Los gobiernos de la Republica se caracterizan en la actualidad por estas peculiaridades dominantes: ineptitud y desquicio gubernamental; despilfarro e inmoralidad en la administración publica, especialmente en el manejo del Tesoro y en la gestión de los Bancos del Estado; supresión del libre sufragio en la elección de los legisladores y de los jefes de Estado, reemplazando estas funciones importantísimas de los pueblos libres, con farsas electorales y vergonzosos traspasos del mando ejecutivo, impuestos con la fuerza o el fraude, según las circunstancias; un notable descenso moral, político y legislativo en los cuerpos encargados de dictar las leyes, manifestándose sumisos y obsecuentes servidores de las malas pasiones de los gobernantes y de la codicia de los círculos, en vez de ser sus miembros representantes altivos del pueblo soberano, guardianes de su dignidad e ilustrados promotores del progreso general; en fin, tanto en el orden nacional como en los gobiernos de provincia, entronizado el personalismo, el arbitrio y la inmoralidad.
Estos funestos factores del desquicio y desgobierno han
conducido al país al estado ruinoso y de sumisión en que se encuentra, sin vida
libre, sin vida republicana, y sufriendo los estragos de una crisis tremenda
que matara las industrias nacionales.
En una época de general postración del espíritu público,
después de las ultimas elecciones presidenciales, parecía que estos gobiernos
personales tenían subyugados los pueblos con mano férrea, auxiliados en su obra
nefanda por el indiferentismo de muchos malos ciudadanos y por la perversa complicidad
de otros. Fue entonces, el 19 de setiembre del año ultimo, cuando la juventud
independiente lanzo la voz de alarma contra tantos abusos y arbitrariedades
gubernativas; concito a la lucha cívica por el derecho violado, formulando
principios salvadores dentro del orden constitucional; y emprendió luego la organización
de centros políticos parroquiales que respondieran a su iniciativa patriótica.
En esos principios se reclamaba para la Republica el imperio
da la libertad del sufragio, la responsabilidad efectiva de los administradores
públicos, la mas pura moralidad gubernativa; el castigo severo de toda
violencia o fraude contra el libre sufragio, y de toda malversación del Tesoro
publico: el respeto de las autonomías provinciales, robustecer en todas partes
el régimen municipal; y por ultimo, provocar el despertamiento de la vida cívica
nacional tan abatida en todo el país, inspirando a los ciudadanos un justo celo
por sus derechos políticos y por sus deberes cívicos.
La bandera de la juventud fue saludada con entusiasmo por nuestros grandes hombres de todos los partidos políticos tradicionales, que no habían pactado con los abusos de poder. A tan generosa iniciativa siguió la formación de numerosos clubs políticos parroquiales, que aclamaron los mismos principios; y preparada y agitada así la opinión publica, el domingo 13 del corriente, obedeciendo a un llamamiento patriótico, se congrego en esta ciudad un meeting imponente para constituir el Comité Directivo de la Unión Cívica, circulando luego por las calles la mas entusiasta y populosa procesión cívica de que haya memoria en nuestro país.
En este meeting grandioso se ha condensado en bases definidas
la opinión pública adversa a los malos gobiernos de la época, fusionando todos
los hombres independientes de la Republica; la bandera ha sido una misma: reacción
constitucional; el medio practico y eficaz, la urgente y vigorosa organización cívica
del pueblo en la capital y en las provincias.
Ha sido tan grande e imponente este significativo movimiento
de opinión, que aun antes del acto público ha producido un hecho político sin
precedentes en nuestro país: los cinco Ministros del Presidente de la
Republica, que se creían inconmovibles, días antes del meeting, presentaron sus
renuncias, cayendo estrepitosamente un gabinete que desdeñaba con soberbia la
influencia de la opinión pública.
Esa renuncia en masa de los cinco Ministros nacionales, con
que parece se quiso neutralizar las proporciones del meeting, solo sirvió para
aumentar la concurrencia, pues el pueblo ya no ve ni encuentra mas salvación
que en sus propias fuerzas organizadas con hábil energía.
Pero el movimiento reaccionario ha producido también otro resultado
de trascendencia política para la Republica, y es la solemne declaración de
tres personajes del partido imperante, en cartas dirigidas al Presidente de la Nación,
en las cuales afirman terminantemente, que sus posibles candidaturas a la presidencia
próxima quedan eliminadas, pues ellos no consentirán que sus nombres sirvan de
bandera electoral.
La caída estrepitosa de un gabinete sin base de opinión, las
tentativas de reorganizar el ministerio con personalidades que ofrezcan mejores
garantías de reaccionar contra los abusos gubernativos, y el acontecimiento
sensacional de esas declaraciones sobre futuras candidaturas a la presidencia,
han sido acontecimientos políticos de la mayor importancia, impuestos al
partido dominante por la actitud vigorosa y decidida de la oposición,
organizada por el meeting del 13 del corriente. Conviene que el pueblo
aproveche la enseñanza elocuente de este gran triunfo de la opinión pública.
Es necesario no olvidar que aun cuando hayan desaparecido
esas posibles candidaturas, queda todavía montada la funesta maquina oficial,
constituida por la liga de gobernadores y por la jefatura única, en manos del
Presidente de la Republica, pudiendo con ella imponer al país la personalidad
que sea de su antojo. Mientras ese mecanismo inconstitucional y depresivo de
nuestro decoro republicano amenace a la nación con imposiciones presidenciales,
el país no puede vivir en paz y en libertad sino entre peligros y graves
perturbaciones económicas. Es necesario entonces quebrantar ese sistema
opresivo, por medio de la organización enérgica del pueblo, y que este ejercite
los derechos políticos que solo a el pertenecen.
Con todo, los acontecimientos de trascendencia referidos,
tienen gran importancia política para todo el país, y envuelven una enseñanza
elocuente; son un estimulo poderoso para continuar con toda actividad y energía
la organización cívica del pueblo en la capital y en las provincias, como el único
medio de salvar al país de un eminente derrumbamiento político, económico y
constitucional; y por ultimo, nos impulsan a dirigir este manifiesto sin
perdida de tiempo a todos los hombres independientes de la Republica, a todos
los buenos ciudadanos, pidiéndoles su valioso concurso para la salvación común,
antes de dirigirnos individualmente a cada uno de ellos.
Conciudadanos:
El momento es supremo, el país sufre los estragos de una crisis terrible, política, financiera y bancaria, que agita hondamente el interior de la Republica, y echa por tierra el crédito exterior de la Nación y de las provincias. La primera organización vigorosa de la opinión pública independiente ha derribado en masa el gabinete nacional, ha muerto para siempre tres posibles candidaturas a la presidencia futura, y ha dado al país una enseñanza elocuente de lo que puede el pueblo bien organizado y fuerte en su derecho.
El momento es supremo, el país sufre los estragos de una crisis terrible, política, financiera y bancaria, que agita hondamente el interior de la Republica, y echa por tierra el crédito exterior de la Nación y de las provincias. La primera organización vigorosa de la opinión pública independiente ha derribado en masa el gabinete nacional, ha muerto para siempre tres posibles candidaturas a la presidencia futura, y ha dado al país una enseñanza elocuente de lo que puede el pueblo bien organizado y fuerte en su derecho.
Invocando los más caros sentimientos de amor a la patria, a
sus instituciones, al progreso de la Republica, a las tradiciones gloriosas de
nuestros antepasados, y a la futura grandeza nacional, os exhortamos a secundar
en todas partes los propósitos de la Unión Cívica, organizando vigorosamente
las fuerzas populares.
Buenos Aires, 17 de abril de 1890.
Buenos Aires, 17 de abril de 1890.
Presidente: Dr. Leandro N. Alem
Vicepresidentes: Dres. Mariano Demaria y Bonifacio Lastra
Vicepresidentes: Dres. Mariano Demaria y Bonifacio Lastra
Tesorero: Manuel A. Ocampo Secretarios: Dr. Jose S. Arevalo, Joaquin Castellanos, Dr. Alberto V. Lopez, Dr. Abel Pardo, Rufino de Elizalde, Cornelio Saavedra Zavaleta, Rodolfo Solveira, Carlos E. Zuberbiihler.
Vocales: Dr. Francisco A. Barroetaveña, Dr. Jose Juan
Araujo, teniente coronel Joaquín Montana, Dr. Enrique S. Quintana, Tomas Santa
Coloma, Dr. Diego R. T. Davison, Dr. Emilio Gouchon, Fermin Rodriguez, Dr.
Jorge Morris, Dr. Manuel A. Montes de Oca, Dr. Ángel E. Casares, Agustín Vidal.
Fuente: "Manifiesto a los Pueblos de la República" de la Unión Cívica, 17/4/1890 en Hipólito Yrigoyen "Pueblo y Gobierno" Tomo I, 1953 Editorial Raigal.
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