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martes, 14 de diciembre de 2010

Noticias Gráficas: "Reportaje a Ricardo Rojas" (10 de octubre de 1931)

La aparición de don Ricardo Rojas en el escenario po­lítico, ha causado no poca sorpresa en los círculos docentes y universitarios a los cuales tan íntimamente, desde hace treinta años, se halla vinculado el ex rector de la Univer­sidad de Buenos Aires.

Doctor "honoris causa" de las Universidades de Bue­nos Aires, San Marcos de Lima y Río de Janeiro; miem­bro honorario de diversas academias de E. Unidos, Francia, España, Méjico, Venezuela, Uruguay, Perú y Brasil: miem­bro de la Legión de honor y de la Societé de Gens de Let- tres de París y otras instituciones científicas y literarias del país y del extranjero, y dueño por añadidura de un enor­me bagaje cultural y de una erudición profunda en las di­versas disciplinas mentales a las que se halla entregado, la espectativa pública despertada alrededor de este nuevo aspecto del ilustre docente, es grande y justificada.

Fuimos, por esta circunstancia a verlo, deseosos de es­cuchar su juicio no sólo sobre la actualidad política argen­tina, sino también sobre una cuestión que nos pareció in­teresante: por qué causas Ricardo Rojas dejaba interrum­pida su labor literaria, y se lazaba a los sinsabores e in­quietudes de la política activa, en circunstancias tan an­gustiosas como las presentes.

Lo hallamos en su residencia de la calle Charcas, entre­gado a sus libros. Con su cortesía habitual nos recibió y lue­go de conocer nuestro deseo, nos hizo un breve exordio a propósito de los primeros años de su juventud y de su vi­da, cuando su padre, don Absalón Rojas, llenaba con su ac­tuación política, todo un capítulo de la historia de Santiago del Estero, su provincia natal. Entrando de inmediato en materia, le preguntamos:

—¿Ha actuado Ud. antes en política?

—Nunca, — respondió Rojas. — He llegado a esta altura de mi vida, sin haber actuado jamás en ninguno de nues­tros partidos, absorbido como estuve durante 30 años por mi obra de publicista y profesor en la que entendí servir a la formación de nuestra conciencia nacional. Así habrían seguido transcurriendo mis días, en el retiro del estudio que no fué torre de marfil para mi deleite, sino atalaya de piedra para mi ansiedad, a no ser la crisis profunda que hoy amenaza nuestras instituciones vitales. Mi labor do­cente, me ha mantenido siempre en contacto con la juven­tud y mis libros dejan ver que siempre estuve asomado a la alamena, oteando el horizonte, con la esperanza puesta en el mejoramiento civil de nuestra patria.

—Muy bien doctor — respondimos nosotros mientras ad­miramos el purismo oral de nuestro entrevistado. Pero nos trae aquí, entre otras cosas, una pregunta concreta, de co­mún interés para nosotros y para una gran parte de la opinión que en estos momentos no acierta a explicarse cómo no sólo ha ingresado Vd. a la política haciendo un paréntesis extraño a la labor del aula y al estudio, ? Ud. también cómo ha ingresado al radicalismo. ¿Podría contes­tarnos a esto último? Sería interesante.

—La explicación — nos dice el doctor Rojas en seguida» — es muy sencilla: la tiene usted en lo que acabo decirle. Desde hace un año, he sentido de un modo patético el drama actual de nuestra ciudadanía. He creído, que po­daría ser una actitud egoísta el mantenerse en el retraimien­to; y en caso -de optar por un instrumento de acción social, he debido elegir un partido entre los que existen y he ido al radicalismo por la lógica de mi doctrina anterior. El ra­dicalismo es, por su latitud geográfica, por su filiación his­tórica, por su fe en el pueblo, por su emoción nacionalista y por su probado espíritu de resistencia a la adversidad, una fuerza cívica que, debidamente adoctrinada y conducida, ha de ser un baluarte de la nacionalidad y de la justicia social en esta época.

El doctor Rojas, se acomoda los anteojos, hace una pau­sa, respira, y va a continuar hablándonos. Pero, le inte­rrumpimos.   
           
—¿Y no le han detenido en este extraño episodio de su vida los cargos de todo orden que se hacen al Partido Radical?

—No, señor. Cualquiera que sean los errores individuales de los hombres, el radicalismo, estoy cierto, es una fuerza espiritual que resume al pueblo argentino con todos sus vicios y todas sus virtudes. Los adversarios del radicalis­mo, pueden hacerle cargos, pero el radicalismo puede acu­sar a sus adversarios, de haber abusado de la fuerza, de haber suprimido la ley y de haber negado la tradición na­cional.

No hay, continúa diciéndonos el doctor Rojas, partidos de ángeles en ninguna parte y no es posible crear partidos vi­vientes desde un escritorio. La política, entiendo, es un ar­te de realidades, y debemos tomar la realidad argentina como hoy se nos presenta, tratando de modelarla con inte­ligencia y honradez. La exposición de estas ideas, agrega, me requiriría largo tiempo; pero, puesto que debo abreviar, solo le digo que yo no podría ir sino a un partido que tu­viese la bandera nacional, la cenestesia geográfica de nues­tro territorio, el sentimiento de nuestra continuidad histó­rica, la simpatía interna de sus miembros por una fusión de profesiones, clases y regionalismo, en el amor del pueblo y en el propósito de su mejoramiento. Este es, pre­cisamente, el espíritu del radicalismo. Ensambla, por añadi­dura y sin esfuerzo, con la doctrina que he expuesto siem­pre en mis obras.

En lo más álgido de la conversación, el doctor Rojas nos deja unos segundos. Debe atender un llamado de su esposa, que le anuncia un mucamo. Oteamos — como dice el maes­tro — y observamos un mueble que contiene sus libros ori­ginales, las ediciones críticas o de divulgación de docu­mentos y autores argentinos. Allí está, por ejemplo, "La restauración nacionalista", en que planteó, hace más de 20 años, la crisis de nuestro cosmopolitismo; el "Blasón de Plata", en donde evocó la génesis de nuestra raza; la "Ar- gentinidad", obra en la que dió nombre y contenido a nues­tra vocación democrática; "Eurindia", donde exploró las más remotas zonas estéticas del espíritu americano. En ese mueble, están también "Los gauchescos'', fuente popular de nuestra emoción literaria, "Los coloniales", "Los proscrip­tos' y "Los modernos", panorama este último de nuestro actual individualismo. Allí están, su historia de la bandera, del Escudo y del Himno y de la Constitución; allá "El país de la selva" y las odas en que canta a la fraternidad civil de los extranjeros residentes; y las obras de Moreno, en fin, de Monteagudo, Echeverría, Mitre, Sarmiento, López y Alberdi, que Rojas ha reeditado y comentado y popularizado con el noble propósito de dar arquitectura al ideario argen­tino.
                                                                                                                               ,
Pero, el doctor Rojas entra en ese instante, y nos sor­prende revolviéndole su biblioteca.
Un poco avergonzado de nuestra curiosidad, buscamos al­guna frase para salir del paso:
—¿No le parece, doctor, que todo este bagaje va a serle una carga demasiado pesada para desempeñarse en las nuevas actividades a las que acaba de darse?

—No lo creo, — nos contesta inmediatamente. — Antes al contrario, pienso que esos libros, explican todavía más mi actitud. Y le dan, por añadidura, un rumbo doctrinario. He estudiado mucho el pasado, pero me he orientado siem­pre hacia el porvenir, Ardua es, y urgente, la atención que hoy reclama la crisis económica; pero creo necesario en la presente crisis de los perennes ideales argentinos, que re­suenen de nuevo, los ecos del antiguo mensaje. Como en 1837, necesitamos reencender las antorchas de 1810 y com­pletar el ideario de 1853, con otro nuevo, acomodado a las necesidades presentes. Esa, es la misión actual del radica­lismo. Su primera jornada, la del Parque, fué superada por su segunda, la de la ley Sáenz Peña, y ésta ha de ser su­perada en una tercera etapa con un contenido de ideas que el partido desea asimilar, para animarlas con su inextingui­ble sentimiento patriótico.

No puede ser sino un magnífico instrumento para ello, un partido que reúne en su seno, identificándose con la Nación —- prosigue Rojas, entusiastamente — a los nietos de nuestros próceres fundadores y a los hijos de los modernos inmigrantes, al obrero manual y al estudiante universitario, al chacarero de la pampa y al peón de la puna, como si fuera un compendio de nuestro suelo, nuestra raza y nuestra historia.

Al llegar a este punto de su peroración, el doctor Rojas, para encender un cigarrillo, hace un alto. Lo aprovechamos, para intercalar en el diálogo una nueva pregunta:

—¿Y sobre la actualidad política podría darnos alguna opinión, doctor?

—Creo, nos contestó, luego que le concretamos mejor nuestro deseo, que es un error reducir la política la maña de ganar elecciones por cualquier medio; que es un error también pretender resolver los problemas morales de una sociedad por medio de la fuerza, y que es un error, de la  misma manera, dividir al país en réprobos e inmaculados porque todos los hombre» de un mismo ambiente se parecen. 

Es un error, continúa el doctor Rojas, agravar las crisis económicas con caprichos pasionales. Es un error querer medir la acción histórica por las anécdotas del día. Debemos elevar los corazones y elevar el pensamiento, si queremos evitar a la República, tremendas calamidades. Un éxito actual, puede llegar a ser un fracaso histórico. El odio es siempre mal consejero.

—¿Y tiene Vd. fe en las nuevas generaciones argentinas para acometer la magna empresa con la que Vd. sueña?

—Tengo fe en la juventud, y en las clases laboriosas. — En los ociosos y en ciertos personajes anacrónicos, tengo muy poca fe. Los ociosos, no se dan ni siquiera el trabajo de pensar, que es un arduo trabajo. Los anacrónicos es­tán cargados de prejuicios y rencores. La nueva empre­sa, así, es de las nuevas generaciones y de los obreros, si saben referirse a un proceso histórico anterior, y captar la realidad presente y planear con claridad la obra futura. De ello nacerá la Argentina mejor que todos anhelamos, pero que algunos andan buscando por caminos extraviados. Esta es hora de maestros y de trabajadores. No es hora de enredar ni de destruir: sino de clarificar y edificar. Es, en una palabra, hora de juventud.

—¿Qué opina usted del veto y de la anulación de las elecciones de Buenos Aires?

—Que son el máximo error de este momento político. He dado una opinión más explícita en el seno del Comité Ejecutivo del partido, y espero el pronunciamiento de la Convención Nacional ya convocada. Estoy seguro de que ella sabrá interpretar los sentimientos del radicalismo y las necesidades morales de la Nación en esta grave emergen­cia. Cualquiera que sea la solución de los próximos comi­cios, esos decretos sólo podrán engendrar una nueva anor­malidad. Todo ello va en contra del radicalismo, y ya le he dicho que el radicalismo es el cauce de todas las fuerzas dinámicas de la Nación. Observe usted que hasta los can­didatos adversarios han tenido filiación radical. Sin esta divisa, nadie espera ser escuchado por el pueblo.

El odio a la ley Sáenz Peña, sigue diciéndonos el doctor Rojas, proviene de que ya no se puede arriar votantes co­mo acémilas. Don Indalecio Gómez, dijo en el Congreso, que esa ley esterilizaría la matriz oficial para engendrar gober­nantes. Hoy lo saben todos los ciudadanos, conocen un ins­trumento que el pueblo maneja desde hace cuatro lustros y la ley anda ya en coplas del folklore montañés: en los valles de Humahuaca, se canta, por ejemplo, que recuerdo ahora:

                               En el cuarto oscuro
                                         Vidalitá
                               No. manda el patrón
                                  Cada ciudadano
                                         Vidalitá
                                Tiene su opinión.

Claro es, agregó, que esto no les gusta a ciertos patrones; pero el pueblo sabe, sin embargo, cuál es camino. La reacción, a la larga, fracasará.

El Dr. Rojas, incansable, enciende un nuevo cigarrillo se mesa el cabello y continúa:

"El espíritu romántico de la Argentina heroica, incorporará en las formas técnicas de una Argentina moderna llena de vigor". Tengo profunda fe en el de nuestra patria a pesar de las transitorias calamidades  Como lo le dicho otra vez, "la democracia nosotros un tema dialéctico, sino una entraña vital. De ella hemos nacido como entidad histórica".

Mientras Ricardo Rojas hablaba, observamos sobre el escritorio, dos libros en inglés: "Social Pischology’. Nos parece de Bernard), y otro de Murray Buttler, presidente de la Universidad de Colombia. Ambos tenían una dedicatoria para el maestro.

—¿Le interesan? nos pregunta.

—No tanto como eso. Mirábamos no más.

—Son dos libros de mucha enseñanza. Uno a través de ellos, y se admira de ver, cómo pueblos civilizados, y se asombra también de ver entre nosotros, se quiere recaer en los procedimientos impropios y de fuerza, de épocas preconstitucionales. Son antagonismos de la idea y del instinto que la política ética deberá reducir y superar.

Nos vamos a retirar. — ¿ Y sus trabajos literarios Doctor ?

—Tendré que interrumpirlos. Guardo varios libros ineditos. Algunos inconclusos. Durante este último año, de disciplina ascética, he estado escribiendo una Vida del General San Martín». Muestro en él, cómo, San Martín, el moralista de la espada...

Y agregó:

—Debía realizar también, un viaje por el extranjero una gira de conferencias, invitado por la Academia de Letras del Brasil, la Yale University de E. Unidos, y las Universi­dades de Madrid y París. Se me costeaba el viaje, para que hablara de temas argentinos; pero debo desistir de esa campaña. Otros deberes hay para los ciudadanos dentro del país en este momento. Por eso, he aceptado la candidatu­ra que espontáneamente me ha ofrecido el Partido Radi­cal, por el voto directo de sus afiliados.









Fuente: REPORTAJE AL DR. RICARDO ROJAS  EN "NOTICIAS GRÁFICAS",10 de octubre de 1932. En "El Radicalismo de Mañana" de Ricardo Rojas, 1932

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