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martes, 14 de diciembre de 2010

Moises Lebensohn: "El Primer Deber" (15 de mayo de 1955)

Nuestro primer deber como radicales consiste en definir nítidamente qué tipo de país queremos construir, pues sólo al aliento de los grandes móviles de una justiciera realización nacional el pueblo aceptara los duros sacrificios impuestos por la lucha que libramos. Que no haya un argentino, por humilde que sea, que no sienta con certeza como serán los perfiles de la sociedad que edificaremos; como la organización de la economía,del trabajo y la cultura; como será la vida de los hombres, que tienen el derecho y el deber de saber que será de su destino. Problema de doctrina y de conducta; sin aquella, no se nos comprenderá; sin esta, no se nos creerá.
Mientras ese objetivo vital no se alcance, y la perspectiva argentina se desnaturalice en la lucha en favor o en contra del régimen, el país seguirá corriendo los riesgos de permanecer en la demagogia o de caer en las asechanzas de la reacción. O de lo que sería aun peor para su futuro, en la desvirtualización del Radicalismo, que es un peligro mayor, porque de la demagogia o de la reacción podrá la república liberarse tarde o temprano si la Unión Cívica Radical, fiel a su origen y a su entraña popular, conserva la esperanza del pueblo, pero si esta se pierde, todo será sombras y confusión, como aconteció en los días cercanos que trajeron tan dramáticas consecuencias.
¿Quienes se benefician con el desdibujamiento de las finalidades concretas del Radicalismo? En primer término, las tendencias totalitarias, porque la imprecisión de los fines priva al pueblo de fe en los propósitos creadores de la democracia y facilita las falacias de aquellas. En segundo lugar, las fuerzas de la reacción económica y social, que sueñan, que con la expansión sin frenos de sus privilegios; y por último, y por qué no decirlo, aquellos correligionarios cuyo espíritu conservador elude compromisos con el mañana, que pretenden consciente o inconscientemente apartar al Radicalismo de su deber histórico y de su médula popular para convertirlo en un partido más, que defienda a la libertad sin contenido profundo y a la democracia restringida a sus aspectos formales, sin advertir que por ese camino tantas democracias cayeron en la ciénaga dictatorial. Y si esto es valido cuando se intenta soslayar definiciones, lo es mucho más, cuando se ensaya la adopción de posiciones reñidas con el desarrollo nacional y el bienestar social.
En esta red mañosa de intereses antiéticos, que se combaten entre sí, pero que se integran y complementan en el esfuerzo de trabar el avance del verdadero Radicalismo, la que oscurece los horizontes de nuestro país y mejor contribuye al mantenimiento de la situación actual. De ahí que sea ineludible el examen de nuestra realidad a la luz de la doctrina radical y que el debate interno para esclarecer el pensamiento radical constituya el más alto servicio a la democracia argentina.
Debemos mirar ante todo hacia adentro, hacia la Unión Cívica Radical, en el convencimiento de que para salvar a la Argentina es necesario templar previamente el gran instrumento cívico de su redención política y social. Creemos en el poder de las ideas y confiamos plenamente en la capacidad de nuestro pueblo y del Radicalismo para elevarse alas responsabilidades de la construcción nacional. Con estas convicciones plantearemos ante su conciencia las cuestiones que hacen al porvenir de la República y de la Unión Cívica Radical.




















Fuente: Editorial publicado en el periódico «Intransigencia», año 1 N°2, 15 de junio de 1955. en "Pensamiento y Acción" de Moisés Lebensohn.

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