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viernes, 13 de mayo de 2011

Carlos Sanchez Viamonte: "La generación del 80 e Hipólito Yrigoyen" (1930)

El año 1880 constituye un jalón de vasta significación histórica en la vida argentina.

La obra de los hombres del 80 cobra singular interés si se la contempla como el esfuerzo autóctono para acompasar el ritmo de nuestra vida incipiente, con el de Europa, que se comunicaba con nosotros a través de Francia. Empresa de ideas, exigió ideólogos y produjo líderes menores pero abundantes; todos ellos esforzados y laboriosos. Abnegados muchas veces.

El caudillo típico era ya una especie extinguida, desplazada por la índole intelectual de la tarea a realizar. Claro está que la generación del 80 estaba formada por una élite de tipo universitario, algo solemne y académica, más celosa de sus fueros y consciente de su responsabilidad. Todos los hombres que pertenecieron a ella coparticiparon inquietudes, riesgos, sinsabores y triunfos. Cada uno tiene una historia individual que es, en cierto modo, la historia de todos.

El único hombre de figuración ulterior que perteneció a la generación del 80 por su edad y no tuvo nada de común con ella, es Hipólito Yrigoyen. Ahí reside, tal vez, el secreto de su absoluto aislamiento y de su absoluta inmovilidad.

La cronología histórica se identifica con la dimensión espacial en la transformación de los organismos sociales. Puede decirse que la sociedad argentina ha traspuesto la generación del 80, la zona característica de aquel momento, la etapa que ella significa en la edad de nuestra cultura.
Yrigoyen es el único rezagado. O no pudo o se negó a pasar; como esos animales (perdóneseme el símil) que se resisten a pisar una franja de suelo iluminada por un haz de rayos de ignorada procedencia.

Desde entonces permanece en la misma actitud y en el mismo sitio.














Fuente: "La generación del 80 e Hipólito Yrigoyen" de Carlos Sánchez Viamonte, El último caudillo, Córdoba, Diarios del País, 1930.






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