En primer lugar, debo reiterar lo que tantas voces se ha
señalado; el proyecto nos coloca en una discusión innecesaria e inoportuna,
La intención del país intenta ser llevada hacia una
discusión que no constituye, ni remotamente, el centro do las preocupaciones de
la sociedad Argentina en este momento histórico, donde problemas tales como la
desocupación —situada en uno de sus picos históricos mas altos—, la marginación
de vastos sectores de la comunidad como consecuencia de la aplicación de planes
de ajuste insensibles a los reclamos sociales, la proliferación de acusaciones
a funcionarios públicos por actos de corrupción —verdaderos cachetazos para la
dignidad popular—, y la falta de garantías que se desprende de un estilo de
ejercicio del poder que no quiero reconocer limites, muestra, sin lugar a dudas,
temas de suma urgencia e ineludible abordaje, y cuya causa no puede encontrarse
precisamente en la Constitución vigente, cuya modificación, por ende, no exige
ningún apresuramiento,
En un momento donde, la sociedad, viene padeciendo la
progresiva agonía de las economías regionales (a la vista tonemos los casos de
los últimos acontecimientos en La Rioja y Santiago del Estero); donde tanto en
el ámbito interno como internacional se reclama por la inseguridad jurídica; y
la malsana costumbre de gobernar mediante decretos de necesidad y urgencia, que
en cantidad ya han superado largamente en cuatro años los dictados en mas de
ciento cuarenta años de historia constitucional, se nos aparece el tema de la
Reforma Constitucional, como si de su tratamiento dependiera la solución de
todos los males que aquejan al pueblo argentino.
Y es en ese contexto en que nos vemos obligados a reflexionar
acerca de las causas en las que realmente se funda tanto- apresuramiento. Así
llegamos a la conclusión de que el único motivo que impulsa al gobierno a
presionar con este tema es el agotamiento de los tiempos que permitan convalidar
el criterio reeleccionista fue tanto obsesiona al titular del Poder Ejecutivo.
Es este, entonces, un proyecto de reelección con reforma, y
no a la inversa, en el que se anteponen claramente los intereses personales o
de sector a los del país todo, Y, lo que es cuando menos tan malo como lo
anterior, se subalterniza una prerrogativa tan delicada, como es la del poder
preconstituyente-derivado del Congreso Nacional, pensada para objetivos mas
elevados y perdurables. ;
Este forzamiento que se intenta, esta especie de parición
con fórceps, que se pretende imponer, que ha costado en su momento la ruidosa
renuncia de un ex ministro del Interior del gobierno, disconforme con la metodología
empleada, y que llevó un mes atrás al enrarecimiento del clima político como hacia
mucho tiempo no so daba en la Argentina, constituyo un comportamiento inaceptable
para la conciencia democrática de nuestra sociedad, traduciendo a su vez una
pretensión hegemónica inviable por la ausencia de legitimidad que la afecta, ,
Este es el punto clave la ilegitimidad del proyecto deriva
precisamente del hecho de que esta confeccionado a la medida de una sola
persona, el actual Presidente de la Nación. Decimos esto pues si bien no desconocemos
que, hay temas en el proyecto de reforma que transmiten loables intenciones,
todos ellos quedan subalternizados frente a la cuestión primera y excluyente de
la elección del actual primer mandatario.
El poder es legitimo cuando existe coincidencia entre el
modelo de poder que el conjunto do una sociedad sostiene como valido y el
modelo real de poder que se ejerce cuando los actos de gobierno coinciden con
el conjunto do valores y creencias que una sociedad sostiene, Es pues, el
consenso sobre los valores últimos donde se funda la legitimidad del poder; y
digo claramente que el pueblo argentino no legitima ni legitimara tiranías; no
desea constituciones hechas para el capricho de una persona, sino para los
tiempos y para la Republica con mayúsculas.
Experiencias sobran en la historia institucional argentina
para concluir en que una Constitución sin consenso, no sólo está destinada al
fracaso como norma reguladora básica de la organización jurídico-política de un
Estado, sino que, lo que es peor aun, arrastra en su caída la paz social, y la
convivencia civilizada de los argentinos, merced a las profundas divisiones que
su implementación "contra-natura" trae aparejadas. Las Constituciones
do 1819 y 1826 encuentran allí las causas do sus fracasos. La Constitución de
1949 no ha sido ajena a similares consecuencias, sirviendo hoy de antecedente
histórico invalorable a ser tenido en cuenta si es que no quieren repetirse los
gravísimos errores que nos llevaron a la desunión y la violencia.
Un curioso pero significativo antecedente sobre la
ineludible necesidad del consenso como garantía de la salud futura de la Constitución
y de la sociedad a la que se dirige, podemos encontrar en la Carta de Yungay que
Sarmiento dirige a Urquiza, vencedor de Caseros.
Allí, y frente a la exclusión de la discusión constitucional
de hombres y sectores vinculados a Sarmiento, muchos de ellos pertenecientes al
estado de Buenos Aires por entonces escindido de la Confederación— aquel señalo
enfáticamente: “¿Hasta cuando durara su Constitución impuesta? ¿Mientras tenga
la fuerza en su poder? Las constituciones no se hacen para darse el gusto de
darlas, sino para las generaciones venideras. No por las circunstancias
excepcionales del momento en que se dan, sino para el porvenir, Por eso es
preciso rodearla de todos los prestigios de legitimidad, de independencia, de
capacidad, de ciencia en los que se dan, a fin de que sean obedecidas y respetadas."
Y tal como lo señala el prestigioso politicologo, doctor
Horacio Sanguinetti, la Reforma del 53, debió ser consensuada con Buenos Aires,
dando así nacimiento a la mal llamada Reforma del 60, que en realidad instituyo
un todo integrativo del esquema constituyente de nuestro tiempo. Recién allí
quedo garantizado su perdurabilidad.
Estas experiencias deben mover a la reflexión de mis
colegas. Y no abdicamos de nuestra vocación reformista, pero creemos que una
modificación tan sustancial no puede girar; exclusivamente alrededor de la vocación
continuista del gobernante de turno.
El futuro político e institucional del país no puede girar
alrededor de la figura de un solo hombre, por su importante que esto sea, ni de
la posibilidad de su reelección. No puedo dejar de mencionar en este punto la
extrema peligrosidad que con lleva la cláusula de la reelección, cuyos riesgos
no solo fueron magistralmente señalados por los constituyentes y sus fuentes
doctrinarias, entra ellas las Bases do Alberdi, sino, con una capacidad de síntesis
y un poder do convicción casi envidiable, por el propio general Perón en su
discurso ante la Asamblea Legislativa del 1 de mayo de 1948, cuando se opuso a
la remanida reelección.
Con todo respeto, pasare a leer la parte sustancial de dicho
discurso. Dijo el general Perón:
"Un punto resulta indudablemente critico en la reforma que el ambiente publico ha comenzado a comentar: es el referente a la modificación del articulo77, a
fin de que el presidente pueda ser reelecto sin periodo intermedio.
Mi opinión es contraria a tal reforma, y creo que la prescripción existente es una de las más sabias y prudentes de cuantas establece nuestra Carta Magna. Bastaría observar lo que sucede en los países en que tal reelección es constitucional. No hay recurso al que no se acuda, lícito o ilícito, y es escuela de fraude e incitación a la violencia, como asimismo una tentación en la acción política por el gobierno y los funcionarios. Y si bien todo depende de los hombres, la historia demuestra que estos no siempre han sido ecuánimes ni honrados para juzgar sus propios meritos y con las conveniencias generales, subordinando a ellas. En mi concepto, tal reelección seria un enorme peligro para el futuro político Republica y una amenaza de graves males que tratamos de eliminar desde que actuamos en la función pública.
"Un punto resulta indudablemente critico en la reforma que el ambiente publico ha comenzado a comentar: es el referente a la modificación del articulo
Mi opinión es contraria a tal reforma, y creo que la prescripción existente es una de las más sabias y prudentes de cuantas establece nuestra Carta Magna. Bastaría observar lo que sucede en los países en que tal reelección es constitucional. No hay recurso al que no se acuda, lícito o ilícito, y es escuela de fraude e incitación a la violencia, como asimismo una tentación en la acción política por el gobierno y los funcionarios. Y si bien todo depende de los hombres, la historia demuestra que estos no siempre han sido ecuánimes ni honrados para juzgar sus propios meritos y con las conveniencias generales, subordinando a ellas. En mi concepto, tal reelección seria un enorme peligro para el futuro político Republica y una amenaza de graves males que tratamos de eliminar desde que actuamos en la función pública.
Hemos dicho que la era del fraude ha terminado y para que ello
resulte efectivo en los hechos, no es suficiente que nosotros aseguremos la
legalidad de los comicios que realicemos, sino quo es menester no inducir sistemas
que puedan en el futuro incitar al fraude y a la violencia a personas menos
escrupulosas o a facciones de ciudadanos que supongan que la salvación de la
patria solo puede realizarse por sus hombres o sus sistemas.
"En seis años de gobierno un ciudadano debe dar de si
todo cuanto posee en bien del país. Luego es menester que llegue otro con
nuevas ideas y nuevas energías para ponerlas al servicio del bien común, que es
el bien de la patria," La claridad de la cita exime de mayores comentarios,
Se ha dicho que quienes no aprenden de sus errores resultan
aplazados con experiencia. Y en materia política esto puede resultar muy grave
cuando con los errores se arrastra el destino de una sociedad,
Como dirigentes políticos, como legisladores, como representantes
del pueblo de la Nación, pero sobre todo como hombres que hemos vivido en esta
Argentina tantas veces fracturada por las desavenencias políticas, donde las
familias se dividían por la adhesión o no a ciertos partidos, donde los vecinos
se llegaban a mirar con desconfianza por sus ideologías, donde muchas veces los
amigos se alejaban por las mismas razones. Tenemos la obligación y el deber ineludible
de no repetir las causas que en el pasado nos pusieron al borde de la
disolución, cuando dichas diferencias fueron llevadas a sus extremos, consagrándose
el fanatismo y la violencia como método de acción política, con las nefastas
consecuencias que bajo ningún concepto podemos reeditar.
La sociedad argentina exige hoy que su clase política esta a
la altura de las circunstancias. Hacerlo hoy significa aferrarse a los valores
que dan sentido a nuestra convivencia democrática.
Entre ellos la solución pacifica de los conflicto, que no es
otra cosa quo la búsqueda del consenso, constituyo un hilo fundamental,
Insisto una vez más: la sociedad argentina no consciente que
una Constitución se reforme por el capricho de la reelección de una persona.
Mucho se ha escrito y dicho en estos días sobre la siembra de vientos y cosecha
de tempestades en nuestro pasado reciente, La experiencia vivida sobre las consecuencias
y el destino de las reformas constitucionales sancionadas sin consenso, con su secuela
de divisionismo y desgracias, son sumamente alertadoras en tal sentido y deben
movernos a la reflexión.
El acuerdo sobre los temas fundamentales de la vida política
argentina, y vaya si la reforma es uno de ellos.
Hoy reclama el pueblo argentino de sus gobernantes para que el fantasma del desencuentro y la intolerancia no forma parte, nunca más, del
patrimonio de la cultura política de nuestro país.
Por ello exhorto a mis colegas a que reconsideremos su
posición, con la grandeza y el patriotismo que la gravedad de la hora impone. Con
ello dejo también fundado mi rechazo al proyecto de reforma constitucional en
tratamiento.
Fuente: Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados "Debate de la Ley de Necesidad de Reforma Constitucional", 21 y 22 de diciembre de 1993.
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