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jueves, 3 de enero de 2013

MIR: "Declaración de Rosario" (1 de noviembre de 1945)

Radicales de todo el país nos hemos reunido para considerar la grave situación institucional y las difíciles circunstancias en que se encuentra el partido. Refirmamos que la situación institucional se debe al falseamiento de la soberanía popular que viene sufriendo el país desde hace 15 años por obra de gobiernos que se asientan en el fraude o en la fuerza. Las dificultades de orden partidario se deben al abandono de la esencia principista y doctrinaria del radicalismo en que han incurrido algunos dirigentes; principios y doctrina que estamos dispuestos a recuperar. Es decir, que hablamos al país como argentinos y como radicales.

En tal carácter, afirmamos el principio universalista de nuestros ideales, pero sostenemos la absoluta necesidad de que los problemas de la política y de la economía nacional sean resueltos con sentido y responsabilidad de argentinos, oponiéndonos a toda interferencia de intereses extraños que lesionen la soberanía nacional o del pueblo. Concepto este, que deseamos ver triunfante en todos los pueblos de América  con los cuales estamos indisolublemente unidos.

No existe para la Argentina otra forma posible de convivencia social que la de un régimen de amplia y efectiva democracia, en el cual los destinos del país estén en manos del pueblo y no de intereses oligárquicos, clases o grupos autocráticos o totalitarios.

En virtud de estas consideraciones y ratificando anteriores pronunciamientos la asamblea declara: 

1. Que reitera la absoluta necesidad de mantener la integridad de los principios radicales.


2. Que la intransigencia es uno de esos principios fundamentales y que por lo tanto el radicalismo debe oponerse energicamente a la acción disgregante del gobierno de facto y de la oligarquía conservadora que persiste en su intención de destruir al partido.

3. Que mantenemos nuestra oposición a toda candidatura oficial y a todo acuerdo o pacto electoral.

4. Que condenamos la tentativa de quienes llamándose radicales intentan extraviar a la opinión publica invocando un radicalismo que traicionan en su historia y en su esencia al colaborar con la dictadura. 

5. Que dentro de los conceptos principistas enunciados mantendremos la unidad del partido indispensable para defender la integridad de las instituciones libres.


6. Que es imprescindible la inmediata reorganización del partido en todo el país de acuerdo a su carta orgánica, y sin que graviten quienes en una u otra forma se apartan de la línea principista. 

7. Que lucharemos por el cumplimiento integral del voto directo, representación de las minorías, exigencia de dos tercios para las reelecciones y régimen de asamblea de afiliados para que sea el hombre del pueblo quien trace los rumbos fundamentales de la vida partidaria. 


8. Que es inadmisible toda tentativa de revalidar mandatos caducos de la convención nacional porque ello atenta contra la letra expresa de la carta orgánica y contra el principio de soberanía de los afiliados. 


9. Que expresamos nuestra protesta contra las resoluciones de cualquier autoridad partidaria en cuanto atenten contra los preceptos principistas que el radicalismo ha defendido en toda su historia.


Las declaraciones precedentes procuran expresar la necesidad de una acción y pensamiento armónicos encaminados a obtener la definitiva estructuración de la Unión Cívica Radical que debe afrontar de inmediato la lucha para obtener la instauración de la normalidad constitucional. No perseguimos la normalidad para evitar la implantación de medidas de justicia social y económica, sino precisamente para asegurar su pleno imperio mediante la inmediata sanción de leyes que las consoliden y perfeccionen dándose satisfacción a las justas demandas de los trabajadores y asegurando la independencia económica del país. Ratificamos nuestra convicción de que el radicalismo es el instrumento de liberación económica, política y cultural de la masa trabajadora y de la economía del pueblo. Esta obra de emancipación social y nacional que será proseguida sin renunciamientos por la Unión Cívica Radical, fue iniciada en 1916 por el presidente Yrigoyen, proseguido por los gobiernos radicales y concretados últimamente en el programa de 1937 y en la declaración de Avellaneda de 1945. Al ratificar la determinación de proseguir, dentro del partido nuestra lucha para servir al país, no nos mueve propósito electoralista alguno y si nos alienta la voluntad de contribuir a la construcción de una gran democracia social y económica. Estos propósitos están avalados por la limpia conducta de los hombres que suscriben la declaración entre los cuales figuran viejos luchadores y representantes de las nuevas generaciones.

Hacemos llegar también a la juventud universitaria, auténticamente reformista, nuestro anhelo de que el movimiento liberador de la inteligencia argentina, iniciado por la generación del 18, propagado a todo el continente y sostenido con entereza ideal por la juventud, mantenga altivamente la bandera de la reforma frente a todo intento de desvirtuar sus postulados elevadamente morales y profundamente argentinos y americanos.

Al encarar decididamente nuestro cometido exhortamos a todos los radicales a compartir nuestra tarea en la seguridad de que la labor se desarrollara con la consideración y respeto que merecen los correligionarios que no compartan nuestros puntos de vista.

Rosario, 1 de noviembre de 1945.




























Fuente: El Radicalismo "Un Siglo al Servicio de la Patria"  de Carlos Giacabone y Edith Gallo, 1991.

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