Se va a votar nominalmente; pero antes de hacerlo,
permítanme los señores delegados decir algunas palabras sobre la materia en
discusión. Debo hacer notar que el asunto de que se trata ha sido sometido a
consideración de este Comité por la Convención y el Comité de la provincia de
Buenos Aires. Estos organismos, en sus comunicaciones respectivas, sugirieron
la necesidad y la conveniencia de dirigirse a los poderes federales,
solicitando la intervención nacional en Buenos Aires.No veo en esta actitud ni en los términos del memorial que
acompaña el despacho de la Comisión de Asuntos Políticos, ninguna debilidad,
ningún renunciamiento y mucho menos ningún acto que implique disminución de
nuestro decoro o de nuestra altivez cívica. Cuando he oído esta tarde expresarse
en términos que me han sorprendido, de esa actitud del radicalismo de Buenos
Aires, no he podido dejar de sentirme afectado e impulsado ineludiblemente a
declarar con toda serenidad, pero con la mayor energía, que, sin desmedro del
radicalismo de ninguna otra provincia argentina, el de Buenos Aires hace honor
y ha hecho siempre honor a nuestro partido.Ha estado siempre en todas las luchas, en todos los azares,
en la vanguardia de nuestras posiciones. Ha soportado todos los embates y ha
afrontado todas las responsabilidades. Y nadie, absolutamente nadie, tiene
derecho a sospecharlo siquiera do debilidad ni de sometimiento.Al día siguiente del colapso sobrevenido con motivo de los
sucesos del año 30, fue el radicalismo de Buenos Aires el primero en reaccionar,
el primero en ponerse de pie, frente a la dictadura, frente a la violencia
imperante. Y apenas pudo hacerlo, se presento a la convocatoria a elecciones y
dio al partido esa magnifica, esa esplendida jornada del 5 de abril. Y pocos
meses después, anulados los resultados de estos comicios, se aprestaba, a pesar
del atropello, a concurrir a los del 8 de noviembre, lo que no hizo, no por su
voluntad, no por falta de coraje, de decisión y de espíritu de sacrificio, sino
porque la dictadura veto todos sus candidatos.¿Quién puede hablar, entonces, de claudicaciones cuando se
menciona al radicalismo de Buenos Aires? Hacerlo es cometer una injusticia y
una temeridad. El paso que, a pedido de los hombres de Buenos Aires, aconseja
la Comisión, forma parte de un plan consciente y deliberado, tendiente a agotar
todas las posibilidades que surgieron del levantamiento de la abstención,
decretada por la Convención Nacional en 1935, a fin de demostrar ante la opinión
publica nuestros propósitos de pacificación y de reconstrucción nacional. Y es
necesario recordar que cuando la Convención Nacional adopto esa resolución,
este acto tenía alguna razón de ser, tenia algún sentido trascendente, y no
solo el menguado propósito de ir a ocupar las posiciones publicas.Había que luchar, por una parte, por nuestros principios, y
por la otra, era necesario y urgente sacar al partido de la inacción en que se
encontraba, agitado por justas rebeldías, pero presa, por ello mismo, de los
ambiciosos vulgares que trabajaban su espíritu con espejismos de violencia,
para sacar beneficios personales de los acontecimientos.Se equivocaron, se equivocan quienes creyeron y creen que
era empresa fácil y cómoda concurrir a los comicios; que el camino de las urnas
estaría sembrado de flores. Preguntad, señores, a los hombres de Buenos Aires.
Ellos saben el esfuerzo, el enorme valor moral que se necesita, que se necesito
el 3 de noviembre para llegar hasta los atrios. Ellos saben lo que significa
ver a la juventud más sana y vigorosa de la Republica salir llorando de los
comicios ante tanta ignominia y romper con sus manos exasperadas su libreta
cívica, el instrumento de su dignidad y de su ideal. Yo no se, señores, cuando
y cual es el valor más grande: Si cuando se conspira en la sombra para no llegar
a nada o cuando se afronta a la luz del sol, sobre la plaza del comicio, la
lucha heroica y serena por una grande y noble causa. Hemos ido a los comicios y
sabemos lo que ello significa, lo que nos ha costado. Preguntad a los hombres
de Córdoba, al doctor Sabattini, y el podrá responderos, como siempre, con
altivez y dignidad. Ha conocido en estas horas directamente el valor del
sacrificio en esta lucha contra los oficialismos desorbitados. Y también el
radicalismo de Córdoba podrá decir el enorme valor civil que se necesita para
concurrir a los comicios en las actuales circunstancias. Han cambiado los
tiempos. No bastan las declamaciones vacías de sentido para arrastrar las masas
a la acción. Debemos confesar públicamente nuestros propósitos. Debemos hablar con claridad al pueblo, al obrero, al
intelectual, a todos. Y, sobre todo, debemos comprender la época y el instante
y ajustar nuestros procedimientos a sus necesidades, sin incurrir en los
errores, que acaso han precipitado los dolorosos acontecimientos de septiembre,
en los que, es necesario decirlo, el partido tiene alguna responsabilidad,
siquiera sea por no haber sabido defender sus posiciones, esas posiciones
publicas que no eran de el, sino del pueblo que se las había entregado. No
agraviemos, pues, injustamente, a los hombres de Buenos Aires, cuya altivez,
cuya hombría y cuya dignidad conozco, como que durante cincuenta anos he
compartido con ellos los azares de una lucha difícil. Y no olvidemos que al
pedir a este Comité Nacional que solicite al gobierno la intervención federal,
no hacen sino imitar el ejemplo de Yrigoyen, de cuyo radicalismo y de cuya
pureza de intenciones no puede dudar nadie, que no vacilo en acudir a los
gobiernos del régimen en procura de garantías y libertad electorales; a esos
gobiernos del régimen—citemos como ejemplo a Figueroa Alcorta, entrevistado,
como después Sáenz Pena, por Hipólito Yrigoyen—, que, cuando menos, eran tan
pasibles de censuras como el actual, cuyo origen espurio y fraudulento no esta
en duda. Pensemos, pues, en todo eso. Y recordemos que esa sabia actitud de
Yrigoyen ha podido dar lugar, concurriendo a los comicios, al gran triunfo de 1916, a la primera
presidencia radical, a la presidencia de Alvear y a la segunda presidencia de
Yrigoyen. Sepamos esto y no nos paguemos de palabras. Tenemos un deber que
cumplir ante la Nación, y lo cumpliremos a todo trance, a costa de cualquier
esfuerzo, de no importa que sacrificio.Nada más.
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