Honorable Convención:
Habrán de comprender que entendemos el momento trascendente
que vive el partido y el país, y habrán de saber que alcanzamos la
responsabilidad que importa esta designación de la Convención.
Falta el acto formal de que los hombres elegidos digan sus
palabras en el superior organismo partidario; no sé si se estila decir que
aceptamos. Creo que no, porque importaría una determinación de tipo personal,
un discernimiento propio, y entiendo que aquí afrontamos una decisión y una
responsabilidad de todos, para comunes ideales. Nosotros decimos que acatamos,
que encierra un significado, un histórico significado, el de ratificar en el
tiempo, que el radicalismo es superior a sus hombres, está por sobre sus
hombres, es superior a sus hombres porque la Unión Cívica Radical tiene el
derecho de disponer de ellos.
Es necesario vivirlo así para que sobreviva en el tiempo
cuando se hayan ido los hombres que lo sirvieron con honor y con orgullo.
Nosotros decimos esta palabra de acatamiento porque es
fundamentalmente importante, para definir, para nosotros y para todos, el
sentido moral de este partido, de este extraordinario partido. Al acatar
expresamos que queremos mantener la consigna como un imperativo permanente en
el radicalismo, como una demostración de que nosotros queremos servir la
"causa creadora de esta Unión Cívica Radical" y servirla es tenerla
permanente y entregarla a la permanencia de las nuevas generaciones argentinas.
Tendríamos lógicamente, dentro de una democracia que vive la democracia, que
decir en este alto organismo partidario cuáles son nuestras ideas y cuáles
nuestros propósitos.
No tenemos ideas personales, ni propósitos personales;
estamos con la filosofía social del radicalismo, con el programa que ha trazado
esta Honorable Convención, con la labor de ustedes, que tienen para el país,
definido el radicalismo, su sentido económico, su profundidad social, su orden
cultural, sus claras definiciones morales que hacen al alma y al espíritu de
todos los argentinos; esa es vuestra obra, porque habéis deliberado con altura
y con patriotismo.
Nuestro deber no es llevar nuestras ideas personales, sino
cumplir la esperanza de vuestras resoluciones. Así trascenderá en el tiempo
como realización de todos los hombres del partido que creen en las bondades de
él y definen las ideas en la agrupación.
Este es nuestro sentido y sería absurdo que nosotros
pronunciáramos palabras dirigidas al pueblo o al partido que importaran ofertar
cosas para ganar voluntades; nosotros queremos que las voluntades las haya
ganado el partido, con su historia, con sus definiciones y con sus sacrificios.
El país sabe bastante del radicalismo como para que no tenga el derecho a
equivocarse en los tiempos que vienen. Esta es, señores convencionales,
una acción más en el camino de la larga lucha argentina;
nosotros la acatamos. Entendemos que puede ser la última, quiera Dios que sea
la última, para bien del país y de la democracia, pero que si tiene que ser
otra, cuéntenos a nosotros también integralmente.
El servicio de la República no admite defecciones.
Entendemos, además y sobre todas las cosas, que es
indispensable y necesario que los radicales digamos ahora para adelante,
repitiendo la consigna de todos los tiempos, que quien quiera entrar en este
partido ofrece la vida a la argentinidad, porque siempre busca los mejores
climas para que vivan en felicidad y en decoro los hijos nuestros que son las
generaciones que vienen al país, para que siga siendo el país. Nosotros
afrontamos hoy la más terrible contingencia política argentina; no hubo ningún
tiempo como éste. Hubo errores, hubo desaciertos, tal vez hubo algún crimen,
pero nunca jamás el país soportó la posibilidad de un régimen que negara al
hombre dentro de la Argentina. Este es el drama del país, la negación del
hombre, por un hombre que ha dejado de ser y tener las calidades de tal en la
conducción del país. El régimen ha destruido las esencias fundamentales de
Argentina, lo que se muestra desde sus casas de gobierno y de sus centros
gestapistas no es Argentina, es la anti-Argentina. Se ha destruido totalmente
la democracia y ahora, el régimen espera en su última batalla destruir
totalmente al hombre.
Nosotros, señores convencionales, con nuestro programa, con
nuestra voluntad, con nuestro sacrificio tendremos que andar el heroico camino
de ganar al hombre por el hombre mismo; con el hombre emancipado política y
económicamente construir la democracia argentina y con la democracia argentina
rehacer de nuevo el país, que no es hacerlo de nuevo, que es hacerlo siempre,
como una tradición eterna y permanente de lo argentino en el mundo.
Si nosotros, señores, alcanzamos este ideal, habremos hecho
un profundo servicio al país, porque estoy convencido, como lo estuvo
convencido Yrigoyen en otra época, que cuando la democracia
sea una verdad en la Argentina, será una posibilidad en
América y reirá un poco más la humanidad de todo el mundo.
Esta elección que habéis hecho vosotros es un
pronunciamiento de la Honorable Convención de la Nación, organismo superior del
partido; es el partido, es todo el partido. Nosotros recogemos la designación
así, que representa a la Unión Cívica Radical y decimos con la honrada palabra
de todos los hombres del radicalismo que estuvieron antes que nosotros y que
nosotros debemos repetirla para los que vienen: "aceptamos la voluntad del
partido para todo el partido".
Todos haremos la obra o no lo hará ninguno, esta es la
verdad; es el esfuerzo de una generación de argentinos. El destino ha querido,
para orgullo de esta gran fuerza, que sea ella la abanderada de la gran causa
argentina; nosotros somos una modesta cosa dentro de la fila extraordinaria de
la esperanza del país. El radicalismo es el abanderado de la República; apenas
si nosotros somos una pequeña bandera que marca un escuadrón dentro del gran
esfuerzo argentino.
Salga el radicalismo con su fe y con su esperanza; Argentina
espera y llegaremos; estoy seguro, porque es un imperativo de la historia.
Argentina no nació para esto que exhibe hoy la Nación. Nació
para otras cosas superiores. Vamos a esas cosas argentinas con fe y con
seguridad.
Quién sabe si la historia no nos está esperando.
Fuente: Discurso pronunciado por Ricardo Balbín ante la Convención Nacional de la Unión Cívica Radical, al aceptar la candidatura a Presidente de la Nación, el 6 de agosto de 1951.
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