El Diputado Ricardo Balbín, como Presidente del Bloque de la UCR, expresó su solidaridad con el colega y defendió el derecho a la libre expresión parlamentaria. Finalmente el Diputado Sammartino fue excluido de la Cámara.
Sr. Balbín. -
Señor Presidente: confieso -y lo saben mis compañeros de sector- que entro
disminuido en este debate, por muchas circunstancias: por su naturaleza, por su
argumentación, por su motivo, por mi propia vida.
No pensaba, señor presidente, que un hombre que había nacido
en un hogar democrático y que había servido plenamente a la democracia, tuviera
este destino esta tarde, en esta ceremonia hereje de la democracia argentina.
Entro disminuido porque soy un hombre sencillo que a veces piensa que para
convencer valen más los sentimientos y las convicciones que ciertas citas que
sirven para todo. A mí, para hablar, me empuja el deber. Mi bloque ha querido
que yo diga su palabra de solidaridad. Tenía la obligación de leer sus tres
párrafos. Omito esa lectura porque ya la hizo el señor diputado por San Juan.
Luego de la lectura tenía que decir esta cosa simple y clara: las tres frases
llevan la firma de todos los diputados radicales. (¡Muy bien! ¡Muy bien!
Aplausos).
Pienso y aseguro que las subscribe mi partido, porque han
sido claros los pronunciamientos de sus organismos. Mi pretensión democrática y
mi aspiración de libertad para mi pueblo, me dicen que las subscriben todos los
hombres libres de este país. Para tranquilizar al señor diputado Bustos Fierro
digo esta otra cosa: solidaridad firme en el documento sin discriminar teorías;
las firmamos con el acento claro con que las pronunció el señor diputado
Sammartino, y las firmamos con la exaltación o la intención que les atribuye el
sector de la mayoría. (¡Muy bien! ¡Muy bien!).
Que queden así, señor presidente, en el Diario de Sesiones,
las tres frases subscritas por cuarenta y tres hombres libres. (¡Muy bien! ¡Muy
bien!).
Yo, señor presidente, en mi sencillez y mi modesta
ilustración, comprendo que es inútil hablar de antecedentes constitucionales.
Me parece un absurdo en la acusación y sólo un deber en la
defensa. Hubiera sido preferible lo otro, decir la verdad como es, con
precedentes o sin precedentes: lo echamos porque se nos da la realísima gana.
(¡Muy bien! ¡Muy bien!). Hubiera sido de más hombría, habría hablado más de
argentinidad, que parece se va desdibujando en el sector de la mayoría.
Me parece inútil colocar este asunto en las teorías
constitucionales y absurdo hablar de soberanía de la Cámara. Yo no creo que
resuelva la soberanía del cuerpo; yo creo, con todo el respeto, que resuelve la
"obediencia" de la Cámara a agentes extraños al recinto.
La Cámara no está en estado de soberanía, y es prudente y
necesario que un nombre sencillo, con calor de pueblo, se separe un poco de las
teorías, se separe un poco de las interpretaciones, que a veces los pueblos no
las entienden plenamente, porque las palabras sirven para todo, hasta para
disimular. Y yo creo que el sector de la mayoría está disimulando; no puede ser
éste su pensamiento si es verdad que son hombres democráticos.
Pero a mí no me interesa la situación ni el destino del
señor diputado Sammartino; nació para esta lucha, éste es un revés de su carrera;
sufrirá otros, verá el triunfo o no lo verá, pero deja generación para que
cuente la historia magnífica de su padre.
Yo considero, señor presidente, que este asunto tampoco le
interesa a la Unión Cívica Radical, en cuando significa la pérdida de un diputado
de hoy y la pérdida de todos mañana, según sea la voluntad del partido. A mí me
interesa mirar un poco para adelante.
Tal vez porque ya la Cámara habló de precedentes, tal vez
porque ya la Cámara habló de todos los antecedentes históricos, se me ocurre
pensar que en el fondo la mayoría se metía en el pasado porque tenía un poco de
temor de mirar para el porvenir.
Este episodio no hay que considerarlo en relación a lo que
ha acontecido en el país; este episodio hay que considerarlo en relación a lo
que va a ocurrir en el país. Y es tan hondo el drama que yo advierto, tan
profundas las consecuencias del futuro, que es uno de los grandes motivos que
hacen que yo me sienta pequeño en este debate.
Todo hace pensar que la Argentina vive en un extraordinario
momento, pero todo hace pensar en un hecho brutal, que es la división de la
familia argentina, y me entristezco e indigno porque yo voy a servir la pasión
de un sector de la familia argentina en forma tan aguda y tan seria. Hasta ayer
yo los veía en el recinto y en la rotonda como compañeros en la acción, como
hombres que estábamos al servicio del país y mucho siento confesar que desde
hoy, y para adelante, los veré como enemigos del sector argentino que
represento. (¡Muy bien! Aplausos).
Creo que este episodio de la Cámara es útil, muy útil. El
país alguna vez le habrá de agradecer al señor diputado Sammartino haber sido
autor de este triste episodio.
Las persecuciones de abajo no trascienden; la detención de
los obreros no encuentra columnas en los diarios; las huelgas sojuzgadas no
tienen resonancia, apenas si las tienen aquéllas; cuando los hombres van presos
interponen un recurso, y una Cámara recibe la orden desde arriba de aplicar el
decreto ley más brutal que tiene la República. (¡Muy bien!).
Es evidente, señor presidente, que esta conducción argentina
va distanciando a los hombres. Yo lo advierto porque lo vivo y comprometo mi
voluntad y mi destino de argentino de predicarlo en mi hogar, porque hasta al
sacrificio tienen que llegar los hombres con sus hijos, cuando creen que están
al servicio de una alta y profunda pasión argentina. (Muy bien).
Esta resonancia parlamentaria era necesaria. Cuando hablaba
el señor diputado Vitólo, se me parecía como un predicador laico de la
Constitución que penetraba a un recinto del paganismo constitucional; cuando
hablaba Sammartino se me ocurría que era el campanero tocando a rebato en una
población frente a un peligro. Y ahora lo veo muerto. Sobre él ha disparado un
ejército de ocupación terrible y bárbaro, que tira contra los hombres para
matar la vida física y tira contra los monumentos para romper el espíritu
argentino. (Muy bien! Aplausos).
¿Qué antecedentes constitucionales? ¿Qué tienen que ver los
precedentes, cuando se estaba haciendo a puro corazón y coraje la organización
de la República? Se pudieron equivocar entonces, porque estaban buscando los
mejores caminos de la reconstrucción de un pueblo en formación; y ahora, en
1948, una mayoría extraordinaria, un Ejecutivo poderoso que todo tiene, no tiene
el coraje civil de decir: éste es nuestro precedente y éste es nuestro futuro.
Se ampara en la historia por pura cobardía, señor presidente. (¡Muy bien! ¡Muy
bien!).
Sr. Visca -
Exagera, señor presidente.
Sr. Balbín - Yo
digo mi pasión personal. Será ridicula hoy; ya fue ridicula en otros pueblos.
Alemania e Italia, Hitler y Mussolini.
En aquella época otros hombres hablaron así como nosotros y
esta misma risa era la expresión de los poderosos. Pero lo que tienen que saber
los que se ríen en esta circunstancia extraordinaria: que Hitler no pensó en el
sótano de la cancillería, que Mussolini no pensó en la plaza de Milán, y que
los generales jactanciosos de Alemania se hubieran reído si alguna vez un
hombre les hubiera dicho que no iban a tener el honor de firmar la paz porque
iban a morir en las horcas de Nüremberg.
Esta misma risa, este mismo no sentir fue la situación de
pueblos que vivieron esas tragedias; y está dicho y parece que es un fatalismo
histórico que los pueblos han de sufrir para aprender.
Ustedes no sufren todavía, porque están en la opulencia del
poder.
Nosotros sí, porque estamos en el baluarte de la libertad,
en su momento de crisis.
Se va Sammartino hoy y nosotros seguimos al servicio de la
libertad, viendo al país amplio en todas sus fronteras; ustedes, sin quererlo,
sin pensarlo, están edificando el edificio de vuestra propia cárcel espiritual.
Se va un hombre de la oposición porque ha dicho su verdad.
¿Cuál será el destino del oficialista de hoy que mañana
quiera decir su verdad?
Y ustedes han construido la propia cárcel. Este es el
extraordinario significado de este acontecimiento. Es inútil ocultarlos.
No es la interpretación constitucional; si lo fuera habría
que confesar con honradez que cualquier hombre de pueblo, sin filosofías
baratas, que lea esta disposición constitucional, advierte que es inaplicable
en el caso. Esa es la ficción, el teatro, la manera de engañar a un pueblo en
la conducción de un acontecimiento. Este episodio tiene otra razón y otro
destino. Al poderoso presidente de la República y a esta poderosa mayoría que
todo lo tiene y todo lo puede, le preocupan los diarios de la oposición, le
molestan los comentarios por radio...
Sr. Reynés. - A
ustedes también les molestan.
Sr. Presidente
(Cámpora). - No interrumpa al orador el señor diputado por la Capital.
Sr. Balbín. - A
nosotros nos molestan los monólogos dictatoriales del presidente de la
República.
Todo el poder y todavía más. Supresión de la libertad
sindical para someterla en ese edificio de Trabajo y Previsión; sometimiento de
la prensa, monopolio de la radio y ahora esto: mordaza de tipo parlamentario.
Poderosa y pequeña mayoría. Poderoso y pequeño presidente.
Trascenderán fuera de las fronteras...
Sr. Beretta. - No
se puede permitir...
Sr. Presidente. -
No interrumpa al orador el señor diputado por la Capital.
Sr. López Serrot.
- No interrumpa, porque vamos a hablar.
Sr. Beretta. -
Que no se permitan agravios a la mayoría.
(Varios señores diputados hablan a la vez, y suena la campana).
Sr. Presidente. -
Señores diputados: la Presidencia ruega que respeten al orador que está en el
uso de la palabra. Continúa con la palabra el señor diputado por Buenos Aires.
Sr. Balbín. -
Señor Presidente: es tan sincera mi posición, son tan claros mis sentimientos,
que yo descendería si recogiera las pocas palabras que alcancé a oír de un
señor diputado del sector de la mayoría. Y a la Cámara, a toda la Cámara, le
bastaría que yo hiciera hablar a un nombre que está en ese sector para que lo
desmintiera.
(Varios señores diputados hablan a la vez, y suena la campana).
Sr. Balbín. -
Señor presidente: yo tendría que decirle al diputado por la Capital una cosa
irreparable. Se la voy a decir, sólo me falta saber si se estila que no la
tomen los taquígrafos...
Sr. Presidente. -
Señor diputado por Buenos Aires: la Presidencia le ruega, respetuosamente, que
se ajuste a la cuestión en debate y que no haga ninguna alusión personal.
Sr. Balbín. -
Señor presidente: pareciera que aquí el único que tiene que reclamar respeto
soy yo, porque me lo están faltando.
Sr. Presidente. -
La Presidencia ha reclamado en su momento oportuno al señor diputado por la
Capital.
(Varios señores diputados hablan a la vez, y suena la campana).
Sr. Presidente. -
Continúa con la palabra el señor diputado por Buenos Aires.
Sr. Balbín. -
Decía señor presidente, volviendo al asunto que motiva mi exposición, que
hubiera sido desde todo punto de vista interesante que quien o quienes los
señores diputados consideran alcanzados por las palabras del señor Sammartino
hubieran escuchado el informe del representante de nuestro sector y las propias
palabras del señor diputado Sammartino. Y hubiera deseado también, para nuestro
orgullo, que los señores generales a quienes se han referido los señores
diputados de la mayoría, también los hubieran oído, porque tal vez hubieran
descubierto, para más adelante, dónde está el valor civil de la argentinidad y
cómo saben jugarse los hombres al servicio de la libertad de este pueblo. Los
hubieran recogido para ponerlos al servicio de la Argentina en cualquier
contingencia argentina, pero no para echarlos de un ejército de gloria por
algunos hombres que no tienen antecedentes para la gloria.
Señor presidente: de este episodio se ha dado en decir
también que es un tiro por elevación a mi partido. Pareciera que en el señor
diputado Sammartino algunos traidores del radicalismo están esperando una
posibilidad. Piensan que este destino del diputado radical puede crear un clima
de confusión dentro de la Unión Cívica Radical. Algunos hombres, con pasta de
traidores, están pretendiendo especular con este episodio. Se han equivocado
totalmente. Ahora más que nunca este partido estará siempre al servicio de su
destino. La resolución de esta Cámara muestra el futuro del panorama argentino.
Hasta ayer pudieron entrechocar dentro de un partido
democrático ideas y convicciones. Este espectáculo lo pone frente a la
realidad. Es otra la lucha y otro el sentido de nuestro combate. Ya no se
trata, de modo exclusivo, de teorías políticas o económicas.
Volvemos a las viejas causas de la libertad y la democracia.
Y allí la Unión Cívica Radical mostrará su garra histórica. Más que dividir, esto une, porque esclarece el deber
de un partido nacido para ponerse al servicio de la democracia argentina. Al
Reichstag pudieron destruirlo un día: a este Parlamento parece que quieren
matarlo poco a poco, pero matarlo en definitiva. Empezará por esto, para
terminar en una clara dictadura. Nosotros estamos al servicio de la corriente
democrática del país.
Los señores diputados interpretan el episodio a su manera.
Tienen la obligación de respetar el modo como lo entendemos
nosotros. Ustedes siguen su marcha dándole ese rumbo a la argentinidad.
Sinceros o no sinceros, todos van marchando. Nosotros
creemos que el destino del país está por otro camino, que parece más difícil.
Lo tomamos con convicción y coraje. Afrontamos el futuro para que juzgue estos
episodios. La confrontación la harán nuestros hijos, los de ustedes y los
nuestros. Veremos quiénes tienen que avergonzarse más y quiénes enorgullecerse
más. Está lanzado el desafío.
El señor presidente, con su Poder Ejecutivo, pudo decir en
un discurso pronunciado en Concordia, que el que no era peronista era enemigo
del país. Más tarde, fulminó a los hombres de la oposición; después, los quiso
poner en quiebra moral, cuando sin nombrar a ninguno aludía a todos, diciendo
que iban a pedir sus favores.
Voces femeninas han maldecido a la oposición.
Nosotros no maldecimos ni hacemos altivos reproches.
Aceptamos este destino argentino, que lo hemos encontrado al servicio de la
democracia, así, como está. Ustedes lo encuentran de esta otra manera. Que les
vaya bien. Ustedes dividiendo, con este episodio, la familia argentina.
Nosotros, luchado por la unidad argentina. Alguna vez, señor Bustos Fierro,
entraremos a la casa de gobierno. Yo no se cuándo. Pero será cuando el país
haya pedido rendición de cuentas. (¡Muy bien! ¡Muy bien! Aplausos. Varios
señores diputados rodean y felicitan al orador).
Fuente: "Defensa a Ernesto Sammartino" por el Dr. Ricardo Balbín, Diputado Nacional y Presidente del Bloque de la Unión Cívica Radical en la Cámara de Diputados de la Nacion, H. Cámara de Diputados – Tomo III – Págs. 2417 a 2420, 5/8/1948. En Ricardo Balbin "Defensor de la Libertad", 1998.
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