Los acontecimientos desarrollados últimamente en el seno del
partido, que han producido, como consecuencia inmediata, una división de sus
fuerzas, inducen a este Comité a explicar a sus afiliados los poderosos
motivos que lo obligan a perseverar en la lucha con los mismos principios, con
los mismos ideales y con los mismos ardorosos entusiasmos con que apareció a la
vida pública en momentos críticos para las instituciones nacionales.
Los antecedentes del partido son bien conocidos; adquirió
popularidad porque inscribió en su bandera la austera intransigencia de los
principios democráticos y su consecuencia y firmeza lo hicieron tan poderoso,
que pudo conmover la República al solo influjo de su benéfica propaganda.
Como fuerza orgánica destinada a luchar en una época de descomposición, tuvo que forjarse en la adversidad, y dirigida por el noble repúblico que llora aún el pueblo argentino, hubiera seguido su acción regeneradora llegando n la meta de sus aspiraciones, si no hubieran obrado dentro de su seno factores que pretendieron desnaturalizar su misión, malogrando la campaña sacrosanta.
No es un misterio que dentro de su seno se elabora desde tiempo atrás una tendencia evolucionista, que ahogada por el credo mismo de la causa, aprovechó un momento de expectativa para pronunciarse en la forma conocida. No pudimos seguir esa tendencia, porque la dignidad política nos lo prohibía; no pudimos seguirla, porque la conciencia nos reclamaba el deber imperioso de respetar los principios proclamados.
Resistimos la nueva política con enérgica entereza, porque desconociendo ella los principios de nuestro programa, rompía la unidad de la única fuerza orgánica que existía en la República; la resistimos sin odios ni pasiones, porque con fe en el pueblo, previmos su fracaso y abrigamos la esperanza de reconstruir el partido sobre la base inconmovible de su primitivo credo.
El ruidoso fracaso de la política iniciada, demostró que el Radicalismo no cambiaba rumbos; demostró que la mayoría de sus afiliados querían conservar intacto el programa tantas veces proclamado y tantas veces regado con sangre generosa, porque a él le debía su fuerza y su prestigio.
La voluntad del pueblo se manifestó en forma elocuente, sin que pudieran ejercer influencia sobre ella, ni el nombre ni el prestigio de muchos de los que fueran sus hombres dirigentes.
El momento de nuestra acción había llegado.
Es pública la iniciativa de unión que partió de nuestro seno; pero desgraciadamente el amor innato en los hombres, que los hace persistir en sus errores, hizo fracasar nuestros anhelos.
A pesar de todo, no podemos vacilar; la bandera radical no puede ser arriada; el cumplimiento de un deber sagrado nos obliga a enarbolarla para que se cobijen bajo ella las nuevas generaciones.
Conocemos las escabrosidades del camino, pero sabemos que la santidad de nuestro programa hará desaparecer los obstáculos.
No buscamos las satisfacciones efímeras de triunfos mal
conquistados.
Ratificamos solamente nuestro programa, perseveramos en
nuestra prédica anterior y los resultados serán, aunque lejos, fructíferos y
honrados.
El Comité de la Capital, que es el único que tiene el
derecho a llevar el nombre que se le dió al partido después del inmoral acuerdo
del año 1891, se apresta para la lucha y pide a los centros seccionales activen
sus trabajos en pro de su organización definitiva.
Presidente: J. C. Crotto
Vicepresidentes: Carlos V. Palacios, José A. Chaves
Secretarios:B. Elizaga Place, F. Grande Novoa, Martín Fernández, Julio B. Muzlera
Fuente: Manifiesto del Comité de la Capital de la Unión Cívica Radical, con motivo del acuerdo electoral de "Las Paralelas" Buenos Aires, diciembre de 1897 en El Radicalismo "Ensayo sobre su Historia y su Doctrina", Anexo VII de Gabriel del Mazo.
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