Los países amigos que envían a este acto a sus embajadores y
ministros; los poderes públicos y la Iglesia, representados por sus mas altos
funcionarios, magistrados y prelados; las fuerzas armadas de la Nación,
representantes en las personas de sus dignos generales y almirantes; la
Universidad, encarnada en sus mas descollantes profesores; la banca, la
industria y comercio presentes por intermedio de sus hombres mas
caracterizados, el pueblo que a las puertas de esta casa concurre en apretada
muchedumbre, en una palabra, todas las fuerzas sociales rodean con unción patriótica
este féretro, porque la muerte del doctor Marcelo Torcuato de Alvear ha puesto
un silencio de honda congoja en su corazón.
Me cabe despedir los restos del señor ex Presidente de la Nación
en nombre del Poder Ejecutivo que él ejerció en su hora, y que hoy se asocia
cordialmente al sentimiento general de pesar que provoca su desaparición. Pesa que
cunde en toda la Republica, entristecida por una de las virtudes más puras de
nuestra democracia, ya que en la función gubernamental, en la vida diplomática,
en la tribuna parlamentaria y como jefe de un partido de tradición y arraigo
nacionales, Alvear fue siempre un fiel y sincero defensor de las instituciones
de la armonía de los poderes, del respeto de la ley y de las libertades
publicas.
Personalidad recia fue la de este varón, romano en la
apostura y en el gesto. Sus audacias de joven, el apartarse de la fácil carrera
de los honores que su ilustre cuna le aseguraba dentro de las esferas
gobernantes, el tomar las armas contra un sistema político que juzgaba caduco y
deseaba abrir el aire renovador de la libertad y de la democracia, revelaron un
carácter y una decisión que se han mantenido firmes hasta el fin. Los que no creían
en la fuerza de este carácter, engañados por las apariencias de una vida plena
de manifestaciones, acabaron por reconocer la evidencia y por acatar la
autoridad natural de quien había nacido para tenerla en cualquier ambiente y en
cualquier lugar.
Autoridad ingénita que era sostenida por la atención de un espíritu alerta a todo problema de orden nacional e internacional que pudiera afectar, por su trascendencia, los principios de nuestra organización republicana.
Autoridad ingénita que era sostenida por la atención de un espíritu alerta a todo problema de orden nacional e internacional que pudiera afectar, por su trascendencia, los principios de nuestra organización republicana.
Ni el temor ni el recelo ni el disimulo tuvieron albergue en
ese carácter.
Los riesgos de la acción fueron siempre afrontados cara a
cara con la serena convicción de que el triunfo o la derrota no importan tanto
como la acción misma. Y así, pocos políticos podrán llegar al ocaso de su
existencia sabiéndose como él, rodeados por la veneración y el cariño de sus contemporáneos,
sin distinción de credos políticos. Se hizo tan acreedor a ellos que su
inconfundible estampa era en todas partes acogida con un saludo afectuoso, casi
fraternal.
Su obra, variada y múltiple, fue la de un reformador
constante, la de un organizador movido por una conciencia que le impulsaba al
bien colectivo. Y si mucho hizo y por ello se le ha de recordar con emoción,
impidió también la realización de concepciones que pudieran haber
intranquilizado al país y desviado su progreso.
En lo que supo evitar, tanto como en lo que impulsó, radican
sus mejores títulos a la admiración de sus compatriotas. Devoto de la
democracia en su genuina expresión y al sistema de gobierno que nos rige, en
una visita con la que me honrara, a poco de ocupar el Ministerio del Interior,
me exhortaba con patriótico acento:
“Sean cuales fueren los contratiempos, los desfallecimientos
o las encrucijadas, no abandone nunca la defensa de nuestras instituciones,
porque ellas trasuntan los sacrificios heroicos de nuestros antepasados,
nuestra misma evolución histórica y el acervo moral e intelectual de la
Republica”
La firmeza de los ideales y la constancia de las normas que
orientaron su actitud de militante, de legislador, de diplomático, de primer
magistrado de la Nación y finalmente como de jefe de partido, hacen que mas
allá de las divergencias de opiniones y de sentimientos, fuera merecedor hasta
su ultima hora del homenaje que siempre le rindieron los hombres de bien. Su
memoria será recordada con gratitud por todos los argentinos, Dr. Marcelo
Torcuato de Alvear descansa en paz.
Fuente: Discurso del Ministro del Interior Dr. Miguel
Culaciati despidiendo los restos del ex Presidente de la Nación Dr. Marcelo
Torcuato de Alvear en nombre del Poder Ejecutivo en el Salón Blanco de Casa de
Gobierno, 25 de marzo de 1942.
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