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lunes, 23 de marzo de 2015

Miguel Culaciati: "Despidiendo los restos del Dr. Marcelo T. de Alvear" (25 de marzo de 1942)

Los países amigos que envían a este acto a sus embajadores y ministros; los poderes públicos y la Iglesia, representados por sus mas altos funcionarios, magistrados y prelados; las fuerzas armadas de la Nación, representantes en las personas de sus dignos generales y almirantes; la Universidad, encarnada en sus mas descollantes profesores; la banca, la industria y comercio presentes por intermedio de sus hombres mas caracterizados, el pueblo que a las puertas de esta casa concurre en apretada muchedumbre, en una palabra, todas las fuerzas sociales rodean con unción patriótica este féretro, porque la muerte del doctor Marcelo Torcuato de Alvear ha puesto un silencio de honda congoja en su corazón.

Me cabe despedir los restos del señor ex Presidente de la Nación en nombre del Poder Ejecutivo que él ejerció en su hora, y que hoy se asocia cordialmente al sentimiento general de pesar que provoca su desaparición. Pesa que cunde en toda la Republica, entristecida por una de las virtudes más puras de nuestra democracia, ya que en la función gubernamental, en la vida diplomática, en la tribuna parlamentaria y como jefe de un partido de tradición y arraigo nacionales, Alvear fue siempre un fiel y sincero defensor de las instituciones de la armonía de los poderes, del respeto de la ley y de las libertades publicas.

Personalidad recia fue la de este varón, romano en la apostura y en el gesto. Sus audacias de joven, el apartarse de la fácil carrera de los honores que su ilustre cuna le aseguraba dentro de las esferas gobernantes, el tomar las armas contra un sistema político que juzgaba caduco y deseaba abrir el aire renovador de la libertad y de la democracia, revelaron un carácter y una decisión que se han mantenido firmes hasta el fin. Los que no creían en la fuerza de este carácter, engañados por las apariencias de una vida plena de manifestaciones, acabaron por reconocer la evidencia y por acatar la autoridad natural de quien había nacido para tenerla en cualquier ambiente y en cualquier lugar. 
Autoridad ingénita que era sostenida por la atención de un espíritu alerta a todo problema de orden nacional e internacional que pudiera afectar, por su trascendencia, los principios de nuestra organización republicana.

Ni el temor ni el recelo ni el disimulo tuvieron albergue en ese carácter.

Los riesgos de la acción fueron siempre afrontados cara a cara con la serena convicción de que el triunfo o la derrota no importan tanto como la acción misma. Y así, pocos políticos podrán llegar al ocaso de su existencia sabiéndose como él, rodeados por la veneración y el cariño de sus contemporáneos, sin distinción de credos políticos. Se hizo tan acreedor a ellos que su inconfundible estampa era en todas partes acogida con un saludo afectuoso, casi fraternal.

Su obra, variada y múltiple, fue la de un reformador constante, la de un organizador movido por una conciencia que le impulsaba al bien colectivo. Y si mucho hizo y por ello se le ha de recordar con emoción, impidió también la realización de concepciones que pudieran haber intranquilizado al país y desviado su progreso.

En lo que supo evitar, tanto como en lo que impulsó, radican sus mejores títulos a la admiración de sus compatriotas. Devoto de la democracia en su genuina expresión y al sistema de gobierno que nos rige, en una visita con la que me honrara, a poco de ocupar el Ministerio del Interior, me exhortaba con patriótico acento:

“Sean cuales fueren los contratiempos, los desfallecimientos o las encrucijadas, no abandone nunca la defensa de nuestras instituciones, porque ellas trasuntan los sacrificios heroicos de nuestros antepasados, nuestra misma evolución histórica y el acervo moral e intelectual de la Republica”

La firmeza de los ideales y la constancia de las normas que orientaron su actitud de militante, de legislador, de diplomático, de primer magistrado de la Nación y finalmente como de jefe de partido, hacen que mas allá de las divergencias de opiniones y de sentimientos, fuera merecedor hasta su ultima hora del homenaje que siempre le rindieron los hombres de bien. Su memoria será recordada con gratitud por todos los argentinos, Dr. Marcelo Torcuato de Alvear descansa en paz.














Fuente: Discurso del Ministro del Interior Dr. Miguel Culaciati despidiendo los restos del ex Presidente de la Nación Dr. Marcelo Torcuato de Alvear en nombre del Poder Ejecutivo en el Salón Blanco de Casa de Gobierno, 25 de marzo de 1942.

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