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domingo, 20 de marzo de 2011

La Razón: "Entrevista al Dr. Marcelo Torcuato de Alvear" (8 de septiembre de 1930)

Paris, septiembre 8 de 1930

En su coqueta villa me recibió esta mañana el ex presidente de la Republica, doctor Marcelo Torcuato de Alvear.

Acaba de regresar el popular hombre público de pasar una temporada en Marly, en compañía de su esposa.

Queda pensativo un instante, evocando los momentos que ha de haber pasado Buenos Aires y el país entero, a través de las informaciones de los periódicos parisienses, y luego, en su actitud habitual, perdida la mirada en lontananza, y como meditando en voz alta, me dice pausadamente, y con acento de profunda convicción:

Tenia que ser así. Yrigoyen, con una ignorancia absoluta de toda practica de gobierno, parece que se hubiera complacido en menoscabar las instituciones. Gobernar no es payar.

Para él no existían la opinión pública, ni los cargos, ni los hombres. Humillo a sus ministros y desvalorizó las más altas investiduras. Quien siembra vientos recoge tempestades.

Da pena cómo ese hombre, que encarnaba los anhelos de la libertad del sufragio, que tenía un puesto ganado en la historia al dejar su primera presidencia, destruyó su propia estatua.

A mi gobierno, de carácter pacífico y respetuoso de las normas constitucionales, debe Yrigoyen los 800 mil votos de que se envaneció luego, y tan desdichadamente, que le cegaron por completo.

Su megalomanía llegaba a tal punto que decía al dar nombramientos:

“Lo que yo doy, solo Dios lo quita”

Esperemos que no se castigue al electorado por su error.

Él que dirigió varias revoluciones, en las que nosotros participamos, no logró hacer triunfar ninguna. En cambio, ve triunfar la primera que le hacen a él. Más le valiera haber muerto al dejar su primer gobierno; al menos, hubiera salvado al partido, la única fuerza electoral del país, rota desmoralizada por la acción personal de su personalismo.

Sus partidarios serán los primeros en repudiarlo.

Estuvieron a su lado mientras fue el ídolo de la opinión. Pero no podían quererle hombres a quienes humilló constantemente.

Era de prever lo ocurrido. Ya en mis mensajes al Congreso, hablé de los peligros de los “hombres providenciales”.

En la primera presidencia debe de haber menos de 50 mil expedientes sin firmar. Mi despacho, en cambio, quedó al día, aunque no lo haga creer así algún nombramiento con efecto retroactivo.

Al día siguiente mismo de asumir yo la presidencia de la República, en vez de conspirar entorpecer mi obra de gobierno, hubiera debido alejarse al campo para descansar y permanecer ajeno a toda maniobra. Mi gestión, entonces, hubiera sido mejor de lo que pudo ser.

La segunda presidencia de Yrigoyen es comparable también a la segunda presidencia de Johnson en Estados Unidos, calificada como de asalto sin contralor.

Su gobierno fue neutral durante la guerra mundial, porque esa era la única manera de no hacer nada en aquellos momentos.

Hasta la renuncia que le imponían los hechos la quiso aplazar para mañana. El abandono del mando primeramente anunciado era una farsa, y no hubiera detenido la marcha de los acontecimientos notoriamente preparados.

Mi impresión que transmito al pueblo argentino, es de que el Ejército, que ha jurado defender la Constitución, debe merecer nuestra confianza y que no será una guardia pretoriana ni que este dispuesto a tolerar la obra nefasta de ningún dictador.






























Fuente: Entrevista al Dr. Marcelo Torcuato de Alvear por el Diario La Razón con motivo del cuartelazo acaecido contra el gobierno del Dr. Hipólito Yrigoyen, 8 de septiembre de 1930.

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