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jueves, 21 de julio de 2016

Jose Luis Cantilo: "Homenaje a la memoria del Dr. Aristobulo del Valle" (1 de enero de 1906)

Llegamos anhelantes al vestíbulo de la casa amiga.

De pie algunos caballeros parecían corroborar con su actitud la fatal noticia. Pero era tan enorme, tan inesperada, tan abrumadora, que interrogamos aun, entre temerosos é indecisos: ¿Cómo sigue? El desaliento se pintó en todos los rostros y una voz que traducía intensa emoción, murmuró: ¡muerto!

Salvamos rápidamente la escalera, con la angustia en el alma y la garganta apretada por el dolor: en la penumbra de la habitación, destacaba, iluminada por un débil rayo de luz, la noble cabeza...

Cuando volví á la realidad de la vida y tuve conciencia de la pérdida que acabábamos de experimentar, sentí profundo desconsuelo; aquel golpe, tronchaba una de las existencias que mayores bienes podía reportar á la república, y suprimía, en hora infausta para la juventud argentina, el fecundo ascendiente moral del más selecto de los espíritus.

La evocación del pasado es siempre un lenitivo para los dolores presentes; en medio de aquel artístico marco, símbolo de los elevados ideales del ausente, acudieron á mi memoria recuerdos de las distintas situaciones en que había contemplado á Del Valle durante los mejores años de su agitada y hermosa vida pública.

En el Senado, pedestal de su fama, desde cuya tribuna hiciera el proceso de una época de desquicio y corrupción; en las asambleas populares conmoviendo á las masas con su arrebatadora elocuencia; en la madrugada del 26 de julio de 1890, cuando, sereno y resuelto, conducía al Parque las tropas sublevadas; en las memorables jornadas que siguieron á la revolución; en la plaza pública; en su ruidoso viaje á Santa Fe bajo el estado de sitio; en la cátedra de la Facultad de Derecho; en las amables intimidades de su hogar hospitalario.

Vibraban en mis oídos sus cálidas palabras, moduladas con exquisita armonía, ora enérgicas y vigorosas, ora suaves y tiernas. Fogoso en las horas de pasión, y reposado y tranquilo en la normalidad de la vida; tenía su acento subyugadora fuerza, cuando condenaba, pero su corazón generoso é hidalgo, era incapaz de rencores.

Como hombre público ponía en juego todos los recursos de su talento en pro de la regeneración nacional, combatiendo abierta y francamente á sus enemigos; pero en sus relaciones privadas era leal amigo de sus propios adversarios políticos. De ahí la fuerza de su acción y las simpatías que rodearon siempre su figura eminente.

Enrostraba sus culpas á los conculcadores de la libertad; imponía respeto y disciplina en una hora suprema al batallón conmovido y rebelde; retemplaba al pueblo de Santa Fe desafiando las iras de los poderosos ó gobernaba á la república en días de profunda conmoción, sin buscar atenuaciones á sus responsabilidades.

Marchaba á su objetivo alta la cabeza, arrogante y tranquilo, sin una vacilación ó una debilidad, con la firmeza propia de los privilegiados, convencido de la bondad de la causa que defendía y de la necesidad de ultimarla.

Era un apasionado del arte y un incomparable amigo de la juventud. Su espíritu tenía múltiples facetas; una de las más interesantes era, sin duda, aquella delicada afición que convirtiera á la suntuosa morada de la avenida Alvear en admirable museo. Alguna vez, de regreso de la asamblea pública turbulenta, en la cual su tonante oratoria levantara tempestades de aclamaciones, penetramos, acompañándole, al silencioso vestíbulo: la impecable Diana de Falguiére, surgía, delicada y blanca...

Del Valle la contemplaba largamente, y luego, tras la observación inteligente, parecía animado por nuevos entusiasmos, totalmente poseído por la belleza de su tesoro, en el ambiente impregnado de luz y de colorí

Amaba á los jóvenes; conquistaba sus inteligencias y sus corazones; les atraía con sus nobilísimas cualidades y ellos retribuyeron siempre, sus múltiples, sus constantes pruebas de consideración y afecto, sus preciosos estímulos y consejos, con una gratitud que no ha extinguido la muerte.

Todo ello reflexionado entonces, bajo la presión de la dolorosa pérdida, vuelve al recuerdo al trazar estas breves líneas en homenaje á su memoria. Del Valle fue una de las más descollantes personalidades argentinas de su tiempo: por su talento, su saber y su brillante actuación en el escenario nacional y por las excepcionales condiciones personales que le distinguían.

Tuvo, como político, fuerza y prestigio, y como hombre de refinada cultura cumplió en nuestro medio una misión civilizadora, que se antoja más grande y más intensa á medida qae transcurre el tiempo.

En la actualidad se confunden las dos fases de su vida. Reunidas ambas, forman la armoniosa figura, grande y seductora figura, que consuela evocar en los días presentes...

Cuando la historia estudie la obra de Del Valle, el tribuno prevalecerá sobre el hombre de mundo de exquisito temperamento. Debiera recordarse entonces también que enseñó prácticamente como pueden armonizarse el patriotismo y la belleza, la altivez y la generosidad.









Fuente: "Homenaje a la memoria del Dr. Aristobulo del Valle" por el Dr. Jose Luis Cantilo publicado en Caras y Caretas el 1 de enero de 1906.

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