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domingo, 22 de junio de 2014

Ricardo Balbin: "Estatuto de los Obreros de la Carne" (24 de octubre de 1946)

Sr. Presidente (Guardo). - Tiene la palabra el señor diputado por Buenos Aires.
Sr. Balbín. - Señor presidente: aludido de modo indirecto varias veces en este debate, no estaría bien que no agregara algunas palabras que no tienen el carácter de una explicación, sino el objeto de aclarar el sentido de una indicación.
Yo confieso mi asombro, señor presidente. Los problemas vinculados con el conflicto de la carne no han sido agitados por los hombres de este sector porque se ha dicho y repetido que hacia nosotros no han venido últimamente los trabajadores argentinos. Estamos sobre el análisis de resoluciones, proyectos, decretos, leyes y tengan la seguridad los señores diputados que ahí sí que no hemos intervenido para nada. Se manejó y se maneja el conflicto en la Secretaría de Trabajo y Previsión; allí crean la resolución motivo del voto anterior de esta Cámara; se vincula a un decreto ley relacionado con el aguinaldo y aumento de sueldos; penetra en este estatuto de los trabajadores de la carne, que yo lo he visto antes de estar en este recinto en folletos modestos, en manos de los trabajadores, mucho antes del proceso electoral. Algunos de ellos, que mantienen confianza en el partido que yo represento, vinieron a preguntarme si estaba en mis medios saber si ese folleto era cierto, porque les concedía tanto que desconfiaban de su legitimidad; yo cumplí con decir que ese decreto era exacto.
Cuando se ha vencido el período ordinario de sesiones, cuando cierra el Poder Ejecutivo las de prórroga, cuando entramos en las extraordinarias, y uno de nosotros reclama la consideración de este problema, resulta que somos unos atolondrados. Se ha ventilado este proceso antes del 24 de febrero con la misma pasión con que hoy han salido los hombres a la calle, salieron el 17 de octubre y se les dio feriado, y ahora resulta que los conflictos no se arreglan cuando la calle se mueve.
Están asombrados los señores diputados porque dicen que quieren resolver esto en quietud y en paz, que no pueden los hombres de gobierno serenarse cuando la calle está agitada, pero yo repito que esta Cámara, por haberse agitado la calle, hizo un feriado nacional y votó un monumento. Nosotros, con nuestro voto marcamos una reiterada y constante discrepancia. No buscamos halagos y, por el contrario, nos oponemos al feriado, hacemos oposición al monumento y por todo esto dejamos exclusivamente a ustedes los merecimientos. Podíamos haber pronunciado magníficos discursos con respecto al 17 de octubre, dándole un significado cualquiera en el falso terreno de la demagogia y del electoralismo. En este sector hay hombres brillantes, que hoy pudieron pronunciar extraordinarios discursos en favor de un monumento al pueblo de la República, pero estuvimos sensiblemente en contra dejándoles a ustedes el mérito del acierto o del error.
Pero ¿cómo debernos comportarnos para ser creídos? ¿Qué actitud debemos asumir en este recinto para ser considerados?
Sr. Ottonello. - La que asumen ahora, y no la que asumieron antes.
Sr. Balbín. - Cada vez -y no es éste el único episodio; me remito a la lealtad de los señores diputados-, en cada oportunidad que quisimos funda­mentar nuestro voto en favor de un asunto de bien público, de ese sector nos di­jeron siempre que no teníamos derecho a hacerlo.
A mí me asombra la situación; la espero siempre. El día que no seamos hostigados por esta mayoría, habremos dejado de ser opositores tenaces del Poder Ejecutivo Nacional.
Hacen bien ustedes en irritarse cuando adoptamos esta postura. Pero ustedes deben considerar que nosotros somos diputados nacionales, que conocemos todos los intereses y todos los problemas del país. Resulta que a una iniciativa nuestra, con toda injusticia se levantan a decir las cosas que me han estado diciendo esta tarde; este partido no tiene derecho...
Sr. Ottonello. - Ustedes no tienen derecho a llamarnos nazis y fascistas.
Sr. Balbín. - Estoy en posición de opositor y quiero que sólo así se me considere, pero la aceptación de esas apreciaciones me colocan en el rol de estar controlando y diciendo lo que piensa un sector de la opinión pública argentina, que no comparte en absoluto la política nacional. Entonces, ¿quién tiene la culpa de que esto no sirva? ¿Quién tiene la culpa de que si votamos esto hoy perjudiquemos a los hombres que trabajan? Espero, señor presidente, que dentro de quince días no resulte que nosotros somos los autores de este estatuto. Es la obra fracasada. Esta es la síntesis nefasta de la política de Trabajo y Previsión. (¡Muy bien! ¡Muy bien!)
Sr. Argaña. - Los trabajadores le demuestran que está equivocado.
Sr. Díaz. -- El 17 de octubre no había nadie en la plaza...
Sr. Balbín. - Si yo estuviera equivocado, este estatuto no sería perfecto, pero sería pasible de algunas pequeñas modificaciones.
Sr. Decker. - ¡Por una sola obra quiere juzgar toda la obra de una institución a favor de la clase trabajadora!
Sr. Balbín. - Por una obra no juzgo a un gobierno aunque sin esperar más errores puedo calificarlo. Acepto sus errores y sus aciertos, pero habrá de considerarse también cuando nosotros estamos en la verdad.
Tiene razón el señor diputado presidente de la comisión que atiende los decretos leyes: el conflicto es arduo y serio. ¿Pero es acaso la invención caprichosa de ese número extraordinario de trabajadores, o es la consecuencia de una mala política que ha degenerado en un conflicto?
Sr. Albrieu. - Los conflictos obreros, como todo conflicto económico, no son motivados por la mala política de nadie. Se producen solos. Son un hecho social.
Sr. Balbín. – Exactamente; es un hecho social que debe conducirse y reali­zarse. Esa es nuestra función. Por eso nos ofrecemos sin cargo alguno. Nosotros no habíamos pronunciado ninguna de las palabras que estoy pronunciando ahora. Propusimos, nada más, que la Cámara se preocupara hoy en la solución de este problema.
Constituida la Cámara en comisión arbitraría el recurso de su solución. Pero debemos decir estas cosas ahora, porque nuestra actitud fue mal calificada.
Sr. Montes de Oca. - Por la inoportunidad.
Sr. Balbín. - Nuestra actitud fue mal considerada. Yo podía pensar que la forma objetiva de la presentación y el momento pudieran dar asidero a una opi­nión de los señores diputados; pero es que ha sido permanente la conducta de ese sector en contra de este sector, y no es la primera vez que una iniciativa nuestra haya merecido idéntica calificación. Yo hubiera penetrado en mí mismo y reconocido mi error o acierto. Pero es que estoy curándome en salud, porque siempre pensó ese sector la misma cosa de este sector.
Sr. Argaña. - ¿Me permite una interrupción?
Sr. Balbín. - Nosotros vamos a superar todos los inconvenientes, vamos a sumar nuestra inteligencia al servicio de las soluciones.
Yo le reconozco al señor diputado Montiel, por las expresiones que ha hecho, de que es un preocupado del asunto y aspira a que los que entienden la prolijidad de una ley, den una buena ley. Así nos vamos a empezar a entender un poco; así vamos a hacer una obra constructiva. Es la primera vez que esto se dice en la Cámara, porque hasta ahora se ha estado fulminando la inteligencia de este sector.
Sr. Sorgentini. - Es inexacto.
Sr. Balbín. - Dijeron que éramos la oligarquía universitaria. Yo les diré a los hombres que trabajan que llevo veinte años de abogado, y casi todos ellos me los he ganado en la lucha contra las dictaduras y contra el fraude, mezquinando el lujo y las posibles ganancias de mi estudio. (¡Muy bien! ¡Muy bien!)Yo no sé si ahí todos están preocupados de la vida cívica argentina, si todos se han movido por las inquietudes patrióticas dentro del civismo argentino; pero reclamo el derecho de decir que desde los diecisiete años estoy luchando por la democracia en esta tierra, y que cuando entré a la mayoría de edad, me encontré con que el país vivía en la penumbra cívica y no dudé un instante en lanzarme contra la dictadura de Uriburu y el fraude. Lo hice olvidando mi familia y mis intereses. (Aplausos)
Algún derecho tengo a decir con mis compañeros de sector que en el error o en el acierto, hemos estado al servicio del país.
Sr. Ottonello. - Aquí también hay hombres que se han jugado al servicio del país.
Sr. Balbín. - No lo pongo en duda. Lo único que digo es que tiro mi acción cívica al seno de esta Cámara para que empareje quien pueda. (¡Muy bien! ¡Muy bien!) Vamos a demostrar quiénes vivieron más preocupados por los intereses del país.
No estamos vinculados personalmente a los sindicatos, porque nunca hicimos política dentro de ellos.
Sr. Díaz. - No los dejaron entrar.
Sr. Balbín. - Hicimos política en los partidos políticos, deseando que vinieran todos los hombres a luchar en ellos por el civismo, separando la política de la vida sindical, porque eso será la perdición de la política o de la vida sindical argentina.
Hemos traído esta preocupación a la Cámara para resolverla en inteligencia, para aquietar el espíritu que se mueve, para dar tranquilidad a estos hombres, que se han movilizado hoy -que nosotros no hemos traído a la plaza pública- de que el Parlamento se está ocupando de su problema. No interesa que lo hagamos en horas o en días; lo que interesa es asegurarles que estamos en preocupación. Por eso hago esta indicación y exhorto a mantener la atención.
Sr. Sorgentini. - No necesitamos consejos.
Sr. Balbín. - No estoy aconsejando al señor diputado, porque al señor diputado tendría que darle consejos de otra clase.
Sr. Sorgentini. - Se los guarda; no los preciso.
Sr. Balbín. - Estoy con mi sector en esta preocupación, y no nos importa lo que digan. Continuaremos al servicio de esta preocupación.
Modificaremos este mal estatuto, que no lo hemos fulminado nosotros sino ustedes, en quienes yo reconozco la lealtad del procedimiento.
Hubiera sido absurdo que dijéramos que está malo que está bien, sólo por ganar una batalla.
Ya está ganada la batalla para todos en este recinto. Y han hablado todos los sectores de esta preocupación. Ya saben los trabajadores de la carne que está comprometido el honor de esta Cámara por la voz de los distintos sectores. Ya estamos en preocupación para resolver el problema.
Soy celoso defensor de la separación de poderes. En debates, producidos por esta Cámara lo dijimos en forma reiterada. Pero será imposible la lucha judicial con esta clase de resoluciones. Hagamos lo que sea constitucional y equilibrado. Los obreros tienen que llegar al estrado judicial, habiendo ya ganado moralmente el pleito, porque son catastróficas para la vida de los gremios las sentencias que les privan de lo que ellos consideran un derecho, no por la pérdida material, sino por el concepto que se forman de la justicia, puesto que creen que es ella la que les quita los derechos. La verdad es que pierde los derechos porque damos malas leyes.
Nuestro error, nuestra poca preocupación por dar instrumentos legales dentro de la Constitución, no molesta tanto a la persona que tiene que ir a reclamar su derecho como al Poder Judicial que tiene que desconocer la ley, porque el hombre no se vuelve contra el Congreso que dio el instrumento, sino contra el poder que dice que el instrumento no vale.
Haciendo la ley prolija, hacemos una gran legislación para nosotros, para nuestro honor. Darnos el gran instrumento al Poder Ejecutivo para que gobierne en paz, y damos una ley para que pueda el Poder Judicial reconocerla en su dignidad y justicia.
Eso es lo que quiere este sector en todos los aspectos de este extraordinario asunto. (¡Muy bien! ¡Muy bien! Aplausos.)




















Fuente: Discurso del Señor Diputado por Buenos Aires Dr. Ricardo Balbin sobre el Estatuto de los Obreros de la Carne, 24 de octubre de 1946

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