Llegamos anhelantes al vestíbulo de la casa amiga.
De pie algunos caballeros parecían corroborar con su actitud
la fatal noticia. Pero era tan enorme, tan inesperada, tan abrumadora, que
interrogamos aun, entre temerosos é indecisos: ¿Cómo sigue? El desaliento se pintó
en todos los rostros y una voz que traducía intensa emoción, murmuró: ¡muerto!
Salvamos rápidamente la escalera, con la angustia en el alma y la garganta apretada por el dolor: en la penumbra de la habitación, destacaba, iluminada por un débil rayo de luz, la noble cabeza...
Salvamos rápidamente la escalera, con la angustia en el alma y la garganta apretada por el dolor: en la penumbra de la habitación, destacaba, iluminada por un débil rayo de luz, la noble cabeza...
Cuando volví á la realidad de la vida y tuve conciencia de
la pérdida que acabábamos de experimentar, sentí profundo desconsuelo; aquel
golpe, tronchaba una de las existencias que mayores bienes podía reportar á la
república, y suprimía, en hora infausta para la juventud argentina, el fecundo
ascendiente moral del más selecto de los espíritus.
La evocación del pasado es siempre un lenitivo para los
dolores presentes; en medio de aquel artístico marco, símbolo de los elevados
ideales del ausente, acudieron á mi memoria recuerdos de las distintas
situaciones en que había contemplado á Del Valle durante los mejores años de su
agitada y hermosa vida pública.
En el Senado, pedestal de su fama, desde cuya tribuna hiciera
el proceso de una época de desquicio y corrupción; en las asambleas populares
conmoviendo á las masas con su arrebatadora elocuencia; en la madrugada del 26
de julio de 1890, cuando, sereno y resuelto, conducía al Parque las tropas
sublevadas; en las memorables jornadas que siguieron á la revolución; en la
plaza pública; en su ruidoso viaje á Santa Fe bajo el estado de sitio; en la
cátedra de la Facultad de Derecho; en las amables intimidades de su hogar hospitalario.
Vibraban en mis oídos sus cálidas palabras, moduladas con
exquisita armonía, ora enérgicas y vigorosas, ora suaves y tiernas. Fogoso en
las horas de pasión, y reposado y tranquilo en la normalidad de la vida; tenía
su acento subyugadora fuerza, cuando condenaba, pero su corazón generoso é
hidalgo, era incapaz de rencores.
Como hombre público ponía en juego todos los recursos de su
talento en pro de la regeneración nacional, combatiendo abierta y francamente á
sus enemigos; pero en sus relaciones privadas era leal amigo de sus propios
adversarios políticos. De ahí la fuerza de su acción y las simpatías que
rodearon siempre su figura eminente.
Enrostraba sus culpas á los conculcadores de la libertad; imponía
respeto y disciplina en una hora suprema al batallón conmovido y rebelde;
retemplaba al pueblo de Santa Fe desafiando las iras de los poderosos ó
gobernaba á la república en días de profunda conmoción, sin buscar atenuaciones
á sus responsabilidades.
Marchaba á su objetivo alta la cabeza, arrogante y tranquilo,
sin una vacilación ó una debilidad, con la firmeza propia de los privilegiados,
convencido de la bondad de la causa que defendía y de la necesidad de ultimarla.
Era un apasionado del arte y un incomparable amigo de la
juventud. Su espíritu tenía múltiples facetas; una de las más interesantes era,
sin duda, aquella delicada afición que convirtiera á la suntuosa morada de la
avenida Alvear en admirable museo. Alguna vez, de regreso de la asamblea
pública turbulenta, en la cual su tonante oratoria levantara tempestades de
aclamaciones, penetramos, acompañándole, al silencioso vestíbulo: la impecable Diana
de Falguiére, surgía, delicada y blanca...
Del Valle la contemplaba largamente, y luego, tras la observación
inteligente, parecía animado por nuevos entusiasmos, totalmente poseído por la
belleza de su tesoro, en el ambiente impregnado de luz y de colorí
Amaba á los jóvenes; conquistaba sus inteligencias y sus
corazones; les atraía con sus nobilísimas cualidades y ellos retribuyeron
siempre, sus múltiples, sus constantes pruebas de consideración y afecto, sus
preciosos estímulos y consejos, con una gratitud que no ha extinguido la
muerte.
Todo ello reflexionado entonces, bajo la presión de la
dolorosa pérdida, vuelve al recuerdo al trazar estas breves líneas en homenaje
á su memoria. Del Valle fue una de las más descollantes personalidades
argentinas de su tiempo: por su talento, su saber y su brillante actuación en
el escenario nacional y por las excepcionales condiciones personales que le
distinguían.
Tuvo, como político, fuerza y prestigio, y como hombre de
refinada cultura cumplió en nuestro medio una misión civilizadora, que se
antoja más grande y más intensa á medida qae transcurre el tiempo.
En la actualidad se confunden las dos fases de su vida.
Reunidas ambas, forman la armoniosa figura, grande y seductora figura, que
consuela evocar en los días presentes...
Cuando la historia estudie la obra de Del Valle, el tribuno
prevalecerá sobre el hombre de mundo de exquisito temperamento. Debiera
recordarse entonces también que enseñó prácticamente como pueden armonizarse el
patriotismo y la belleza, la altivez y la generosidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario