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sábado, 18 de mayo de 2013

Rafael Pascual: "Debate sobre la Reforma Constitucional" (21 y 22 de diciembre de 1993)

Mucho se ha dicho hasta aquí sobre el proyecto de reforma que se halla en discusión; por lo tanto, seré breve en mis observaciones y sumamente concreto en las graves impugnaciones que merece, a mi juicio.
En primer lugar, debo reiterar lo que tantas voces se ha señalado; el proyecto nos coloca en una discusión innecesaria e inoportuna,
La intención del país intenta ser llevada hacia una discusión que no constituye, ni remotamente, el centro do las preocupaciones de la sociedad Argentina en este momento histórico, donde problemas tales como la desocupación —situada en uno de sus picos históricos mas altos—, la marginación de vastos sectores de la comunidad como consecuencia de la aplicación de planes de ajuste insensibles a los reclamos sociales, la proliferación de acusaciones a funcionarios públicos por actos de corrupción —verdaderos cachetazos para la dignidad popular—, y la falta de garantías que se desprende de un estilo de ejercicio del poder que no quiero reconocer limites, muestra, sin lugar a dudas, temas de suma urgencia e ineludible abordaje, y cuya causa no puede encontrarse precisamente en la Constitución vigente, cuya modificación, por ende, no exige ningún apresuramiento,
En un momento donde, la sociedad, viene padeciendo la progresiva agonía de las economías regionales (a la vista tonemos los casos de los últimos acontecimientos en La Rioja y Santiago del Estero); donde tanto en el ámbito interno como internacional se reclama por la inseguridad jurídica; y la malsana costumbre de gobernar mediante decretos de necesidad y urgencia, que en cantidad ya han superado largamente en cuatro años los dictados en mas de ciento cuarenta años de historia constitucional, se nos aparece el tema de la Reforma Constitucional, como si de su tratamiento dependiera la solución de todos los males que aquejan al pueblo argentino.
Y es en ese contexto en que nos vemos obligados a reflexionar acerca de las causas en las que realmente se funda tanto- apresuramiento. Así llegamos a la conclusión de que el único motivo que impulsa al gobierno a presionar con este tema es el agotamiento de los tiempos que permitan convalidar el criterio reeleccionista fue tanto obsesiona al titular del Poder Ejecutivo.
Es este, entonces, un proyecto de reelección con reforma, y no a la inversa, en el que se anteponen claramente los intereses personales o de sector a los del país todo, Y, lo que es cuando menos tan malo como lo anterior, se subalterniza una prerrogativa tan delicada, como es la del poder preconstituyente-derivado del Congreso Nacional, pensada para objetivos mas elevados y perdurables.            ;
Este forzamiento que se intenta, esta especie de parición con fórceps, que se pretende imponer, que ha costado en su momento la ruidosa renuncia de un ex ministro del Interior del gobierno, disconforme con la metodología empleada, y que llevó un mes atrás al enrarecimiento del clima político como hacia mucho tiempo no so daba en la Argentina, constituyo un comportamiento inaceptable para la conciencia democrática de nuestra sociedad, traduciendo a su vez una pretensión hegemónica inviable por la ausencia de legitimidad que la afecta, ,
Este es el punto clave la ilegitimidad del proyecto deriva precisamente del hecho de que esta confeccionado a la medida de una sola persona, el actual Presidente de la Nación. Decimos esto pues si bien no desconocemos que, hay temas en el proyecto de reforma que transmiten loables intenciones, todos ellos quedan subalternizados frente a la cuestión primera y excluyente de la elección del actual primer mandatario.
El poder es legitimo cuando existe coincidencia entre el modelo de poder que el conjunto do una sociedad sostiene como valido y el modelo real de poder que se ejerce cuando los actos de gobierno coinciden con el conjunto do valores y creencias que una sociedad sostiene, Es pues, el consenso sobre los valores últimos donde se funda la legitimidad del poder; y digo claramente que el pueblo argentino no legitima ni legitimara tiranías; no desea constituciones hechas para el capricho de una persona, sino para los tiempos y para la Republica con mayúsculas.
Experiencias sobran en la historia institucional argentina para concluir en que una Constitución sin consenso, no sólo está destinada al fracaso como norma reguladora básica de la organización jurídico-política de un Estado, sino que, lo que es peor aun, arrastra en su caída la paz social, y la convivencia civilizada de los argentinos, merced a las profundas divisiones que su implementación "contra-natura" trae aparejadas. Las Constituciones do 1819 y 1826 encuentran allí las causas do sus fracasos. La Constitución de 1949 no ha sido ajena a similares consecuencias, sirviendo hoy de antecedente histórico invalorable a ser tenido en cuenta si es que no quieren repetirse los gravísimos errores que nos llevaron a la desunión y la violencia.
Un curioso pero significativo antecedente sobre la ineludible necesidad del consenso como garantía de la salud futura de la Constitución y de la sociedad a la que se dirige, podemos encontrar en la Carta de Yungay que Sarmiento dirige a Urquiza, vencedor de Caseros.
Allí, y frente a la exclusión de la discusión constitucional de hombres y sectores vinculados a Sarmiento, muchos de ellos pertenecientes al estado de Buenos Aires por entonces escindido de la Confederación— aquel señalo enfáticamente: “¿Hasta cuando durara su Constitución impuesta? ¿Mientras tenga la fuerza en su poder? Las constituciones no se hacen para darse el gusto de darlas, sino para las generaciones venideras. No por las circunstancias excepcionales del momento en que se dan, sino para el porvenir, Por eso es preciso rodearla de todos los prestigios de legitimidad, de independencia, de capacidad, de ciencia en los que se dan, a fin de que sean obedecidas y respetadas."
Y tal como lo señala el prestigioso politicologo, doctor Horacio Sanguinetti, la Reforma del 53, debió ser consensuada con Buenos Aires, dando así nacimiento a la mal llamada Reforma del 60, que en realidad instituyo un todo integrativo del esquema constituyente de nuestro tiempo. Recién allí quedo garantizado su perdurabilidad.
Estas experiencias deben mover a la reflexión de mis colegas. Y no abdicamos de nuestra vocación reformista, pero creemos que una modificación tan sustancial no puede girar; exclusivamente alrededor de la vocación continuista del gobernante de turno.
El futuro político e institucional del país no puede girar alrededor de la figura de un solo hombre, por su importante que esto sea, ni de la posibilidad de su reelección. No puedo dejar de mencionar en este punto la extrema peligrosidad que con lleva la cláusula de la reelección, cuyos riesgos no solo fueron magistralmente señalados por los constituyentes y sus fuentes doctrinarias, entra ellas las Bases do Alberdi, sino, con una capacidad de síntesis y un poder do convicción casi envidiable, por el propio general Perón en su discurso ante la Asamblea Legislativa del 1 de mayo de 1948, cuando se opuso a la remanida reelección.
Con todo respeto, pasare a leer la parte sustancial de dicho discurso. Dijo el general Perón:
"Un punto resulta indudablemente critico en la reforma que el ambiente publico ha comenzado a comentar: es el referente a la modificación del articulo 77, a fin de que el presidente pueda ser reelecto sin periodo intermedio.
Mi opinión es contraria a tal reforma, y creo que la prescripción existente es una de las más sabias y prudentes de cuantas establece nuestra Carta Magna. Bastaría observar lo que sucede en los países en que tal reelección es constitucional. No hay recurso al que no se acuda, lícito o ilícito, y es escuela de fraude e incitación a la violencia, como asimismo una tentación en la acción política por el gobierno y los funcionarios. Y si bien todo depende de los hombres, la historia demuestra que estos no siempre han sido ecuánimes ni honrados para juzgar sus propios meritos y con las conveniencias generales, subordinando a ellas. En mi concepto, tal reelección seria un enorme peligro para el futuro político Republica y una amenaza de graves males que tratamos de eliminar desde que actuamos en la función pública.
Hemos dicho que la era del fraude ha terminado y para que ello resulte efectivo en los hechos, no es suficiente que nosotros aseguremos la legalidad de los comicios que realicemos, sino quo es menester no inducir sistemas que puedan en el futuro incitar al fraude y a la violencia a personas menos escrupulosas o a facciones de ciudadanos que supongan que la salvación de la patria solo puede realizarse por sus hombres o sus sistemas.       
"En seis años de gobierno un ciudadano debe dar de si todo cuanto posee en bien del país. Luego es menester que llegue otro con nuevas ideas y nuevas energías para ponerlas al servicio del bien común, que es el bien de la patria," La claridad de la cita exime de mayores comentarios,        
Se ha dicho que quienes no aprenden de sus errores resultan aplazados con experiencia. Y en materia política esto puede resultar muy grave cuando con los errores se arrastra el destino de una sociedad,
Como dirigentes políticos, como legisladores, como representantes del pueblo de la Nación, pero sobre todo como hombres que hemos vivido en esta Argentina tantas veces fracturada por las desavenencias políticas, donde las familias se dividían por la adhesión o no a ciertos partidos, donde los vecinos se llegaban a mirar con desconfianza por sus ideologías, donde muchas veces los amigos se alejaban por las mismas razones. Tenemos la obligación y el deber ineludible de no repetir las causas que en el pasado nos pusieron al borde de la disolución, cuando dichas diferencias fueron llevadas a sus extremos, consagrándose el fanatismo y la violencia como método de acción política, con las nefastas consecuencias que bajo ningún concepto podemos reeditar.
La sociedad argentina exige hoy que su clase política esta a la altura de las circunstancias. Hacerlo hoy significa aferrarse a los valores que dan sentido a nuestra convivencia democrática.
Entre ellos la solución pacifica de los conflicto, que no es otra cosa quo la búsqueda del consenso, constituyo un hilo fundamental,
Insisto una vez más: la sociedad argentina no consciente que una Constitución se reforme por el capricho de la reelección de una persona. Mucho se ha escrito y dicho en estos días sobre la siembra de vientos y cosecha de tempestades en nuestro pasado reciente, La experiencia vivida sobre las consecuencias y el destino de las reformas constitucionales sancionadas sin consenso, con su secuela de divisionismo y desgracias, son sumamente alertadoras en tal sentido y deben movernos a la reflexión.
El acuerdo sobre los temas fundamentales de la vida política argentina, y vaya si la reforma es uno de ellos.
Hoy reclama el pueblo argentino de sus gobernantes para que el fantasma del desencuentro y la intolerancia no forma parte, nunca más, del patrimonio de la cultura política de nuestro país.
Por ello exhorto a mis colegas a que reconsideremos su posición, con la grandeza y el patriotismo que la gravedad de la hora impone. Con ello dejo también fundado mi rechazo al proyecto de reforma constitucional en tratamiento.  




























Fuente: Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados "Debate de la Ley de Necesidad de Reforma Constitucional", 21 y 22 de diciembre de 1993. 

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