Grato es, profundamente grato a mi espíritu, levantar mi voz
en esta ciudad de Villa
María. Pareciera paradojal que en un acto como éste exprese
así mi pensamiento inicial, porque venimos nosotros aquí, en el reencuentro
espiritual con el eminente ciudadano que, al desprenderse biológicamente de
todos los atributos de la vida él, como pocos argentinos, entra con la frente
erguida por el amplio portal de la historia, a la posteridad.
Por eso es que yo he querido venir aquí, a esta ciudad de
Villa María: mi puesto estaba en la Ciudad de Córdoba, pero quise quedarme en
esta ciudad, donde tantas veces cambié ideas, pensamientos con ese virtuoso
ciudadano. Yo que tuve una amistad en la acepción real del pensamiento ―como
diría Séneca― con el valor y el significado filosófico que le dio este estoico.
La amistad generalmente, sobre todo en la política es relativa, los hombres se
vuelven amanuenses, serviles, porque van detrás de una conquista, de un
poderío, de un honor, de una ambición personal. He estado al lado de Sabattini
en mis primeros pasos en nuestro encuentro, hace años: venía de la recia lucha
política de la provincia de Buenos Aires, llegué a Córdoba y estuve en los
graves entreveros de los claustros universitarios defendiendo la Reforma Universitaria, ocupando las altas dignidades de Presidente
del Centro de Derecho, y cinco meses después, Presidente de la Federación
Universitaria. Más tarde fui a la presidencia del Comité Universitario de la U.C.R., dirigiendo una campaña
electoral en 1928. En ese año precisamente fue nuestro encuentro con Sabattini:
él iba a la alta función de Ministro de Gobierno. El me señalaba que no me
conocía sino a través de la información de los amigos, de la disputa en la
lucha como un hombre de ciertas ideas, de cierta penetración de pensamiento, de
ciertas inquietudes, de rebeldías, lleno de aristas.
Nuestro primer encuentro fue en ese año, es decir una
simpatía de carácter ideológico.
Yo también sabía que él era un luchador por ciertas ideas
que embargaba y atesoraba mi espíritu como una forma de liberación y de
dignidad humana, y allí, en ese encuentro ideológico y de templanza moral,
fuimos amigos. Lo acompañé en toda la lucha, conspiración revolucionaria y en
la protesta electoral. Me acuerdo todavía, en la defensa recia del comicio, cuando
Sabattini dirigió la resistencia en favor de los pronunciamientos populares y
por el respeto a la voluntad popular. Fue una hora sangrienta que culminó con Plaza
de Mercedes.
La dignidad del hombre
Todas esas inquietudes y luchas, logran más tarde en el
comicio, ungirlo a Sabattini gobernante. Estuve en su gobierno como Ministro, y
después pasé a ejercer las funciones de gobernador de Córdoba.
Todo eso, a través de una larga lucha, de una cruenta lucha,
jalonada por ideas, por conceptos, por pensamientos, por inquietudes, por
esperanzas. Sabattini cada día se agigantaba más. Él era el hombre en medio de
las grandes revelaciones de la ciudadanía que, aún, en las horas de zozobra
mantenía su gran serenidad, su espíritu limpio, su mente clarividente, su
corazón para todas las ternuras que significaran engrandecer al humilde, levantar
al caído, ensalzar al hombre, dignificarlo y señalarle siempre, a veces con
dureza, el áspero camino del deber. Aquí fue una prédica que no tuvimos que
levantar altares a la demagogia, nunca se burló al humilde ni nunca se bajó la
cerviz ante el poderoso, siempre fue Sabattini un hombre de aguda sensibilidad.
El trató de colocar su oído en las inquietudes y palpitaciones populares; fue
un hombre que supo auscultar los anhelos del pueblo, por eso siempre fue
popular, por eso siempre lo acompañé aún en las duras horas de las grandes realizaciones.
El fue el ejecutor de obras que pasarán los años y quedarán como jalones que señalan
una etapa de realizaciones de una generación que tuvo grandes aspiraciones de redención
y de alta dignidad para bien del país.
Ese hombre que a veces exigió a su pueblo sacrificios y
esfuerzos, nunca lo engañó. Ese hombre rector y guía de la ciudadanía en
Córdoba y en el país. Discutido, difamado, calumniado, tuvo suficiente
serenidad para con su propia vida destruir todas las infamias, y poder llegar a
su muerte con esa altura moral que hoy, toda la ciudadanía del país, en
congoja, tiene que señalar que ha perdido la República todo un hombre, un
verdadero hombre.
Ese significado tiene Sabattini. Como ciudadano fue un
hombre de las grandes rebeldías, y si hubiera que hacer la ubicación del
destino histórico del radicalismo, en su profunda raíz en el paso que alimenta
la tierra del presente mirando con gran esperanza el porvenir, diría que, en
las normas tradicionales de la división objetiva, Sabattini señaló al radicalismo
como una fuerza de izquierda en las luchas por las grandes reivindicaciones.
Por eso los otros días leía, con verdadera angustia, un
reportaje del 30 del mes pasado en el diario “La Nación” de la ciudad de Buenos
Aires, al Presidente del Bloque de la U.C.R. del Pueblo, donde señalaba que
nosotros éramos una fuerza centrista, defensora del capitalismo y a todo trance
del concepto de la propiedad privada, que nunca habíamos sido una fuerza de
izquierda; ese es el tremendo daño que se hace en este momento en que la representación
política de la ciudadanía debe actuar con limpieza e integridad ante el pueblo;
si lo que hay es decepción por la mentira política, por el sensualismo de los
hombres, por la falta de jerarquía en los conductores, por la ambición desmedida
de los dirigentes de los partidos políticos, porque, la ciudadanía civil no
sabe vestir con dignidad su saco de civil y lo mancilla y lo menosprecia y por
eso es que la chaqueta militar en este momento quiere ejercer su imperio,
porque la civilidad no sabe actuar con la dignidad que requiere.
Rebeldía en histórico resentimiento
Yo digo ¿qué es toda nuestra lucha desde muchachos, como
jóvenes, como adultos, como viejos? ¿Qué ha sido la lucha tremenda de ese
hombre como Leandro N. Alem que fue la expresión del hombre modesto, del
ciudadano que hasta tiene que asistir a la humillación del ajusticiamiento de
su propio padre; ese hombre que tiene profundo resentimiento histórico en su
alma porque vio vejados a sus iguales, porque no se les hizo justicia. ¿Qué fue
de ese hombre humillado en los claustros universitarios porque no traía los
apellidos de abolengo de los porteños o de los provincianos? El otro conductor,
el hijo del carrero, Hipólito Yrigoyen qué fue, sino una expresión de pueblo
cuya raíz histórica está metida en la patria misma, que se nutre de nuestra
tierra. Esos somos nosotros los radicales, somos una rebeldía en histórico resentimiento
de clases sociales que han sido humilladas y ultrajadas por los privilegiados
de la República.
Por eso es que Amadeo Sabattini en su exaltación como
gobernante y en las grandes proyecciones de su verbo luchador, cuando decía
“caminos al sur”, cuando afirmaba “agua al norte”, y “la reforma agraria para
toda la campiña cordobesa”, cuando encerraba ese pensamiento “la tierra para el
que la trabaja”, ¿acaso levantaba él un altar a la demagogia?
No. Sabattini nunca fue demagogo, tuvo demasiada serenidad
de conducta, demasiada integridad moral, dureza de espíritu para el
cumplimiento del deber. El señalaba ―interpretando a los hombres guías del pasado del radicalismo―
cuál era la senda que no hay que abandonar nunca.
El radicalismo, decía ayer, en Sabattini tuvo una cita con
el destino de la patria. Sabattini fue, marchó en la autenticidad de sus
virtudes para llegar a la cita limpio, para servir a la patria, no en los
oropeles de las altas funciones que él mismo se había señalado que ese no era
su destino, sino el de preservar la unidad del radicalismo. Sabattini creyó que
el destino histórico estaba, como solución argentina, en que este radicalismo
cumpliera su etapa realizándose en toda su magnitud. Toda esta desgracia que
vive la República, toda esta angustia que vive el país es porque fuerzas anti-radicales,
reaccionarias, conservadoras y derechistas-centristas, impiden la realización
del radicalismo en aquella gran revolución nacional frustrada, tantas veces
burlada, que Yrigoyen tampoco pudo realizar, y que, como lo ha dicho muy bien
este hombre, este magnífico luchador, Rodríguez Araya, ha sido sin duda frustrada
la posibilidad de una gran realización revolucionaria progresista nacional, al
haberse impedido por las ambigüedades de las ambiciones de los personeros de
nuestro propio Partido, que Amadeo Sabattini hubiera llegado a la Primera
Magistratura de nuestro país.
La visión para unir al radicalismo
Todo fue una confabulación y Sabattini se da cuenta y nunca
él la quiso repeler. El pudo dividir al Partido muchas veces y se negó, porque
él siempre estuvo con la unión del radicalismo, con la unidad doctrinaria,
conceptual, histórica y de conducta de la Unión Cívica Radical. Bregó por ella.
Podría señalar ―porque a veces es bueno esclarecer la mente de nuestros
correligionarios, porque nosotros somos olvidadizos, desmemoriados y no somos justicieros
con los hombres― cómo Sabattini siempre luchó por la unión del radicalismo; y que,
su última postura no fue un hecho circunstancial; ni con esta división actual
del radicalismo ni con ninguna estuvo Sabattini.
Les recordaba ayer, a los Delegados en nuestra reunión, este
hecho histórico:
Un día fui a visitarlo en el exilio, en la localidad de San Ramón, Uruguay.
Un día fui a visitarlo en el exilio, en la localidad de San Ramón, Uruguay.
En aquellos años me esperaba en la Estación y de allí fuimos
a su modesta pensión. Lo noté a Sabattini preocupado.
“¿Qué le pasa Don Amadeo, tiene alguna mala información?”.
“¿Qué le pasa Don Amadeo, tiene alguna mala información?”.
No. bruscamente detiene su andar por la habitación y me
dice:
―“Yo debo confesar que he cometido un tremendo error político, tengo un grave error”.
―“Yo debo confesar que he cometido un tremendo error político, tengo un grave error”.
―No sé Don Amadeo cuál es su error!.
―“No he debido ser Gobernador de Córdoba”.
―¿Cómo?.
―“Porque ese es mi error político, porque mi destino estaba
señalado y yo no he cumplido con mi propio destino, no he tenido la suficiente
energía para decirles a mis amigos que no aceptaba la candidatura a gobernador,
no he debido tener debilidad en ese sentido”.
Pero si allí está su prestigio, le respondí, ―su gran
relevancia en este momento argentino es su extraordinaria gobernación― su
figura de gobernante, de estadista, pudiera ser un revolucionario pero no se lo
conocía como un conductor del pueblo, un realizador. Usted ha sido un teórico,
un teórico y un realizador a la vez, conjunción que muchas veces no se ha dado
en el país. Usted ha tenido esa virtud, ha hecho la afirmación teórica y la ha
llevado a la práctica en función de gobernante con mentalidad de estadista.
―“No ―me dice― es que esa no era para mí, yo he debido
quedar como una reserva para unir al radicalismo, como elemento aglutinante del
Partido que trabajando por ambiciones, por rencores, por despechos se va a
dividir y esa va a ser la gran desgracia para el país; yo he debido quedar sin
aceptar nunca nada para que nadie sospechara de que yo aspiraba a una
determinada posición partidaria por el poder político del país”.
Entonces comprendí la extraordinaria grandeza de este
hombre, que él quería ser reserva modesta, aglutinante sencillo, para entrar a
suavizar este enojoso desencuentro que ha existido entre los hombres de la
Unión Cívica Radical.
Por la Ley Sáenz Peña y la Constitución
Por eso es Señores que Sabattini tuvo esa tremenda
preocupación, aún esta misma división que azota al Partido se trató de evitar
por todos los medios. Yo mismo fui a una reunión que se realizó en Morón, en
donde estaban presentes los Dres. Balbín y Frondizi, el entonces Presidente de
la Convención Nacional Dr. Quirós, Rabanal, Racedo, Gamond y otros.
En esa reunión le hice un planteo a Frondizi:
Dr. Frondizi no divida al Partido, usted puede ser nuestro abanderado, usted puede ser el salvador, usted puede promover el reencuentro de todas las fuerzas populares argentinas y terminar con el odio, la venganza, la revancha, usted puede pacificar, pero hay que tener un gran gesto, un gran renunciamiento de todos los radicales.
Haga usted la defensa de la Ley Sáenz Peña, defienda la
Constitución del ´53; señale al país que el proyecto de reforma de la
Constitución por los militares que están en el poder, tiene el sólo propósito
de hacer un ejecutivo débil, títere, amanuense de ciertos sectores militares;
que la citada reforma a la Ley Sáenz Peña tiene por objeto debilitar a los
partidos poderosos como la Unión Cívica Radical y hacer un parlamento impopular
para gobernar el país con coaliciones minoritarias cuyo aglutinante saldría de
los propios sectores militares que desde 1930 vienen gobernando al país, y
ahora aspiran a seguir realizándolo por intermedio de estas dos fórmulas
tremendas: un ejecutivo débil, un parlamento de coaliciones minoritarias.
Denuncie al país, con todo coraje civil, que se está
preparando esta maniobra y estará toda la fuerza civil de la República detrás
de la erguida bandera levantada por el Presidente del Comité Nacional de la
Unión Cívica Radical. Haga eso y habrá unido a todos los argentinos en una gran
emoción nacional.
Entonces Balbín dijo: “Yo no comparto el pensamiento del Dr.
del Castillo” (eso no es nada molesto, puede un hombre no compartir el
pensamiento, me parece bien porque lo dijo en esa reunión) e hizo a continuación
una defensa de las Fuerzas Armadas.
Entonces Frondizi manifestó ―después de tener afectuosas apreciaciones para con mi persona― que él no dudaba de la autenticidad sincera de mi pensamiento y de mi propuesta, que todos sus amigos, sin excepción alguna, pensaban como yo, pero que él, Arturo Frondizi, pensaba como Balbín.
Entonces Frondizi manifestó ―después de tener afectuosas apreciaciones para con mi persona― que él no dudaba de la autenticidad sincera de mi pensamiento y de mi propuesta, que todos sus amigos, sin excepción alguna, pensaban como yo, pero que él, Arturo Frondizi, pensaba como Balbín.
Es decir radicales, al hacer estas recordaciones les quiero
significar que las soluciones para el país las debemos dar con mentalidad
Radical, mirándonos nosotros cara a cara, discutiendo, debatiendo si se quiere
hasta con bravura, pero entre nosotros, radicales, no miremos los cuarteles
para buscar la solución salvadora, no miremos los cuarteles en busca de la
solución argentina ―cuando se desenvaina la espada conquistadora no se sabe
cuándo volverá a su lugar―; todo este mal de Argentina, todo este padecimiento
se debe a que nosotros no andamos buscando las grandes soluciones por la senda
del radicalismo, sino que miramos los cuarteles, y en este momento, algunos
también mirar a la Casa de Gobierno y hay que mirar al pueblo, creer en las
fuerzas morales de la República, creer en el pueblo. El radicalismo es eso, es
raíz, es pueblo, es autenticidad argentina.
Por eso esta noche ―así como lanzando mi pensamiento al
viento― quisiera que lleguen estas palabras de hoy pronunciadas aquí por estos
distinguidos oradores del radicalismo rosarino.
Quisiera que llegara mi modesta palabra al Sr. Presidente de la República y que me escuchara:
“No busque los caminos tortuosos de un entendimiento al margen de las grandes realidades políticas de Argentina, que no la habrá; no busque las soluciones mostrándose débil ante las Fuerzas Armadas; sea presidente de los argentinos; llegó cómo, por qué circunstancias, pero con el voto auténtico de la ciudadanía. No le preguntamos qué base tiene esa conquista de su voto, nosotros sabemos que han estado en las urnas, que contiene el pronunciamiento popular, y salió allí de la mayoría, votaron un programa.
"Corra todo lo que signifique peculado y dolo a su rededor,
haga un gobierno limpio, no permita negociados ni sospechas de negociados entre
los hombres que lo rodean, tenga la mano dura y castigue al delincuente de la
administración pública. Tenga el gesto altivo de decir si es él un hombre de la
más alta magistratura, con la independencia absoluta, que no es prisionero de
poderes extranjeros, o de poder interno alguno”.
“Nosotros los argentinos, los ciudadanos tenemos el derecho
de saber si todo esto que está realizando el Sr. Presidente es una frustración
tremenda de un hombre que fue esperanza dentro del radicalismo en una gran
realización programática y debemos indagar las causales de esta gran
defraudación”.
¿Qué le pasa Sr. Presidente? El Sr. Presidente no puede
continuar con una política energética que niega su pasado.
Defender las fuentes naturales de la riqueza del país con
sentido nacional ¿Qué hay en materia de petróleo?; ¿qué hay en la política
hidroeléctrica?; ¿qué hay con el carbón de Río Turbio?; ¿qué hay con esta
política de miseria, de humillación de tipo económico que realiza?; ¿por qué
todo esto?; ¿a dónde nos lleva el Sr. Presidente?. ¿Cómo puede permitir que se
introduzcan extranjeros a dirigir la economía, que es dirigir la propia dignidad
de la Nación, por intermedio del Fondo Monetario Internacional?. ¿Quién le
obliga a mantener la paradoja de un hombre que parece más bien un muñeco que insulta
a la República en carácter de Ministro de Economía?. ¿A qué se debe todo esto?;
¿por qué mantiene esa ficción?; ¿o es autenticidad de Gobierno?
Y las Fuerzas Armadas, nadie me puede acusar de que tenga ni
siquiera un pensamiento oculto respecto a ellas, aunque pudiera hacerle el
grave cargo de cuya responsabilidad me hablara alguna vez un eminente amigo,
talentoso escritor, estudioso de los problemas de la Patagonia trató hasta de
asuntos educacionales, la escuela para la gente del agro, el general Sarobe,
hombre intelectual, militar intachable que fuera jefe de la 4ta. División.
El general Sarobe un día me decía:
“Lo grave, lo tremendo de Uriburu, no ha sido tanto como el derrocar al presidente Yrigoyen, sino el daño irreparable, y cuya consecuencia no podemos prever, de haber sacado a los militares de sus cuarteles, y de haberlos introducido en la Casa de Gobierno: de la Casa de Gobierno no saldrán más; oh! Quién sabe qué sacrificios le va costar al pueblo argentino para que salgan de allí”.
Y la verdad, correligionarios, es que desde el 6 de septiembre de 1930, cuando Uriburu se apoderó de la Casa de Gobierno, allí están todavía y no se quieren retirar.
“Lo grave, lo tremendo de Uriburu, no ha sido tanto como el derrocar al presidente Yrigoyen, sino el daño irreparable, y cuya consecuencia no podemos prever, de haber sacado a los militares de sus cuarteles, y de haberlos introducido en la Casa de Gobierno: de la Casa de Gobierno no saldrán más; oh! Quién sabe qué sacrificios le va costar al pueblo argentino para que salgan de allí”.
Y la verdad, correligionarios, es que desde el 6 de septiembre de 1930, cuando Uriburu se apoderó de la Casa de Gobierno, allí están todavía y no se quieren retirar.
Las Fuerzas Armadas no deben salir nunca de su misión
específica
Por eso correligionarios, les hago en nombre de la
argentinidad una exhortación a las Fuerzas Armadas, porque conozco a muchos militares de alta
jerarquía intelectual y moral, yo podría señalarlos. Me basta con recordar a
aquel general tipo criollo, ejemplo de argentinidad, sin una sola mácula, como
era el general Miranda. Aquel otro general, tan discutido pero de talento
estratégico, el poseedor quizás de la mejor biblioteca de estrategia militar en
el país, discutido ―pero yo nunca he sospechado personalmente en mi trato con
él, de su integridad argentinista― el general Von der Becker. He tratado, y lo
ha hecho Sabattini, con otro general cuyas inquietudes por la grandeza del país
se traducían en su preocupación por hacer de Córdoba el gran centro de la
industria militar de la Argentina mediante la utilización de la energía
hidroeléctrica, que la mentalidad de Sabattini hizo una realidad en Córdoba,
con la construcción de esos tres diques. Ese patriota militar, que murió con el
grado de general, era el entonces coronel Savio. He conocido, también, a un
hombre de alta jerarquía militar, que se levantó en armas para defender un
concepto democrático, que no especuló en nada, patriota, en la más limpia
expresión del pensamiento, el general Avalos. Conozco y he hablado con hombres
del Ejército, he tratado a muchos jóvenes de las tres Armas, talentosos, llenos
de inquietudes, de desprendimientos. ¡Cómo no los va haber en el Ejército
Argentino. Qué tienen que ver las Instituciones con que allí haya una caterva
de ambiciosos o de hombres que no llevan con dignidad su chaquetilla de
soldado!
No, no nos equivoquemos, por eso es que a las Fuerzas
Armadas les hago este llamado patriótico, sin ningún resentimiento, sólo me
guía la tranquilidad y la paz de la República y es que las Fuerzas Armadas no
pueden constituirse en elemento pretoriano para tiranizar, para allanar los
hogares de los hombres de este país, para perseguir y amedrentar a los sectores
populares, en ejercicio de funciones que les son absolutamente ajenas.
No. Las Fuerzas Armadas no deben salir nunca de su misión
específica, porque entonces entran en el trajín de todas las discusiones, y
ellas deben ser intocables, porque ―como decía ayer, tomando la palabra de un
alto estadista argentino― las Fuerzas Armadas están formadas por los ciudadanos
que en el país tienen el extraordinario privilegio de andar armados en presencia
de la ciudadanía desarmada.
Ideario nacional y americano
Radicales: Sabattini no pudo llegar a la cita con la
República, nosotros debemos continuar la marcha, todos unidos, todos
mancomunados en una misma esperanza, mirando con altura sus objetivos, sus
ideales, sus propósitos y marchemos, que ya está señalado para este radicalismo
o para el radicalismo de mañana, la posibilidad de ser actor de la emancipación
económica, social, educacional y espiritual de todos los argentinos, en el reencuentro
con su destino, en la amistad, en el trabajo creador y fecundo ennoblecido por
el reparto equitativo de sus dones, en la justicia sin privilegios y sin
sometimientos para hacer de Argentina lo que soñaron nuestros mayores y para
que Argentina, como hermana mayor, marche a la vanguardia, desbrozando el
camino y alumbrando el sendero con la antorcha de un pensamiento reivindicador
de Latinoamérica; porque nuestra gran docencia, nuestro gran accionar no puede
ser exclusivamente para nosotros, como militantes de un partido político autóctono
que hunde sus raíces en los orígenes de la nacionalidad común a estas veinte Repúblicas hermanas, nuestra lucha debe ser por la
emancipación y la realización del destino común de nuestra América.
Así lo soñó Amadeo Sabattini.
Fuente: Villa María, 17 de mayo de 1960. En el 24° aniversario de su asunción como gobernador de Córdoba, Santiago H. Del Castillo ―quien, el día anterior, fuera proclamado líder de la Intransigencia Nacional ― fue el orador principal. Estas fueron sus palabras (17 de mayo de 1960)
Muchas gracias por este espacio que nos sirve a la militancia, ante tanto desborde y/o fallidas intervenciones de nuestra dirigencia actual, que pareciera haber perdido el rumbo y desalienta la participación de gente que puede dar mucho al partido, tambien a otros espacios que hoy integran el sabio frente progresista que se esta gestando en la republica. Norberto José Lluch.- DNI 8.427.354.- Sastre 955 Pehuajó. Bs As 6450.-
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