Para dilucidar la posición anti imperialista del radicalismo y demostrar que ella responde a urgencias vitales, y no a xenofobia ni a dogmas preconcebidos, hay que apoyar las razones sobre los hechos.
Es en este sentido que la discusión acerca de los enfoques puramente doctrinarios del imperialismo no reporta mayor utilidad. En especial porque la gente recela de los esquemas teóricos que al respecto circulan y ve en ellos nada más que la racionalización o el encubrimiento de tácticas políticas más o menos censurables.
Los marxistas, o quizá sea más exacto decir los leninistas, haciendo una afirmación que tiene más de profecía que de verdad técnica experimentalmente comprobada, sostienen que el imperialismo es la última etapa del capitalismo.
Algunos socialistas de derecha han desarrollado, desde tiempo atrás, una interpretación de tonalidad apologética con el designio de demostrar cómo las fuerzas económicas fluyen hacia una especie de superimperialismo estabilizado.
Un conocido líder político sudamericano ha sostenido que, con sólo hacer un bien dosificado cóctel entre Marx y Eins- tein, se arriba a la conclusión —para nosotros perniciosa— de que el imperialismo es ia primera etapa del capitalismo en América Latina.
Así, las interpretaciones, casi todas contradictorias y antitéticas, se suceden incansablemente, hasta rematar en las que a mi juicio son las dos concepciones más recientes y peligrosas: la de quienes parten de la polarización del mundo en dos bloques (Occidente y Oriente) y concluyen inclinándose en favor del imperialismo como mal menor; y la que se halla contenida dentro del Programa del Punto IV, al través del cual Truman y Eisenhower, con absoluto desprecio por las realidades tangibles de nuestra época, han oficializado la solemne patraña de que el imperialismo, de pronto, se ha vuelto benefactor.
En lo que interesa a este trabajo, anticipo que deliberadamente se apartará de toda tentativa de síntesis teórica. Mi propósito, insisto, es moverme sobre el terreno de los hechos. Y no de todos, por supuesto, ya que ni los conozco ni podría exponerlos en el corto espacio de que dispongo. Los que he seleccionado con el fin de describirlos son, primero, los que considero esenciales para la formulación del juicio crítico; y después, los que guardan una relación directa y necesaria con el imperialismo que nosotros padecemos como habitantes de un país ubicado en determinada porción continental.
Me ocuparé, pues, de los hechos que causan esa realidad espuria y ultrajante que —según lo señalé al comienzo- ios pueblos de América Latina tendrán que destruir para acercarse al ideal todavía irrealizado: el de veinte Repúblicas en que sean definitivamente ciertas la hermandad solidaria, vida nacional autónoma, la democracia políticosocial, las ciera difusión del bienestar y el desarrollo económico» y todo, la plena vigencia de los fueros humanos.
Fuente: "Definiciones Radicales" Primera Edición (1955) del capitulo de "Imperialismo" de Julio Oyhanarte.
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