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domingo, 1 de mayo de 2011

Moisés Lebensohn: "Los Obreros" (11 de agosto de 1951)

Desde todos los rincones de Buenos Aires, hombres del trabajo en todas sus expresiones, dejaron sus hogares, el sitio de sus afectos, en lugar de su preocupaciones, para reunirse aquí en uno de los momentos mas graves de la existencia nacional.

Los vientos amargos de la época, aquellos que creíamos que no podían cruzar la vastedad del océano, han llegado hasta nuestra tierra y nos plantean los problemas dramáticos de la hora.
Aún la Argentina no se había organizado en la vigencia de su democracia política, aún estábamos combatiendo por la verdad institucional y los principios de la constitución, cuando las limitaciones de la democracia restringida al campo político, que habíanla quebrantado en Europa, trajeron su debilidad y falencia a nuestro país, donde todavía era una aspiración inalcanzada.

El desarrollo de las ideas revolucionarias de la Francia del 89 difundió el régimen del capitalismo liberal: la economía libre, la separación de los poderes y las libertades civiles y políticas del hombre.

Más la expansión de las fuerzas de la economía liberada, condujo a la gran concentración capitalista, a los monopolios, y en su vinculación con el poder político a la lucha declarada por los mercados y al imperialismo, es decir, a la creación de las fuerzas nuevas del sometimiento de los hombres y de los pueblos.

Concluida la guerra del 14-18, la crisis del mundo contemporáneo se hizo más intensa. Con la caída de las últimas dinastías absolutistas creíase llegada la hora del triunfo de los ideales de la libertad, igualdad y fraternidad proclamado por la Revolución Francesa.Los pueblos luchaban por extender las funciones de la democracia en sus realizaciones de felicidad y justicia. En el viejo imperio de los zares anunciábase el rojo resplandor de una nueva Revolución. El recuerdo de los viejos despotismos parecía sumergirse en la sombra de los tiempos. Pero en Italia rebrotó su antigua y maldita planta.

El nuevo despotismo.

¿Como apareció el moderno despotismo? ¿Acaso invocado la pretensión de un hombre o de un grupo para regir a su arbitrio los destinos de la colectividad y llevarla a las aventuras de su esperada vanidad de mando? Si así hubiera sido, no habría encontrado un solo italiano que le prestase apoyo. El despotismo pudo resurgir en sus nuevas formas y tomar ambiente popular alzando como banderas los sufrimientos y esperanzas de los hombres humildes, el sentimiento nacional y el clamor revolucionario, que es el signo de la época. En nombre del trabajo y sus derechos y denunciando la falla de la democracia liberal para eliminar las angustias del hombre, pudo llegar al poder y desde allí iniciar la paulatina destrucción de las libertades esenciales. El triunfo del fascismo fue posible, fundamentalmente, porque las fuerzas democráticas no supieron recoger las aspiraciones profundas del pueblo y abrir, dentro de la libertad, horizontes claros a sus ansiedades de justicia. La dictadura se nutrió en la desesperanza de los hombres olvidados y levantó como estandarte la reivindicación de los derechos obreros, ¿cual fue el lema permanente de Mussolini? Italia proletaria y fascista. ¿Cual su gran cartel de propaganda? La carta del laboro, nuestros «derechos del trabajador». ¿Cual su órgano de conducción de masas conforme a la voluntad del estado totalitario que constituyo? La confederación general del trabajo italiano.

Siempre recuerdo la denominación del partido que asoló la noble tierra alemana: partido obrero socialista nacional alemán. Cuando Hitler tomo el poder, su primer cuidado fue copar los sindicatos y organizar las masas obreras en el «frente de trabajo» que dirigió el Dr. Ley. Es decir, que el tipo de organización política y social que esta padeciendo la Argentina tiene sus antecedentes inmediatos en los totalitarismos que afligieron a Europa y que en una hora decisiva amenazaron sedar las raíces de nuestra cultura y las más altas expresiones de nuestra civilización.

El cuadro argentino.

La lucha esta en Argentina. Es un balde que no queramos comprenderlo. llega a nuestra tierra en 1943, cuando padecíamos, en muchos aspectos, condiciones similares a las que contribuyeron al nacimiento de los regímenes de Italia y Alemania. El pueblo había perdido con el sufragio el resorte de su gravitación política. Los gobiernos surgidos del fraude vivían en estado de inaccesibilidad social. Hallábase latente la voluntad de emancipación nacional frustrada por los grupos oligárquicos que tenían sus ojos fijos en las centrales económicas y espirituales de Europa y del norte del continente. ¿Que hizo la sedicente Revolución? Levanto como señuelos las aspiraciones de nuestro pueblo, los sueños de la nacionalidad. Las grandes banderas que concitaban las mejores esperanzas Argentinas fueron usadas como tema de la propaganda oficial, en servicio de un régimen incompatible con la dignidad del hombre. Pero son las grandes banderas de la república.

La técnica de captación popular fue idéntica a la utilizada en los experimentos precursores. En 1944 nuestros trabajadores vivían en una situación económica sin alicientes, sofocante y aun suburbana para una gran parte. El régimen resolvió reivindicaciones inmediatas, agitando sus decisiones de emergencia como recursos de seducción, al tiempo de declamaba una antisotante fraseología revolucionaria. Nunca critique a quienes le creyeron. Conozco al país y a sus gentes. Vivo en una zona agraria e industrial y he sentido las amarguras de los juntadores de maíz en los años duros y tristes de 1932 a 1937. He visto el fracaso de los hombres y de las cosechas. Levantaban una tienda improvisada bajo una chapa de zinc, junto a los pródigos maizales del norte y del oeste chacareros.

Allí iba el hombre, la mujer y los hijos en que retoño el amor, en los meses inclementes de las lluvias y el frío, del granizo y las heladas, sin vivienda ni vestimentas adecuadas, sin alimentos suficientes. Tres meses de trabajo de sol a sol, en condiciones primitivas, que hace tiempo debió sustituir el progreso técnico, y cuando, con ropa raídas, regresaban al rancho, al borde del pueblo, solo quedaba lo necesario para el cambio en sus ropas, que ya no podían cubrir la desnudez por otras que habrían de usarse hasta las nuevas cosechas.

La gran migración.

Mientras tanto, comprimidos en las escasas e intermitentes perspectivas de trabajo, ¡qué incertidumbre para alcanzar el sustento diario y proveer a las necesidades primarias del hogar! Eso fue hasta 1939. La guerra mundial trajo un avance de la incipiente industrialización. Un día, el muchacho mayor trepó en un tren de carga y fue hacia lo desconocido, hacia las luces de la gran ciudad. Encontró trabajo y regresó en búsqueda de sus padres. Se radicaron aquí, en esta agregación de cosas que esta fabril y pujante Avellaneda, o en medio de la acumulación gregaria de hombres y mujeres que rodean a Buenos Aires. El maicero bonaerense se encontró con el peón de la estancia correntina y el hachero de Santiago. Vivían mejor. Eran los obreros improvisados de una industria improvisada. Llego la Revolución. Mejoró su sueldo. Excitó sus resentimientos y describió el cuadro de una modificación sustancial. ¿Por que no habrían de entrergarle su esperanza?

Comparaban sus niveles de vida, del 32 al 39, bajo los gobiernos de la oligarquía conservadora, cuando el resultante de su mayor salario y con las perspectivas de un futuro entrevisto con optimismo. Yacían apiñados, promiscuamente, casi en pocilgas, pero vestían y comían y gozaban de paseos, que también forman parte de la vida. Creyeron en la palabra dorada de la Revolución y le entregaron el mandato de realizar la soñada transformación de la existencia Argentina, que había sido la empresa libertadora del Radicalismo, impedida por el fraude y la fuerza, que distorcionaron el rumbo del país a partir de 1930.

No hay mayor injusticia que inculpar a esos compatriotas. Son carne de nuestra carne. Merecen nuestro respeto. Fueron siempre la parte más sufrida y doliente del pueblo argentino. Yo les tiendo la mano en sus errores, que son el resultado de los errores de la comunidad, en sus aspiraciones fecundas y nobles a una existencia digna, que son las aspiraciones por las cuales el Radicalismo luchó una lucha que tiene más de medio siglo de sacrificio. Quien así no piense olvida la trayectoria radical, y aunque se titule argentino, luche por la libertad y se coloque sobre el pecho una gran escarapela partidaria, esta ajeno al sentimiento intimo de fraternidad que alienta en nuestra emoción nacional.

El apoderamiento de los gremios.

La adhesión de grandes sectores populares al Régimen, se creó al calor de los conceptos revolucionarios, de ventajas inmediatas y del monopolio informativo - arma predilecta de las dictaduras-, que logró sembrar la confusión acerca del Radicalismo y de sus realizaciones, sobre todo bajo la égida de Yrigoyen. ¿Por qué hemos de culparles del desconocimiento de Yrigoyen, si hasta se le ignora en nuestras filas? Releía días pasados sus documentos inaugurales del congreso y sentí el drama del orientador del Radicalismo, incomprendido por sus opositores y tanta veces por sus mismos partidarios. Ahí están sus mensajes, su idioma, impregnado de hondo sentido humano, sus concepciones de revolucionario intuitivo que entrevé nuevos panoramas para la civilización; su lucha contra el senado, último bastión de la oligarquía, que resiste los embates del espíritu nuevo que él representaba. Nosotros podemos levantar como emblema esa lucha y sus móviles, su sentido moral, que no se detiene en la moral formal de las costumbres, sino penetra en la moral profunda de la justicia. ¡Cuantos trabajadores, sobre todo jóvenes, que creen ser adversarios nuestros, quedarán sorprendidos de esta ejecutoria del Radicalismo, concebida como una concitación de las fuerzas morales para la construcción de un país justo, digno y libre! ¡Cuantos trabajadores que se encuentran todavía al otro lado de la trinchera, no tardarán en comprender en la firmeza, reciedumbre y perseverancia de sus compatriotas radicales descansó la salvación de la república y su propia salvación! Como en Italia y Alemania, el régimen consagró una preocupación central al apoderamiento de los sindicatos. La satisfacción de reclamaciones inmediatas le sirvió para disolver en el triunfo aparente del minuto la desazón por una organización social que no se ajusta a fundamentales requerimientos humanos. Así efectuó sus primeras conquistas, en adhesión espontánea a veces, y forzadas otras. El poder sindical, organizado verticalmente, constituyó el soporte principal de aquella dictadura. Del mismo modo, en la Argentina es la base del régimen. La tarea previa para el restablecimiento de la democracia consiste, pués, en la recuperación de la autonomía gremial, en el desarme del gran aparato sindical de conducción totalitaria, que ahoga la espontaneidad creadora de la organización obrera y la coloca en el campo de la opresión y de la injusticia..

El Radicalismo ha venido cumpliendo una función de esclarecimiento popular en medio de dificultades extraordinarias. De nada valdrá, sin embargo, sin una organización adecuada que transforme ese estado de conciencia en acción tendiendo a establecer las condiciones indispensables para la vigencia del espíritu y de las instituciones democráticas.

Esta organización es urgente. En los años 1951 y 1952 se pondrá a prueba la vitalidad del sistema, ya que las circunstancias económicas le obligarán a exhibir su verdadera naturaleza y su trabazón de intereses con la oligarquía financiera e industrial que engendró.

Las dos oligarquías.

El patrimonio natural del pueblo argentino consistía en sus tierras, vasta y fecunda.

En la segunda década de nuestra historia independiente planeóse un régimen agrario que reservaba su dominio como garantía del futuro. Llegó Rosas y se le cancelo.

Comenzó la dilapidación de la tierra pública, asignándose la porción del león a los corifeos de la dictadura. Acentuada la oligarquía, bajo Roca, que simbolizo la prevalencia de los intereses materiales, se consuma el despojo, enajenándose inmensas extensiones de tierra.
Nuestro país, durante tres generaciones, y vaya a saber cuántas más tendrá que sacrificarse en el rescate para el trabajo de la tierra Argentina, que fue convertida en la base económica del privilegio bajo los signos de Rosas y Roca.

En el curso de nuestro desarrollo nacional llega la etapa industrialista y el país sufre la reedición de la misma deslealtad. Por el uso discrecional del crédito, las manipulaciones monetarias, el control de la política económica y la disposición de los resortes políticos y administrativos se acelero en términos impresionantes el proceso de concentración económica y se ha constituido una oligarquía financiera industrial, surgida al amparo del régimen y asentada en las posiciones llave del nuevo ordenamiento. Rosas, Roca y Perón. Tres nombres distintos, pero una sola realidad: la subordinación de los derechos del pueblo y de las exigencias del porvenir nacional al privilegio de minorías protegidas por el poder político.

La verdadera índole del régimen.


En los años propicios de la postguerra un aluvión de oro se volcó sobre el país. El régimen pudo encubrir su entraña capitalista distribuyendo a los trabajadores parte de los saldos del proceso económico, en tanto se formaba a ritmo vertiginoso la nueva estructura oligarquiaca, hacia la cuál canalizó los valores de la producción y las expensas de los consumidores. Ahora han cesado los sobreprecios en el mercado internacional; de las reservas de oro y divisas solo queda el recuerdo y la nostalgia de todo lo que pudo haber sido; se acentúa la desorganización económica y la carestía de materias primas; la esquilmación del campo llevó a la involución agraria y a la crisis de la producción, cuyas consecuencias presionan junto a la crisis del transporte y de la energía. Se configura el cuadro de una crisis general provocada por la conducción económica del gobierno, por sus errores e ineptitud. ¿Como resuelve el gobierno la situación? Con una persistente desvalorización monetaria arroja el peso de la crisis sobre las espaldas de los trabajadores.

¿En qué terminan las supuestas conquistas obreras? Se diluyen en la inflación, que corroe día a día el nivel de vida de nuestros hombres y mujeres.

La actitud frente a la moneda define a un régimen. Gobierno de tipo popular, identificado con los hombres de trabajo, es aquél que se esfuerza en mantener el valor del signo monetario porque influye en el valor de la vida humana. Cuando no se tiene otro recurso que el trabajo del músculo o de la inteligencia, nuestra cuota de bienestar se halla en relación con la capacidad adquisitiva del sueldo o del salario. Gobierno que la rebaja es gobierno que esta al servicio de los poseedores. Quien tiene la máquina, la casa o el campo, en la misma medida que disminuye el valor de la moneda, ve acrecentado el valor de la máquina, de la casa o del campo. A la luz de estos conceptos resalta la caracterización del régimen y se comprende donde concluirá su decantada política obrerista. Cada día se arroja al torrente circulatorio entre 8 y 10 millones de pesos. Así se mantendrá un estado artificial de euforia hasta los próximos comicios generales. Llegarán después las consecuencias de un desequilibrio total en el proceso económico y en el proceso financiero, pero habrá pasado el trance electoral. Sera el canto del cisne de un régimen que agoniza en la mentira y en el engaño de los contingentes de los más sufridos, que debieran serle los más respetables, aquéllos que le entregaron la fe y el poder para realizar sus esperanzas de redención.

La resistencia obrera.

Yo saludo en nombre de la Unión Cívica Radical a los trabajadores que resistieron la ofensiva del régimen para ocupar los últimos islotes de la libertad sindical; a los trabajadores portuarios, a la federación obrera de construcciones navales, que dictan alto ejemplo de dignidad obrera al mantener durante meses una huelga en solidaridad con sus compañeros del puerto; a los gráficos, cuyo combatividad no se ha extinguido, porque la tradición universal de este gremio esta enraizada con la historia de las reivindicaciones humanas; a los ferroviarios, que tan brillante ejemplo están ofreciendo; a los hombres de la Unión ferroviaria de filiación radical, que están sentados en esta asamblea y padecieron la cárcel de Villa Devoto por defender el decoro y los derechos de los trabajadores del riel; a los hombres de la fraternidad, la vieja asociación, honra de la organización obrera; a los viejos maquinistas que en vísperas de su jubilación dejaron sus puestos; no en reclamo de mejoras económicas sino en defensa de principios de libertad, del derecho de seguir siendo fraternales, hermanos, en una institución que era modelo para el gremialismo de América.

A los cientos de fraternales que en estos momentos yacen en las cárceles, en los destacamentos de gendarmería o hacinado en vagones ferroviarios, cruzando campos o trasponiendo fronteras, yo los veo regresar a sus hogares, a su trabajo, triunfantes y orgullosos, porque dieron lo mejor de sí en una hora crítica de la existencia nacional. Los veo, piloteando a sus máquinas, mirando con la frente altiva a sus hermanos, porque en la hora de las decisiones revelaron estar templados en los ideales que ennoblecen a la especie humana. Volverán a pilotear sus organizaciones. Volverán los hombres de la Unión ferroviaria y de los demás gremios no a hacer política radical - eso seria caer en la falacia y en las mentiras del régimen- sino a defender la causa del trabajo.

Las exigencias de la hora.

Frente a esta realidad, el radicalismo debe examinar las nuevas exigencias de la hora. ¿Puede seguir luchando con sus antiguos métodos, cuando la contienda se circunscribía a al terreno cívico? ¿Es posible que frente a un sistema que libra una guerra total, nos limitemos a actuar en el escenario político, como si no rigieran nuevas condiciones forjadas por esta expresión criolla del fascismo?

La democracia procura poner en movimiento a las energías creadoras de la sociedad; parte desde el hombre, y las encausa y coordina a través de los partidos políticos y de los grupos representativos de la actividad social. El estado es la resultante último, el agente de la comunidad para realizar el destino nacional. El régimen tiene otra filosofía política, que identifica su médula totalitaria. Intenta imprimir su rumbo a todos los aspectos de la existencia nacional. Las direcciones se irradian desde un centro conductor. El Estado se transforma en dueño de la comunidad, que pretende conformar, en su cultura, en su economía, en sus estructuras sociales, el arbitrio del grupo que ejerce el control. Para ello necesita disponer de los centros de gravitación en la vida social; sindicatos, prensa, escuela, cine, radios, universidad, instituciones culturales, deportivas, cooperativas, todo cuanto interviene en la formación del espíritu del hombre y en la orientación de la actividad común.

¿Es posible que consiéntamos pasivamente la captura de los centros del poder social y creamos - aceptando las formas falaces de una seudo-democracia que cumplimos nuestra responsabilidad ciñéndolos a la fase electoral? O tenemos el deber, antes de que se ahonde la huella de las técnicas de captación social, no solo de denunciarlas, sino de combatirlas en el terreno de la acción, en el sindicato, en el deporte, en la formación espiritual? Si toleramos que el régimen tome posesión plena de la vida nacional, el acto electoral, aunque se realice en libertad no será reflejo de la conciencia pública, sino de los factores de poder que la encasillan y dominan. Sería algo así como quien en un partida de ajedrez aceptara que el contender ubicase las piezas a su placer; quedaría irremisiblemente derrotado. Lo mismo ocurre en el complejo tablero de la república.

La batalla actual no es por el sufragio, es por el alma de la gente y el control del país. No se detiene en el marco de los poderes clásicos de la organización política, sino incluye a los poderes reales de la sociedad contemporánea. No se juega en las vísperas electorales, sino en cada minuto del año y en cada trozo de nuestra tierra. El teatro de nuestra lucha es el espíritu de cada hombre. Para defenderle en su dignidad tenemos que combatir en todos los sectores y en todos los lugares, con una estrategia adecuada a la naturaleza de los hechos.

La lucha por la autonomía gremial.

En los estados totalitarios los sindicatos no son órganos de expresión de los trabajadores, sino el mecanismo de conducción de las masas obreras conforme a los dictados del gobierno. Este es el «rol» que cumplen en la Argentina. Por eso la lucha por la libertad sindical es uno de los aspectos sustanciales de la lucha del radicalismo por la creación de un orden democrático. No pretendemos transformar a los sindicatos actuales en sindicatos radicales: seria hacer peronismo al revés. Nosotros queremos que los trabajadores radicales actúen en la vida sindical para conquistar una de las condiciones fundamentales de la democracia: la autonomía gremial.

Esa lucha no puede cumplirse aisladamente; debe disputarse organizadamente. No comprender el momento decisivo que estamos viviendo, es caer en ceguera. Se están jugando batallas que afectan a los principios esenciales de la nacionalidad y esta gran fuerza Cívica representativa del espíritu argentino no puede seguir ausente del curso de las acciones.

Recuerdo un episodio vinculado a mis funciones en la dirección del Radicalismo provincial. Un día me visitaron los representantes de uno de los sindicatos principales del país. Eran peronistas, su organización adhería solícitamente a los personajes y consignas oficiales, pero no habían querido ceder su independencia. Más el régimen, en su plan de absorción, negó a sus propios parciales que dirigieran con autonomía uno de los sectores fundamentales del trabajo. Era preciso englobarlos a todos bajo la férula «cegetista», y mediante recursos de toda índole se impuso el allanamiento. Recién entonces descorrióse la venda que cubría los ojos de esos compatriotas. Disponían de una gran fuerza que asomaba la comprensión y a la realidad y quisieron defender a su viejo sindicato, Necesitaban la acción de todos los trabajadores. Cuando llegaron al Radicalismo tuvimos que bajar los brazos, impotentes, porque carecíamos del menor instrumento que posibilitase un esfuerzo coordinado de nuestros afiliados y simpatizantes.

Nuestra tarea.

Esta no es una tarea que se improvisa. Debe hacerse lenta y paulativamente. Hay que formar los cuadros; despertar el espíritu de confianza; formar la conciencia y la responsabilidad. En los propios ambientes del trabajo y en cada sindicato hay que plantear los problemas, aquilatar los valores humanos y probar, en el esfuerzo cotidiano, la firmeza de nuestros hombres en la defensa de las aspiraciones obreras y de los intereses superiores del país. Esto no es obra de un día, ni de una semana. Requiere previamente una clara concepción de las nuevas exigencias de la lucha, de sus objetivos y de los métodos impuestos por las circunstancias que aflijen a la Argentina.

Cuando se sucedían las grandes contiendas de este año y del pasado y parecían los últimos baluartes del trabajo libre, pese a una resistencia muchas veces heroica, nos limitamos a nuestra adhesión y a nuestra denuncia, como si se tratara de conflictos gremiales de orden común y no de episodios salientes en el avasallamiento del derecho. Por falta de la indispensable organización el Radicalismo no puede seguir contemplando como un espectador los acontecimientos que definen el sentido sindical y cierran el cerco de nuestro pueblo. Si nos mantuviéramos en la misma conducta demostraríamos ignorar lo que ocurre a nuestro alrededor. Si no comprendiéramos la naturaleza y métodos del fascismo habrían caído en vano millones de hombres y mujeres en los campos de batalla y en las retaguardias de Europa; revelaríamos nuestra ineptitud para impedir que los mismos sucesos promuevan aquí las mismas trágicas consecuencias. Resulta inconcebible que no advirtiéramos esta realidad y no coloquemos a nuestra fuerza obrera en el plano de organización y de lucha reclamado para resistir con eficacia las enbestidas del régimen y rescatar progresivamente a las grandes organizaciones sindicales, a fin de que cumplan su función autentica al servicio de la dignificación obrera.

Este es el gran tema del congreso: señalar sus puntos de vista con respecto a la construcción nacional, pero señalar, ante todo, el tipo de lucha que debemos desplegar para contemplar nuestros objetivos políticos con nuestros objetivos sindicales, que son específicos para las agrupaciones que han designado a los delegados reunidos esta tarde.

Esta concepción de lucha coincide con los grandes postulados del Radicalismo. No constituiréis cuerpos corporativos. En el partido, las decisiones emanan de sus órganos políticos, de sus asambleas y comicios; cada afiliado es un ciudadano igual en sus derechos.

Pero el partido, fijada su linea política, nececita organismos de acción adecuada a las circunstancias de tiempo y lugar. No contemplamos la organización social escindidas en estamentos. Para nosotros no existe sino el hombre, la criatura humana, como punto de partida y finalidad suprema. Su causa es la causa del Radicalismo. Cuando tenemos que definir el sentido de nuestra patria y la filiación de nuestros ideales repetimos el lema de San Martín y afirmamos que nuestra causa es la causa del genero humano. En servicio de esta causa debemos ubicar a nuestras ideas y técnicas en el clima candente de nuestro tiempo.

La Argentina del mañana.

Queremos que la organización de la Argentina del mañana, conforme al «nuevo espíritu», de que hablaba Yrigoyen, el hombre este revestido de su plena dignidad. Que «el dulce dogma de la igualdad», aquel que canta el himno que acabamos de entonar con tanta unción, sea una verdad, más no lo es cuando desde el propio seno materno queda demarcado un horizonte de desigualdad entre la vida que se gesta en mujer que sufre las privaciones de la miseria, de la restricción económica o de la ficción moral, y aquella otra que se forma en mujer acariciada por todas las bienaventuranzas. Que el acceso a la cultura no dependa de la condición económica de los ascendientes, lo que implica la injusticia de un privilegio asentado desde el punto de partida, sino de los valores individuales de la vocación y la capacidad para que sean ciertas las esencias de la democracia y el camino de la vida ofrezca amplia e iguales posibilidades a fin de que cada ser humano desarrolle en plenitud sus potencias morales, intelectuales y físicas. Que se extinga el miedo a la vida, el temor a la incertidumbre del futuro y rija una organización social que no coloque al hombre como una apéndice de la economía, sino subordine los factores económicos a los derechos fundamentales de la existencia humana.

Estamos asistiendo a una crisis de esta civilización, a una encrucijada de los tiempos. Desde el derecho romano llega la voluntad de dominio de los hombres por las cosas. El Radicalismo, desde sus orígenes quiso supeditar las cosas a los hombres. Alem sostuvo que siempre existían dos programas: el de los desposeídos y el de los poseedores.

Cuando Yrigoyen realizaba la reorganización nacional sobre fundamentos democráticos dijo, en histórico mensaje, que habíamos conquistado la verdad política, pero debíamos conquistar los principios de la constitución social. En la primera etapa luchamos por derribar el poder político de la oligarquía criolla; en esta, por reabrir el cauce de mayo, derribar el poder económico de la nueva oligarquía enraizada, bajo los auspicios del régimen, con las expresiones de la vieja oligarquía y cumplir la promesa inicial promoviendo un porvenir liberado de todo injusticia y de toda opresión
.
Una nueva época.

En esta nueva época de la historia radical, los trabajadores tendrán una función eminente. Aquí estáis vosotros, hombres del trabajo de Buenos Aires: decid vuestra palabra, organizad vuestros esfuerzos. 

Contribuyereis a la elaboración de los principios de esa constitución social aportando vuestros conceptos a la organización política del radicalismo y llevareis sus ideales y su espíritu a los lugares del trabajo donde se está librando tan dura y áspera lucha por la preservación de la condición humana. Yo os saludo con emoción, como quien recibe con vuestra presencia un abrazo de los tiempos que vendrán. Examinaréis las soluciones creadoras del Radicalismo y regresaréis a vuestros pueblos. Llevad este mensaje:

"Decid a nuestros compatriotas que habéis diseñado la Argentina del mañana. Mientras en Europa, Asia y Africa, las concepciones que niegan la libertad y los derechos del hombre están debatiéndose en planos ajenos a la vida nueva ansiada por la esperanza universal, nosotros estamos aquí, bajo los signos adversos del presente, pero con ojos y corazón puesto en la azul lejanía, trabajando con fervor, con serenidad y con seguridad por organizar una Argentina digna del mundo nuevo que sueña la humanidad"










Fuente:  Discurso pronunciado en Avellaneda el 11 de agosto de 1951, al inaugurar el Primer Congreso Gremial organizado por el Comité Provincia de Buenos Aires de la Unión Cívica Radical.














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