"Raúl por aquí, Raúl por allá, vamos a ver en esta
interna, vamos a ver cómo te va". Al margen de las disonancias rítmicas,
la desafiante consigna propuesta por el Movimiento Juvenil Línea Nacional, uno
de los brazos del balbinismo, pretende augurar la derrota de Raúl Alfonsín en
las próximas elecciones internas de la Unión Cívica Radical. La alternativa
comicial comenzará el domingo 12 en la mayor parte de los distritos, seguirán
el domingo 19, en la Capital Federal y Santiago del Estero, y culminarán recién
en junio, con la votación de los salteños. Así, seguramente en la tercera
semana del mes que viene, se reunirá el nuevo Comité Nacional y comenzarán a
operar las flamantes autoridades electas en todas las secciones.
Muy pocos dudan que Ricardo Balbín superará, en número de
votos, a su adversario, pero resulta esencial prever el margen de esa victoria:
para ser reelecto como presidente del máximo organismo de la UCR deberá reunir
dos tercios de los elegidos. Curiosa característica: los radicales siempre pugnaron
por la vigencia del voto directo en las elecciones nacionales, pero en su
manejo interno continúan rigiéndose por el sistema de delegados; es decir, por
un mecanismo indirecto, que no tiene en cuenta el total de votos. Para alcanzar
ese ambicioso objetivo es imprescindible concertar el mayor número de alianzas
posible. Y ahí entran a tallar los punteros.
LOS DUEÑOS DE LOS VOTOS
"La verdad es que nos estamos moviendo a media máquina;
don Ricardo gana seguro y, además, en esta elección no se discuten concejalías
ni otros cargos públicos, como en los comicios nacionales. En esos casos sobran
argumentos para entusiasmar a los afiliados". Guiñada cómplice de por
medio, un caudillejo porteño resumía a Siete Días el comportamiento de los
punteros tradicionales —es decir, los "dueños de los votos" en cada
sección o parroquia— ante la puja que se avecina.
Esa bonhomía, sin embargo, no impidió que los distintos
jeques de la Capital Federal motorizaran en las últimas semanas febriles
reuniones, a la búsqueda de acuerdos. Los restaurantes Claudio —en Sarmiento al
1500— y Chiezza —enclavado en Entre Ríos y Chile— fueron escenario de arduos
semblanteaos, de común sazonados con buen vino; entre plato y plato se
barajaban nombres y perspectivas. Así se selló, por ejemplo, el pacto entre
Juan Trilla y Arturo Mathov con Francisco Pancho Rabanal (ex intendente de la
city) y su hijo, el diputado Rubén Rabanal, inscriptos en el balbinismo. El
buffet de estos últimos —en Diagonal Norte al 800— había cobijado antes los infructuosos
intentos del Movimiento Renovación y Cambio, de Alfonsín, por presentar una
lista única con los dueños de casa.
Es que el alfonsinismo porteño es débil y, para colmo, se
partió por mitades: por un lado quedó la Junta Metropolitana del MRC y por otro
la Comisión Interparroquial. Al cierre de esta edición, el propio Raúl Alfonsín
intentaba soldar esa fractura; pero aún cuando lo logre, sus partidarios no
tienen posibilidades de ubicarse entre los cuatro delegados que la Capital
—igual que las restantes provincias— envía el Comité Nacional. Como se sabe,
cada distrito consagra tres representantes por la lista triunfante y uno por la
perdidosa, siempre que ésta alcance el 25 por ciento de los votos. Caso
contrario, los vencedores consagran sus cuatro aspirantes.
"Esta vez mis adversarios no lucharán contra mí, sino
contra la hepatitis". Entre burlón y resignado, Julián Sancerni Jiménez
musitó a Siete Días su preocupación: desde el 2 de enero no sale de su casa,
postrado por una dolencia hepática. Y el viejo caudillo —a quienes sus enemigos
apodan Don Corleone— ha sido durante largos años el invariable ganador de los
comicios porteños, lo que equivale a decir que es el "propietario" de
la vieja Casa Radical de Tucumán al 1600, sede central de la UCR. Su prolongada
ausencia en las distintas parroquias le resta parte de poderío: su
lugarteniente, el senador nacional Raúl Zarriello, carece del carisma de Don
Julián.
"Los hilos no sé si los muevo —relativizó Sancerni ante
Siete Días—, pero por lo menos los miro. Los ojos, por suerte, no los tengo
cerrados". Así, se augura una dura lucha entre las dos fracciones
balbinistas porteñas: la intransigencia popular de los Rabanal, con cierto
matiz centroizquierdista, frente al unionismo, más conservador, de Sancerni Jiménez.
El perdedor se asegurará, de todas maneras, un representante ante el Comité
Nacional, ya que —se descarta— obtendrá más del 25 por ciento del total de
votos.
Otro distrito clave es el de Buenos Aires: allí, el
alfonsinismo computa a favor su triunfo en los recientes comicios juveniles. No
obstante, se asegura que la entente de Balbín con César García Puente, jefe del
Comité Provincial, tiene asegurada la victoria: de allí saldrán tres delegados
balbinistas y sólo un renovador. Pero no todas son rosas para el oficialismo
partidario: en la tercera sección de la ciudad de La Plata, baluarte de Balbín,
un grupo de correligionarios acusó a los dirigentes veteranos de "restar
posibilidades a la juventud", e intentó formar lista conjunta con los alfonsinistas.
El hecho adquiere un sabor especial si se tiene en cuenta que los
"rebeldes" están comandados por Ricardo y Patricia Ferrer, nietos del
Chino. Éso sí: la propuesta aliancista —que no prosperó— fue sólo para los
comicios de la sección; en el orden nacional nunca dudaron en apoyar al abuelo.
Pero las sorpresas corren por partida doble: el médico Juan
Naím, caudillo del partido de San Martín y con notoria influencia sobre algunos
miles de sufragios, viró en redondo: en las anteriores elecciones había apoyado
a Raúl Alfonsín y en esta oportunidad será uno de los candidatos de la Línea
Nacional.
EL DUELO EN EL INTERIOR
"En el radicalismo hay balbinistas, alfonsinistas y
cordobeses". Socarronamente, un viejo afiliado aludía a una realidad
tangible que el octogenario radicalismo exhibe casi desde su fundación. Es que,
si bien un ex candidato a gobernador por la provincia mediterránea, Víctor
Martínez, y el ex presidente Arturo Illia se acercan a los postulados del
Movimiento de Renovación y Cambio, ambos son cordobeses y tiene su propia
estrategia, teñida, además, de una ancestral rivalidad con los dirigentes
bonaerenses. Por eso, salvo Conrado Storani —compañero de fórmula de Alfonsín
en las primarias del radicalismo y, junto a los anteriores, firme caudillo a delegado
por la provincia— es imprevisible la postura de los representantes de Córdoba.
Al respecto se tejen varias hipótesis. La más sólida propone que, en caso de
que Balbín no llegue a conseguir los dos tercios que necesita para su
reelección, es posible que los cordobeses le otorguen sus votos. Claro que eso
tendría un precio político: se rumorea que a cambio exigirían la
vicepresidencia primera del Comité Nacional (para Víctor Martínez) y la
presidencia de la decisiva Comisión de Acción Política (para Arturo lllia).
Otra variante: en caso de que el alfonsinismo destruya los
pronósticos electorales y cuente con los votos suficientes para obstaculizar la
reelección de RB, Córdoba propondría a Illia como sucesor. Se sabe que el
alfonsinismo apoyaría esa nominación.
En política, como en ciencia-ficción, todos los devaneos son
posibles. Pero, eso sí, suelen pagarse muy caros si la realidad se encarga de
demolerlos con su implacable tozudez.
En otras regiones los balbinistas han logrado capitalizar el
apoyo de distritos otrora opositores: en Santa Fe, por ejemplo, la anterior
elección había otorgado a los renovadores tres representantes contra uno del
balbinismo. En el próximo Comité Nacional la relación será inversa: el pope
alfonsinista Aldo Tessio aceptó integrar una lista única junto a tres
balbinistas.
Parecido fue el desenlace en Formosa, donde el hacendado
renovador Maglietti culminó un acuerdo con la Línea Nacional: no habrá puja
interna y se repartirán dos delegados por fracción.
E1 alfonsinismo, en consecuencia, sólo tiene asegurado el
triunfo en un puñado de secciones (Misiones, quizás Río Negro y Chubut) y
necesitará sumar 32 de los 95 delegados al Comité Nacional para bloquear la reelección
de Balbín. Un sondeo efectivizado por Siete Días entre los diversos sectores
permite entrever que Balbín alcanzará los 64 representantes que necesita, con
un mínimo de 60 y un tope que puede sobrepasar los 70.
En el cuartel general del alfonsinismo —Maipú y Rivadavia— y
en los bares vecinos, los timoneles del Movimiento Renovación y Cambio
reconocían estar "en las peores condiciones posibles" para el
enfrentamiento. "Cuando nosotros surgimos como corriente interna —confió a
Siete Días un alto dirigente— éramos la sangre joven, los portadores de nuevos
vientos, estábamos a la ofensiva. Hoy, en cambio, no tenemos más remedio que
mantenernos a la defensiva: nos acusan de comunistas, de ser contrarios a la
unidad nacional y de un montón de cosas más que tenemos que retrucar." No
obstante, confían en adueñarse del partido dentro de un par de años:
"Balbín es apoyado —insisten— por los grupos que no tienen, entre sí, nada
en común. Y llegará el momento en que esos grupos se dispersen. Entonces habrá
sonado nuestra hora".
LA VERDADERA OPOSICIÓN
El domingo 28 de abril, la Línea Nacional realizó un acto
proselitista en la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos Roma, de Avellaneda. En
la puerta de acceso, una placa anunciaba, en buen italiano: "Questo teatro
consacrava all'arte". Aunque la concurrencia era por demás módica —un
centenar y medio de entusiastas adherentes— algunas muchachas ornaban
primorosamente la sala con banderas y gallardetes. Mientras atronaba el
ambiente una aggiornada versión de la marcha partidaria en tiempo beat, un
afiliado-locutor de aterciopelada voz emitía: "Dentro de pocos minutos va
a hablar aquí, Ricardo 'Pacificadoooor' Balbín".
El calificativo, en verdad, resume la propuesta del líder
radical a su masa partidaria. En un diálogo con Siete Días, el veterano
dirigente justificó indirectamente ese mote y expuso sus principales
postulados, que se sintetizan a continuación:
• "El diálogo es imprescindible. Yo dialogo en el más
alto nivel porque, como el maestro, quiero dar el ejemplo."
• "Antes, en una tribuna, hubiera dicho otras cosas.
Pero no sirve. El país comprobó que no sirve. Porque cuando el pueblo se
divide, es pasto de los intereses que lo explotan."
• "El diálogo con Perón no es solo institucional;
también enseña, de arriba para abajo, a convivir en paz. Por eso busco ese
camino para el radicalismo, porque tiene autoridad moral para
emprenderlo."
• "El Gobierno cometió algunos errores, pero no se
puede arreglar todo en un día, porque estamos pagando los errores del
pasado."
• "Yo no voy al diálogo buscando una conveniencia. Pero
que quede bien aclarado: tampoco a mí me llevan a conversar para buscar
conveniencias."
Lo que la Línea Nacional propone a sus adherentes es, en
esencia, mantener el acuerdo Perón-Balbín como eje fundamental de la política
argentina. Si ese diálogo se rompiese —suponen los defensores de esta postura—
el país podría deslizarse hacia un escabroso sendero en cuyo final ellos
esbozan el fantasma de la guerra civil.
Y ese acuerdo con el Gobierno es, precisamente, el nudo
gordiano sobre el que centra su ataque a Raúl Alfonsín sintetiza así su
pensamiento:
• "No podemos los radicales seguir confundiéndonos con
un Gobierno que no ha puesto en marcha el proceso de liberación reclamado por
la mayoría del pueblo. No es cuestión de que nuestro partido silencie críticas
o las formule sobre aspectos secundarios, aduciendo argumentaciones
tremendistas que en última instancia pretenden insinuar que la democracia
conspira contra las instituciones."
• "No se trata de hacer una oposición más dura o menos
dura, se trata de ser auténticamente radical, recobrando la aspiración
mayoritaria que debe tener nuestro partido."
• "En caso que el radicalismo no cambie su estrategia,
la democracia en Argentina correrá serios riesgos. Desde Uriburu hasta Onganía,
la UCR ha impedido, por su sola presencia, la instauración de sistemas
autocráticos."
De alguna manera, la crítica de RA empalmaba con los rumores
que volvieron a aflorar la semana pasada y que sugerían la formación de un
gobierno de coalición, en el cual los radicales regentearían tres ministerios.
Quizás por eso Alfonsín señaló a Siete Días que "dentro del radicalismo,
hay quienes hablan de una emergencia nacional, colocándonos a todos en una
falsa alternativa de hierro, uno de cuyos extremos sería la claudicación y otro
el golpe". Pero el diputado nacional Rubén Rabanal se encargó de
desvirtuar los rumores: "No hay ninguna oferta oficial y, aunque la
hubiese, el radicalismo debe mantener su individualidad partidaria". En
verdad, la incorporación a los ministerios es una vieja idea de Hidalgo Solá,
un dirigente que sueña con la conjunción, incluso orgánica, de peronistas y
radicales. Recientemente, sus seguidores sostenían que el radicalismo podía
acceder a los ministerios de Educación, Justicia y Relaciones Exteriores, e
incluso ocupar algunas subsecretarías. Aunque la especie no resulta verosímil,
los más fervorosos creyeron vislumbrar una posibilidad, días atrás, cuando se
comentó que el ministro de Justicia, Antonio Benítez, habría solicitado el
reajuste de su jubilación para un futuro próximo.
No termina allí el intríngulis: según los renovadores, las
62 Organizaciones habrían ofrecido a Balbín la colaboración de su aparato
sindical en aquellas regiones del país donde le "hiciera falta una
ayuda". La versión, por supuesto, es interesada, pero no se ignora que
César García Puente mantiene excelentes relaciones con el gremialismo oficial.
No en vano su sobrino, Daniel Cecherini —quien comparte su línea política—,
recomendó en un reciente acto: "Hay que acercarse y dialogar con las
organizaciones que nuclean a los trabajadores agremiados".
Como contrapartida, los balbinistas sostienen que algunos
núcleos que responden a Alfonsín reciben apoyo extrapartidario; especialmente,
de la Juventud Peronista promontonera. La acusación está dirigida,
fundamentalmente, contra la Junta Coordinadora de la Juventud Radical, cuyo
secretario general, Luis 'Changui' Cáceres, desestimó la versión.
En semejante maremágnum, la elección radical tendrá, como se
advierte, implicancias nacionales. Si Balbín conserva su liderazgo —como se
pronostica—, la UCR seguirá siendo uno de los soportes del plan que articula
Juan Domingo Perón, al tiempo que podrá oficiar, de moderador entre los
distintos sectores del justicialísmo. En caso que Arturo Illia trepase a la
cumbre del partido, el radicalismo tomaría distancias del Poder Ejecutivo,
practicando una especie de "apoyo crítico". Y si Alfonsín diese el
batacazo y emergiera triunfante de la puja, el espectro político argentino
sufriría un sacudón que lo volcaría a la izquierda. Porque no resultaría
extraño que el líder del MRC aglutinara tras de sí a la franja de ciudadanos
que sufragaron por Oscar Alende en los comicios generales del 11 de marzo de
1973.
De todos modos, la figura del presidente de la Nación, con
su aplastante peso político, incidirá decisivamente en los comicios internos de
un partido cuya base mayoritaria valora la necesidad de mantener un acuerdo de
fondo con Perón.

Fuente: "Balbín-Alfonsín ¿Qué quieren los radicales?" en Revista Siete Días Ilustrados de mayo de 1974, digitalizado por Mágicas Ruinas.
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