen, deben concurrir en unidad de acción todos los ciudadanos que no miren a la Patria con indiferencia; y esa será la primacía de la ansiada redención que fecundizará todos los bienes.
Terminaré ya, porque me he extendido mucho más de lo que me
había propuesto, aunque seguiría departiendo, si estuviera usted a mi lado, por
más que estos temas se los he inculcado en nuestras conversaciones, no habiendo
tenido usted, sino palabras de asentimiento y conformidad.
Ha incurrido usted en una inexplicable ligereza al juzgar a
la Unión Cívica Radical; y ha demostrado no haber tenido comunidad alguna con
sus esfuerzos y sacrificios que tanto vinculan, y ni siquiera respeto por sus
calvarios!
No concibo cómo habiendo formado su personalidad al calor de
ese movimiento, al apartarse por cualquier motivo propio, se pretenda en vano
vituperarle cuando más laudable sería reconocerle noblemente sus enseñanzas y
sus orientaciones.
Ha sido usted muy injusto, muy inconsiderado y muy ingrato.
Comprendo que ya no nos veremos juntos laborando el bien
común, y si así tenía que ser, mejor era que no hubiera sido nunca.
Me resta dejar constancia de que todo cuanto digo, son
ascensiones políticas, sin la menor intención ofensiva, porque no tengo en mi
ánimo sino el deseo de conservarle mi estimación personal.
No hago más que evidenciar que hay un juicio público
supremo, y ojala que así hubiera una razón de estado superior. El día en que
esos dos atributos se identifiquen por el ejercicio de la soberanía, el mundo
se asombrará de la grandeza argentina!
Esa es la obra de la Unión Cívica Radical, y esa será su
solución, con todos los esplendores de su genio!
Lo saluda muy atentamente.
HIPOLITO YRIGOYEN
Fuente: “Ley 12839. Documentos de Hipólito Yrigoyen. Apostolado Cívico – Obra de Gobierno – Defensa ante la Corte ”, Talleres Gráficos de la Dirección General de Institutos Penales, Bs. As 1949.-
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