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martes, 9 de mayo de 2017

Manuel Ortiz Pereyra: "Un llamado a los radicales" (15 de octubre de 1930)

Conciudadanos radicales:

Sin otro titulo que el de soldado  de la Unión Cívica Radical me permito dirigir a mis correligionarios esta exhortación:

Debemos reconocer, ante todo, lealmente, que la Revolución no nos ha desalojado del gobierno, pues las puertas de la Casa de Gobierno y de las principales reparticiones públicas estuvieron cerradas para los radicales, desde el 12 de octubre de 1928. Ahí sólo entraban Rodríguez Irigoyen, Meabe, Benavidez y tres o cuatro más, muy prestos para ponerse en fuga en el momento del peligro.

Reconozcamos, también, que la Revolución, lejos de perjudicarnos, ha venido a purificar nuestro partido, arrojando del templo a los mercaderes.

Al mismo tiempo ha destruido la autoridad omnímoda de Yrigoyen y la prepotencia de sus turiferarios que aplastaban a la U. C. R. como bajo una lápida de plomo.

Es imposible ocultar que los 800.000 ciudadanos triunfadores en la elección del 2 de marzo de 1928, fuimos defraudados en nuestras legítimas y patrióticas esperanzas puesto que, en vez de ser gobernados por el Presidente quedamos a merced de una camarilla voraz y ensoberbecida, sin títulos a nuestra consideración, sin alma radical.

Ya nos llegará la hora de saldar estas cuentas, exclusivamente nuestras, con quienes as! profanaron la pureza de nuestro ideario político. Entretanto, de nada tenemos que avergonzarnos los radicales que, alejados, nos dispusimos a esperar las soluciones legales y democráticas, sin sospechar en la proximidad de esta fulminante fumigación revolucionaria.

Y a sí como no se reniega de las instituciones armadas de un país cuando uno o más de sus miembros se colocan fuera de las normas del pundonor militar, así como no se culpa a toda la Iglesia, para renegar de ella, cuando un sacerdote llega a delinquir, así también no se puede responsabilizar a nuestro partido de las tropelías cometidas por indignos radicales.

Estemos serenos ante la realidad. Repudiemos, ron toda energía, la escuela del peculado y de la coima; pero no olvidemos que nuestro glorioso partido, merece sobrevivir siquiera para rehabilitarse.

Acatemos los hechos consumados como los acataron ya el ejército, la armada, la juventud universitaria, la Corte Suprema y los más altos tribunales de justicia¡ recojamos las enseñanzas de Yrigoyen de los grandes días, traicionado, ahora, por los años y por los malos amigos; levantemos en alto la bandera radical que es la bandera misma de la patria; estrechemos las filas, encogiéndonos como el león cuando quiere lanzarse a la pelea y afirmemos, imitando al bardo, que las adversidades caen sobre nuestro viejo radicalismo como las lluvias sobre el mármol, para blanquearlo.

Aprovechemos la libertad partidaria que nos ha brindado sin quererlo, la Revolución, y pongamos en movimiento nuestras ideas dirigiéndolas rumbo derecho, hacia los sagrados ideales nacionalistas de nuestro partido.

En lo social, en lo cultural y, sobre todo, en lo económico, formamos el partido de la argentinidad auténtica, y estamos en el deber de centrar la descentrada política del país, sacándola del verbalismo personalizador, sonoro y leguleyo, para colocarla frente a los problemas de nuestra redención económica.

Mientras vendamos el trigo a 8 pesos, el maíz a 6, el lino a 14, precios que apenas costean el trabajo de producir; mientras vendamos la carne al extranjero por solo 25 centavos, teniendo nosotros que pagarla a 1 peso o más; mientras tengamos trabajo solamente para 500.000 obreros con el miserable salario promedio de 3 pesos, contra una población de 600.000 desocupados y no sepamos atajar los miles de inmigrantes que llegan diariamente a competir por el abaratamiento de la mano de obra; mientras no hayamos construido las carreteras troncales, paralelas a las vías férreas, a fin de abaratar los fletes y fomentar el turismo nacional; mientras no nos afiancemos en la propiedad inalienable del petróleo y de las energías hidroeléctricas, mientras seamos incapaces de resolver los problemas culturales que inquietan y conmueven a la nueva generación universitaria, no valdrá la pena ocuparnos de política y será mejor que dejemos en paz a nuestro pueblo resignándose a repetir la consternada protesta de Cicerón :

“Vosotros disputáis, pero yo muero”









Fuente: “Un llamado a los radicales” por Manuel Ortiz Pereyra ex Fiscal Federal ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación en Diario Critica reproducido en Renovación, Año 1 N° 1 – 15 de octubre de 1930.

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